La subida de 1990
BERNARDOS ·
La Virgen del Castillo tardó hace treinta años más de catorce horas en regresar a la localidadÁNGEL MARTÍN LÁZARO
Sábado, 4 de junio 2022, 12:34
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BERNARDOS ·
La Virgen del Castillo tardó hace treinta años más de catorce horas en regresar a la localidadÁNGEL MARTÍN LÁZARO
Sábado, 4 de junio 2022, 12:34
Todos sabemos cómo las festividades y conmemoraciones de los pueblos y lugares, tanto sacras como profanos congregan a sus hijos desparramados por las más dispares geografías, en torno a ese patrón, santo, virgen, advocación o efemérides de su acervo cultural, que alimentan sus entrañas durante ... las ocupaciones habituales, con el deseo irreprimible de volver a esa cita entrañable y familiar que tantas satisfacciones complace.
Pero lo que me llama la atención en estas Fiestas de Subida de su Virgen del Castillo en la Villa de Bernardos ,es, no la explosión jubilosa- digna de resaltar, desde luego-, mezcla de devoción religiosa y algarabía popular que cualquier festividad conlleva, sino la enorme participación vecinal, el ingente despliegue ciudadano que durante semanas ha trabajado codo con codo, todos al unísono en la preparación de su villa, como si de su casa habitual se tratara, que ciertamente lo es, y no solo para recibir espléndidamente a esa multitud que se dio cita en el lugar durante esos días, sino con su creencia natural de preparar su pueblo, tanto como su cuerpo y alma para la visita de la gran señora que recorrió sus pulcras calles de engalanadas casas y balcones y floridos arcos triunfales primorosamente entretejidos con el cariño y la vegetación lugareñas, rematados con ardor de enardecidas divisas: «Te necesito» o himnos de amor y gloria, inmersos todo bajo una tupida red de banderolas festivas que tremolaban ante la sutil brisa suavizadora del sol de justicia regalo de los cielos en esos días.
Cincuenta y seis horas permaneció «la Pizarrera» , como familiarmente la llaman algunos de sus hijos más vinculados a esa industria local, entronizada en el camarín acristalado de su ermita oteando complacida a su enardecido pueblo y presidiendo las vidas de sus hijos transidos de devoción y ebrios de entusiasmo en días tan señalados: alegría incontenida en jotas interminables que sin tregua ni desmayo ofrecen a su patrona como flor de primavera que brota en sus corazones tan tiernos pero tan fuertes, que ni a chicos ni a grandes doblega; ojos enrojecidos delatores de una emoción irreprimible anuncian el calambrazo del sentimiento que recorre las más sensibles fibras de nuestros adentros y pugnan por contener unas lágrimas que, victoriosas en esa lucha, afloran indiscretas por las mejillas, o, trasvasadas por derroteros más íntimos anegan sus gargantas y ahogan el canto de la salve, el himno o la villa de Bernardos, convirtiendo sus emotivas estrofas en un susurro enronquecido de los que ahora se emocionan acallados por las vigorosas voces de quienes ya repuestos alternan y relevan a los anteriores, entrando así en un duelo continuado de sentimientos, emociones y reposiciones que concluye indefectiblemente con el triunfante grito de : « Viva la Virgen del Castillo « , y la subsiguiente ovación cerrada de calurosos aplausos.
Pero antes, y en las vísperas, la Soberana, desde la hornacina barroca y sagrada de su iglesia, escuchó vigilante, la algarabía de los preparativos comenzados en su honor con la recogida de las santeras y acompañantes en sus casas, a cuyas puertas desgranaban apretados paloteos, reminiscencia de danzas ancestrales, a cuyo términos mozos y mozas ataviados con los típicos trajes de sus mayores, servían a los acompañantes, aliviadores refrescos y bollos restauradores de fuerzas para todos.
En los otros días, desde la calle y a través de sus entornadas ventanas se dejaban entrever por todos los sitios las ampliadas mesas con sus mejores vajillas dispuestas al efecto de saborear los suculentos manjares preparados con ilusión, esmero e incluso prodigalidad alrededor de la cual se irán desmenuzando en comentarios animados las novedades del día : las santeras y su séquito, el paloteo, los dulzaineros, el manto de la Virgen, la procesión, la misa de campa, el sermón, los adornos del pueblo, y…. la bajada… la interminable bajada.
Escrita Nota poseo de la bajada de 1990, que, en efecto se inició a las 20:00 horas del martes 29 de mayo de 1990 y el propósito de hacer la más larga que en la década anterior, eso se comentaba en el pueblo previamente, y.. ciertamente se consiguió: entraron a las 11:30 horas del miércoles 30, mientras que la anterior, en 1980, lo hizo a las 9:30 horas, todo un récord, sí; sin embargo apenaba e irritaba los ánimos el hecho que prevaleciera el objetivo de la permanencia y tiempo de bajada frente al de la participación masiva y calurosa que se respiraba en la medianoche….
Sin embargo, fue a la intempestiva hora de las 6:00 de la madrugada cuando a la paciente virgen la introdujeron en las primeras calles del pueblo claramente desangeladas…, obviamente las labores inaplazables del día siguiente habían hecho mella en las filas de sus fervientes seguidores, que no pudieron competir en el tiempo, pero sí en fe, con los empecinados tardones de objetivos diferentes.
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