Aquellos segovianos que hicieron las Américas
CUÉLLAR ·
Juan García Méndez, patrocinador de la capilla de los Pardo de la iglesia de San Miguel, participó en el comercio del Galeón de Manila y se enriqueció como mercader en MéxicoCUÉLLAR ·
Juan García Méndez, patrocinador de la capilla de los Pardo de la iglesia de San Miguel, participó en el comercio del Galeón de Manila y se enriqueció como mercader en Méxicojosé ramón criado
Domingo, 13 de septiembre 2020, 12:13
Las historias pequeñas también merecen ser contadas y más si no se hizo antes. Ese es el caso de la que traemos aquí, que se enmarca en otra historia mayor y que sirve para seguir añadiendo, ladrillo a ladrillo, los elementos que suman en un ... edificio siempre por concluir: la Historia, con mayúscula.
Publicidad
En la iglesia de San Miguel de Cuéllar hay una capilla conocida hoy como de los Pardo. Cuando se nos explica dicha capilla, presidida por un calvario de principios del siglo XVII, se hace su descripción artística y se da el nombre de su fundador, Juan García Méndez. Consta en la lápida fundacional de esta obra. Sin embargo, nada se sabía de la azarosa vida de su patrocinador, un personaje que se enriqueció como mercader en México, participando incluso en el comercio del Galeón de Manila. Aparecerán más casos, pero tenemos aquí un claro ejemplo de cuellaranos que hicieron las Américas, no como conquistadores o funcionarios de su majestad, sino como mercaderes que se enriquecieron con esa actividad.
Pionero segoviano navegando por el océano Pacífico fue Iñigo de Grijalva. Después de participar en la conquista de México, se enroló en la expedición de Álvaro de Saavedra Cerón, primo de Hernán Cortés y uno de los primeros exploradores de los mares del Sur. Por encargo de su pariente, Saavedra cruzó el océano buscando nuevas tierras y arribó a las islas Molucas en el año 1528. Pero en los sucesivos intentos para regresar a Nueva España fue desviado por los vientos alisios que lo lanzaban de vuelta al punto de partida. En el cuarto intento naufragó. Hallar la ruta de regreso desde las Filipinas a México fue una asignatura pendiente durante algunas décadas. Hasta que en 1565 el marinero y fraile español Andrés de Urdaneta descubrió el tornaviaje o camino de regreso a Nueva España aprovechando la corriente de Kuroshio, de dirección este. Otro gran aporte español poco conocido a la navegación mundial. Esta ruta establecería la travesía regular entre las Filipinas y las costas mexicanas con el establecimiento del llamado Galeón de Manila.
En lo que toca a la suerte de Íñigo de Grijalva en este viaje, se cuenta que Saavedra lo desembarcó, a petición propia del segoviano, porque se creía morir y lo abandonó en una isla que los nativos llamaban Sarragan. Saavedra tuvo ocasión de volver a dicha isla y se interesó por la suerte de Grijalva. No había muerto y lo habían vendido los nativos; más tarde lo encontraron en Malaca.
Publicidad
De la segunda mitad del siglo XVI hallamos la noticia de que el cuellarano Francisco García había fallecido hacia 1585 en pleno Pacífico cuando regresaba desde la China a México. El seguimiento de tan escueto dato ha permitido establecer la relación entre este navegante y su hermano Juan García como fundadores de la capilla, citada al principio, en la iglesia de San Miguel de Cuéllar.
Los hermanos Francisco y Juan García Méndez fueron hijos de Frutos García y de María Méndez y nacieron en Cuéllar, con poca diferencia, en torno al año 1540. En plena juventud, cruzaron el Atlántico para establecerse en México, la Nueva España, en cuya conquista habían participado otros cuellaranos que les precedieron en ese viaje. Su llegada a tierras americanas está relacionada con la actividad comercial y coincidió con la apertura de la navegación con las islas Filipinas a través de la ruta abierta por Urdaneta. Por ese camino, se estableció un trato directo con el mercado asiático en el que se incluían especias, objetos suntuarios y gran variedad de textiles, seda sobre todo, a cambio de la plata novohispana, muy valorada en el sistema monetario chino. Este comercio con Filipinas se realizaba directamente desde Nueva España, con Acapulco como principal puerto habilitado para este fin, lo que permitió a los mercaderes de México controlar la totalidad del tráfico, desde la importación a la comercialización interior y su exportación a Perú y a la Península Ibérica.
Publicidad
Los hermanos García pertenecieron al grupo de mercaderes establecidos en la Ciudad de México, donde constan como vecinos y donde trabajaron asociados. El hecho de que se cite a Francisco García estante en las Islas de Poniente (Islas Filipinas) confirma que participaran del comercio con Manila, con la presencia física en aquellas tierras de al menos uno de los hermanos, realizando directamente las transacciones. Este comercio de artículos de lujo llegó a convertirse en algo muy lucrativo para los que se dedicaron a él, lo que explicaría el enriquecimiento de los dos hermanos en poco más de dos décadas juntos en México.
La buena fortuna de esta familia en América permitiría a estos cuellaranos acceder a la compra y dotación de una capilla como panteón familiar en una de las parroquias de su villa de origen. Lo que solo estaba al alcance de la hidalguía más destacada y pudiente de la villa.
Publicidad
Al quedar solo por la muerte de su hermano Francisco, Juan García Méndez convocó a sus parientes de Cuéllar para favorecerles y compartir con ellos la hacienda de ambos, pues los indianos no tuvieron hijos. Acudieron a la llamada algunos, los primero Frutos García, su hermano clérigo, y un sobrino. En la solicitud para pasar a América, Frutos exagera haciendo constar que él era pobre y que tenía a su cargo a dos sobrinos. Sin embargo, había gastado buen dinero en contratar un procurador en la corte para que le allanara ese viaje. Esta familia no era hidalga, porque de haberlo sido se habría hecho constar en los informes que presentaron para pasar a América y algunos de los que testificaron lo sabrían porque eran hidalgos.
Consolidadas sus redes comerciales en México, Juan García Méndez, como otros mercaderes, regresó a la metrópoli y se estableció en Sevilla, desde donde seguiría realizando su actividad con América. En la ciudad andaluza pasó los últimos años de su vida e hizo testamento en el año 1600. Sobrepasaba entonces los sesenta años, falleciendo poco después. Sus restos fueron traídos a su villa natal y depositados primeramente en San Francisco y trasladados después a la capilla de San Miguel, cumpliendo así lo ordenado por el fundador.
Publicidad
El poder económico del indiano o perulero enriquecido con su actividad de mercader en México garantizó desde sus orígenes un importante soporte para lo establecido en su testamento. Juan García Méndez había hecho sobre todo dinero, pues las transacciones de productos se realizaban en metálico. Ese capital lo invirtió en la compra de la capilla y en la adquisición de tierras, en el entorno de Cuéllar, y censos con cuyas rentas se sostendría su fundación. Habría una misa diaria en el altar de su panteón, con dos capellanes, preferentemente descendientes de su familia, que se turnaban por semanas y recibían una importante estipendio (102.000 maravedíes repartidos por igual para las dos capellanías en cada año). Financió y gastó dinero en los estudios de sus sobrinos, que aparecen con el título de licenciados y desligándose así sus herederos de la actividad comercial. Los Pardo y Santisteban, establecidos en Valladolid, seguirían utilizando como enterramiento la capilla de Cuéllar.
Hay indicios para pensar que los García Méndez pertenecían a la comunidad conversa de Cuéllar. Su propia actividad comercial no es argumento suficiente. Pero el padre, Frutos García, consta como hombre de confianza y del círculo de Cristóbal Núñez, recaudador del duque de Alburquerque y cristiano nuevo, que le había hecho además su testamentario. Por dicho testamento, se nombra a Frutos García depositario de 300.000 maravedíes para garantizar el casamiento de las tres nietas huérfanas de Cristóbal Núñez. El padre de esas niñas era Cristóbal Suárez de la Concha, perteneciente a otra importante familia conversa de Segovia. Sin embargo, no tenemos la suficiente base documental como para todo lo demás aquí descrito.
Noticia Patrocinada
El ocaso de la fundación vino con las leyes desamortizadoras liberales del siglo XIX ,que declararon libres las tierras vinculadas a las capellanías. Es aquí donde los herederos con más derecho entrarían a poseerlas en propiedad privativa. Los últimos capellanes que las sirvieron fueron, en una, el presbítero Joaquín Perote hasta su fallecimiento en 1838, y en la otra, desde 1828, Esteban Muñoz Labiano (sexto nieto de la hermana del fundador), que la seguía ejerciendo en 1875.
En fecha tan tardía como 1871, Juliana Capdevila e Irene Núñez sostuvieron pleito entre ellas sobre el mejor derecho a los bienes de una de las capellanías fundadas por Juan García, llegando el caso hasta el Tribunal Supremo, que hizo publicar la sentencia definitiva en su día (1876), lo que da idea de la importancia de los bienes vinculados a esta obra pía que fundara el indiano Juan García Méndez.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.