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Septiembre es el mes de los comienzos. De la rutina, el año académico, el curso laboral... Y también de la temporada alta del ocio nocturno. Una vez culminadas las fiestas patronales de las diferentes localidades de la provincia, las discotecas vuelven a recuperar la normalidad. ... Este otoño es el primero desde hace dos años en el que los locales nocturnos no tienen restricciones con motivo de la covid. Pero, en esta ocasión, se enfrentan a la subida de los precios, la generalización de los botellones y la cada vez mayor «europeización» de los hábitos de los segovianos tras la pandemia.
Las restricciones de aforo, horario y distancia de seguridad motivadas por la covid ya son agua pasada. Atrás quedaron las mascarillas, la prohibición del baile o la vuelta a casa antes de las 22:00 horas. Sin embargo, «aún no hemos conseguido arrancar del todo», lamenta Gabriel Cobos Hernán, gerente de la discoteca Sabbat y el bar Bahía. «No hemos llegado a las cifras previas a la pandemia», añade. De hecho, a la vez que explica que son muchos los motivos que dan lugar a esta situación.
El fin de las limitaciones conllevó a un gran ascenso de clientes en el ocio nocturno. Pero los rebrotes del virus ocurridos en los primeros meses del año y la temprana llegada del calor durante la primavera conllevaron a que los segovianos priorizasen planes que pudieran celebrarse en espacios exteriores y no en el interior de las discotecas.
Un hecho que los trabajadores del ocio nocturno ejemplifican con las ferias y fiestas de San Juan y San Pedro en la capital, cuando muchos quedaron asombrados ante la gran cantidad de personas que salieron a las calles para disfrutar de los conciertos y verbenas después de multitud de fines de semana en los que las terrazas y las barras de bares habían permanecido «prácticamente vacíos», coinciden algunos empresarios del sector.
«Los eventos al aire libre llaman más a la gente y permiten a los jóvenes hacer botellón, lo que es económicamente más atractivo», indica Cobos. En relación a esta situación, el gerente de la Asociación de Empresarios de Alojamiento, Hostelería y Turismo (Hotuse), Javier García Crespo, alerta de la generalización de los botellones y las fiestas ilegales en pisos. «Estamos intentando evitar que estas prácticas se extiendan, pues dañan a los vecinos y al entorno; y que los ciudadanos consuman en sitios seguros, en locales vigilados y controlados», declara. Las discotecas «no pueden competir con los precios de un botellón porque mantenemos un local y contratamos personal», añade el gerente del Sabbat.
Con la llegada del verano, las fiestas de los pueblos han alejado a los jóvenes de la ciudad. «Si hace buen tiempo, la gente no viene», insiste Cobos. No es de extrañar que muchos locales de ocio nocturno hayan cerrado sus puertas hasta la llegada de la primera oleada de estudiantes en septiembre. Es el caso del portavoz del Sabbat: «Los universitarios son los que están animando la noche en la ciudad».
Se refiere así a los jóvenes que llegan para estudiar en IE University o en el campus segoviano de la Universidad de Valladolid. «Los jueves han empezado con bastante movimiento por ellos, pero los fines de semana se nota que aún hay bastantes personas que prefieren las fiestas de los pueblos», añade el hostelero.
Esta es una situación diferente a la notificada por Javier García Olmos, propietario de la sala Mandala y el bar Vogue, que este verano se aventuró y decidió no cerrar en agosto, como era habitual. «Hemos tenido unas cifras muy buenas, con grupos prácticamente a diario y los primeros días de septiembre la sala ha estado casi llena», determina. Además del «gran empujón»de los estudiantes, valora la celebración de convenciones que han llamado la atención a personas de mayor edad en comparación con su clientela habitual, que tiene una edad media de 30 años, detalla.
«Las expectativas para esta temporada son muy buenas», apremia García Olmos. Todo ello a pesar de que, en Segovia, «ya no hay tanto ocio nocturno como antes», lamenta el gerente de Hotuse. Muchos recordarán las aglomeraciones que hace décadas se formaban a diario en algunas zonas de la ciudad, como la de 'Las Rocas', San Millán o la 'calle de los bares'. «Ahora tan solo se trabaja en condiciones un par de días a la semana», declara Crespo.
El perfil más importante de cliente de discotecas que sale hasta altas horas de la madrugada y más allá de los fines de semana es el joven estudiante. «Subsistimos gracias a ellos», indica Cobos. Desde la pandemia, los treintañeros se han acostumbrado a nuevos hábitos y «han dejado de salir», añade.
Precisamente, explica que cada vez hay más personas que tienen preferencia por «el tardeo», es decir, salir a cenar y luego tomar unas copas, pero volver a casa siempre antes de medianoche, a excepción de eventos como cenas de empresa, cuando este grupo de edad llena las discotecas. «El ocio se está europeizando, la gente queda en las casas de amigos en vez de aguantar en un bar hasta las 6:00 horas», explica el gerente del Sabbat.
A pesar de ello, los hosteleros tienen esperanzas de que las discotecas recuperen los datos previos a la pandemia. Según considera el propietario del Mandala, «estos no son malos del todo, pero es muy pronto para comparar las cifras». «Las Navidades pasadas fueron un desastre, aunque la caída en picado de la noche está presente desde hace ya varios años», resume Cobos.
«La pandemia nos remató», asevera, a la vez que critica que el ocio nocturno ha sido el gremio más castigado, el que ha recibido «menos ayudas y consideración». En la actualidad, los disco-bares que siguen abiertos en la ciudad se pueden contar con los dedos de las manos. «Y, desgraciadamente, no hay trabajo para los pocos que estamos», concluye el empresario segoviano.
El ascenso del ocio nocturno en la pandemia ha sido constante, pero la previsión económica del invierno no es halagüeña. «Con la subida del IPC y el precio de energía y carburantes, si la gente va justa a final de mes, lo primero que se quita es la fiesta», defiende Cobos. «Este es un sector que vende felicidad, pero antes hay que comer», afirma Crespo. Este es un nuevo obstáculo que las discotecas tendrán que sortear. Por el momento, la subida de los precios no está prevista, sino «descartada».
«El consumo está tan limitado que si subimos los precios, los estudiantes no podrán permitirse ir a una fiesta y dejarán de salir», afirma el propietario del Sabbat. Además de la subida de los costes fijos, los empresarios del sector se enfrentan al aumento del precio de las bebidas alcohólicas y refrescos. «De momento soportamos la subida, no sabemos qué pasará si la situación se agrava», vaticina García Olmos.
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