Paloma Juárez, segoviana de 25 años que tuvo un trastorno de la conducta alimentaria durante su adolescencia. El Norte

«Me preocupaba lo que pensara la gente de mí y también cómo me veía yo, me sentía muy insegura»

Paloma Juárez, segoviana que tuvo un Trastorno de la Conducta Alimentaria

Berta Jiménez

Segovia

Lunes, 19 de julio 2021, 08:34

Paloma Juárez va a hacer 25 años. Es segoviana pero ahora vive en Tarragona. Sufrió un trastorno de la conducta alimentaria que, como ella misma cuenta, fue una mezcla de bulimia, anorexia y vigorexia. «Fue una adicción a muchas cosas», explica. Aunque ... desconoce el origen exacto de su cambio de actitud, calcula que fue hacia los 13 años, a raíz del fallecimiento de su padre, cuando comenzó a querer controlar su cuerpo «en exceso» y a buscar una perfección en su físico. «Me preocupaba lo que pensara la gente de mí y también cómo me veía yo, me sentía muy insegura», recuerda.

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Se centró tanto en el deporte que incluso hubo un tiempo en el que llegó a ir al gimnasio tres veces al día. «Tenía una obsesión tremenda», admite la joven. También recuerda cómo dejó de salir con sus amigos y comenzó a tener «unos pensamientos negativos enormes», además de controlar «inconscientemente» la alimentación de todos sus convivientes. «Empecé a manipular a mi madre cuando iba a la compra, cuando cocinaba», cuenta Juárez.

En 2019, su familia la llevó a la clínica Ruber Internacional de Madrid. Durante el año anterior, apenas había tenido fuerzas debido a su delgadez y, a pesar de que ella era consciente de que tenía un problema, admite que intentó «arreglarlo» por sí misma. «Yo no quería ir porque no aceptaba realmente que estaba mal», dice. Hasta que un familiar le recomendó a su madre buscar ayuda. «Mi madre me veía mal pero no quería reconocer que su hija era anoréxica», señala.

Cuando le hicieron las pruebas pertinentes, los médicos vieron que pesaba 32 kilos. «Ahí me asusté. Estaba totalmente desnutrida», reconoce. «Me vi mal, súper delgada». No obstante, en ese momento no se quedó en el hospital sino que volvió a casa con una dieta a seguir, y aunque confiesa al principio que no aceptaba la gravedad de la situación, poco a poco se fue dando cuenta: «Mi madre dejó el trabajo para hacerme exclusivamente la comida», explica.

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Pero tras esa semana de prueba con la dieta, el resultado no fue el esperado: había adelgazado. Incluso algunos médicos le alertaron de que «la situación era peligrosa» porque tenía el corazón y el riñón dañados. No hubo más remedio que ingresarla, algo que para ella fue un «alivio» en aquel momento: «No podía más con mi cabeza. Pensé: 'por fin'».

A diferencia de lo que creyó Paloma Juárez entonces, este solo era el comienzo del camino a la recuperación. «Un día vino mi médico y me preguntó si quería ser feliz. Me dijo que el problema no era que yo engordara o no, sino que sacara todo lo que llevaba dentro», recuerda. A partir de ahí, se fue a Barcelona a empezar una terapia en un centro especializado en todo tipo de adicciones. Allí estuvo casi 9 meses, durante los que trató con especialistas los traumas que tuvo en su infancia y las consecuencias derivadas, como la baja autoestima y la mala gestión de las emociones.

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«La anorexia es como una tapadera», expresa tajante. Cuenta que cuando aceptó realmente que necesitaba terapia fue cuando comenzó a aumentar progresivamente de peso. «Tratan de que gestiones tus emociones de una manera racional, y creo que eso fue la clave para que yo saliera de ahí diciendo: 'esto ya va mucho mejor'». Asimismo, cree que las terapias compartidas con su madre y su hermana fueron fundamentales para su recuperación.

Echando la vista atrás, esta segoviana dice que no se reconoce en aquellos episodios. Sigue yendo al psicólogo semanalmente (aunque podía haber acabado ya ha preferido mantenerse en terapia), porque cuando tiene bajones aún le da por pensar en controlar la comida. Pero lo tiene muy claro: «Me parece importante seguir yendo a psicólogo para poder hablar de ello. Si tienes una recaída y has dejado la terapia, puede ser que no te encuentres tan fuerte», dice.

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«Cuando has sufrido algo así, tienes que estar muy pendiente de cómo vas a gestionar cuando estas mal, porque al final los pensamientos de una persona anoréxica son muy adictivos y te acostumbras a tener un control de la comida y del cuerpo por sentirte bien», manifiesta, y aprovecha para animar a las personas que tengan un problema así a pedir ayuda a su círculo cercano. «Creo que el mayor error es no hacer caso a lo que te está pasando», apostilla.

Los trastornos de la conducta alimentaria son aún un estigma en nuestra sociedad, como apunta la propia Paloma Juárez y los integrantes de ACLAFEBA. Sanz, director de la asociación, piensa que en la sociedad ahora mismo predomina una gran «ignorancia» sobre el tema, aunque asegura que en los últimos tiempos se habla más de los TCA y se están visibilizando de alguna manera. Paloma Juárez insiste en que esto «se debería normalizar porque es un problema que puede tener cualquiera». «Si la sociedad consigue normalizar los TCA, las personas que los sufren van a tener más facilidad para pedir ayuda», concluye.

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