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. Jorge Elízaga echa la vista atrás. Ha pasado un año del primer positivo de coronavirus que se detectó en el Hospital General de Segovia ... que dirige desde que tomara, en octubre de 2019, las riendas de la Gerencia de Asistencia Sanitaria. En este tiempo –asegura– ha sacado la enseñanza de que juntos y remando en la misma dirección se llega más lejos. La pandemia le ha demostrado que «si cada uno intenta ir por su cuenta, no se funciona; hay que trabajar en equipo y confiar en unos y otros, aunque al final uno tome las decisiones porque existe un escalafón». Hay otro aprendizaje que Elízaga expresa con más vehemencia. «No podemos mezclar política y sanidad». E insiste: «Con la sanidad no se debe sacar un rédito político y eso es lo que se ha intentado cuando las cosas han ido mal».
Con aquel primer positivo afloraron las dudas lógicas sobre a lo que se enfrentaban. Ya llevaban aproximadamente un mes recopilando información científica sobre el nuevo coronavirus a partir de los datos de su impacto en China y de la creciente expansión en Italia. Una reunión de los mandos intermedios tras confirmarse el contagio del estudiante italiano de IE activó las primeras decisiones encaminadas a identificar a quienes pudieron haber estado en contacto con el infectado.
«El ascenso de los casos fue en picado a partir del 8, 9 y 10 de marzo», recuerda el gerente. «Lo que cambió nuestra visión fue descubrir que los asintomáticos podían transmitir el virus». Eso «modificó nuestra forma de ver las cosas: daba fiebre, dolores articulares, cansancio y, por lo tanto, se parecía a una gripe; pero el porcentaje de afectación grave al pulmón lo diferenciaba».
La preocupación se había instalado ya en el complejo hospitalario. Los elementos de protección para los profesionales se convirtieron en un bien muy codiciado «no solo en Segovia». «Teníamos el 'stock' habitual del día a día, con los encargos mensuales normales que se hacen en una época de gripe; pero hubo un momento de pánico y en una semana se gastó todo y en los mercados no había nada», explica Elízaga, quien reconoce que «me hubiera gustado haber tenido más», y asevera que «no nos quedamos nada en el tintero», en referencia al suministro de mascarillas, batas, pantallas y demás material para la salvaguarda de los sanitarios. Esa carencia mundial hizo que «durante unos días prácticamente se distribuyeron las mascarillas con nombre y apellido».
Mientras tanto, a los dos estudiantes de IE ingresados en el Hospital «tampoco se les dio un tratamiento especial, sino que el trabajo se centró en la búsqueda de los contactos para empezar a tomar muestras en domicilios». En aquellos días, «iba una enfermera en una ambulancia para ver los casos sospechosos».
La propagación pisó el acelerador «hasta que se desbordó». El ritmo al que se transmitía el coronavirus «nos hizo cambiar los protocolos constantemente». Hacia el 14 y el 15 de marzo, el director del complejo hospitalario señala que «se pasó de tener cinco, diez, quince ingresos diarios a cincuenta». «Me preocupaba diagnosticar a tiempo», apostilla. Eso requería disponer de capacidad para realizar PCR en el propio Hospital. Los pacientes quedaban ingresados individualmente para evitar el contagio y ello hizo que el centro se quedara a la mitad de camas. «En treinta años que llevo en este hospital, salvo en momentos aislados de epidemia de gripe, nunca ha habido problemas de camas», matiza. Además, asegura tajante que, a lo largo de la pandemia, «jamás ha habido un solo paciente ingresado que estuviera en el pasillo».
Al preguntarle por los momentos duros en lo profesional y personal, Jorge Elízaga recuerda la conversación de más de una hora que mantuvo con unos familiares que denunciaron que se había dejado morir a una anciana por su edad. «No había una barrera de edad en la UCI, pero es cierto que pesaba mucho entonces en el tratamiento» A su vez, admite la impotencia que sintió en aquel marzo trágico, «algo que fue imposible resolver y que es la espina que me queda, que es que la gente no se pudiera ni siquiera despedir de sus familiares. Aquello fue durísimo».
Por contra, evoca como los momentos más satisfactorios de aquellas fechas que «a partir del 2 y 3 de abril comenzamos a dar más altas que ingresos». «En esos momentos fue cuando me dije que podíamos parar el golpe».
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