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Paseantes y corredores, esta mañana, guardando las distancias entre unos y otros, en Segovia.

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Paseantes y corredores, esta mañana, guardando las distancias entre unos y otros, en Segovia. Antonio de Torre

Los segovianos cogen carrerilla con cautela hacia la meta final de la desescalada

Corredores, transeúntes y personas mayores salen a la calle y al cinturón verde de la ciudad cumpliendo con las distancias y los horarios establecidos para la fase cero

Sábado, 2 de mayo 2020, 17:51

Ni un ruido en la calle. A las seis de la mañana, que ni siquiera el sol se había desperezado, el silencio de la cuarentena social no se había roto, pero había ventanas con luz. ¿A esas horas? Se intuía movimiento en algunos hogares muy dispersos. Era el día que esperaban muchos segovianos, los aficionados al deporte y los que simplemente querían desconfinarse durante un rato, salir de las cuatro paredes en las que han estado encerrados guardando la cuarentena social y respirar hondo el aire libre y primaveral que regalaba el sábado.

Pasaba la mañana y se intuía el ansia por pisar de nuevo la calle, de sentirse peatón, corredor o ciclista dentro de los márgenes de precaución establecidos por el Gobierno de la nación en esta fase cero de la desescalada.

A las siete y media, muchos de esos aficionados al 'running' ya se habían enfundado las mallas, se habían vestido la camiseta y se habían apretado las zapatillas para lanzarse a la práctica que les ha estado prohibida desde hace cincuenta días. «Primero suave y escuchando lo que te va diciendo tu cuerpo para incrementar el ritmo poco a poco», explicaba David Sanz al regreso de su retorno a los caminos de Palazuelos de Eresma.

Cuenta que, en este municipio del alfoz donde las restricciones por franja horaria no existen debido a las características demográficas, «ha salido la gente y se ha podido correr sin problema, manteniendo las distancias, porque no me he encontrado masificaciones». También porque David, de 45 años, no ha sido de los más madrugadores a sabiendas que en su localidad no se aplica el límite para los 'runners' de las ciudades que va desde las seis hasta las diez de la mañana.

Cuando en las urbes de más de 5.000 habitantes ya estaban de vuelta, él comenzaba su reencuentro con el deporte al aire libre. «Se echaba de menos ya», asegura con la sensación del «deportista que vuelve a jugar después de una lesión». Y si al profesional le recomiendan tiento, David aconseja «sentido común» en esta desescalada para no tener luego que lamentar otro duro confinamiento.

Con cuidado y separación

Como él, cientos de corredores han tomado con cautela las principales zonas que ofrece Segovia para la práctica de esta actividad física y del ciclismo, que los apasionados de las bicicletas también han podido iniciar su particular desescalada. La Alameda de la Fuencisla, en una mañana de sábado templada por el sol, ha recibido con los brazos abiertos y un ambiente primaveral el caudal de corredores y paseantes, porque también los adultos menos dados a los esfuerzos deportivos y más partidarios de caminar sin prisas tenían vía libre para desentumecer el abotargamiento de cincuenta días de reclusión frente a la pandemia.

Se mezclaron pero no se tocaron; se cruzaron pero separados, y se saludaron aun sin conocerse desde la distancia. Desde las ocho e incluso antes, el cinturón verde de Segovia respiró vida de nuevo. También en el circuito de Las Lastras, en el parque del Cementerio, en la carretera de La Granja, en las sendas de las vías naturales o por el Pinarillo. Eso sí, los paseantes pendientes del reloj y de la aplicación que les chiva si se han pasado o no del kilómetro al que deben circunscribir su recorrido; los deportistas, atentos al pulsómetro y la hora.

A las ocho y media, Eva Gómez, de 39 años y vecina de San Lorenzo, tomó el relevo de su pareja, que después de una hora de carrera le cedió el testigo simbólico para iniciar la suya y reencontrarse con las sensaciones del corredor. Admite que antes de volver tenía mezcladas las ganas con las dudas y un cierto miedo «porque somos muchos los que salimos y pensé que podía ser agobiante». Y no falló en su pronóstico porque, según relata, a esas horas había ya mucha gente, «la mayoría solos o como mucho con la pareja pero separados».

Arriba, avenida de Acueducto, abajjo, Nueva Segovia y la Funcisla. Antonio de Torre
Imagen principal - Arriba, avenida de Acueducto, abajjo, Nueva Segovia y la Funcisla.
Imagen secundaria 1 - Arriba, avenida de Acueducto, abajjo, Nueva Segovia y la Funcisla.
Imagen secundaria 2 - Arriba, avenida de Acueducto, abajjo, Nueva Segovia y la Funcisla.

Para despejar esos temores previos, «me preparé el podcast adecuado y me puse la camiseta que más me gusta». Y ya con el equipo 'antimiedos' empezó a andar bajando desde su casa hasta la Alameda del Parral y luego cambió de ruta hacia un itinerario más pedregoso y solitario por detrás del monasterio. Por lo que ha podido ver, «ha habido bastante respeto» a las normas de distanciamiento entre corredores, algo que «de por sí es raro porque por inercia resulta fácil ir cerca de la gente».

Una hora después, dentro incluso de los límites para los meros paseantes, ha regresado a casa «con muy buenas sensaciones», ya no solo por recuperar su afición, sino por el cuidado que ha visto en los corredores con los que se ha cruzado. «He llegado incluso con hambre, algo que no me estaba pasando durante el confinamiento y me he puesto a desayunar».

Al igual que David, Eva ha ido de menos a más y «con precaución», sobre todo porque durante los cincuenta días de reclusión «no había hecho nada de deporte en casa». Añade que durante el encierro obligado por la pandemia del coronavirus, «el cuerpo me pedía más hacer yoga que correr por el pasillo».

Cambio de turno

A las diez de la mañana, toque de queda para los andariegos y apenas quedaban pantalones cortos, camisetas sudadas, rostros jadeantes y zapatillas por las calles de la ciudad. Algunos estiraban antes de meterse en casa. Las separaciones prudentes y los esfuerzos comedidos se habían impuesto a las ansias de salir y a las mascarillas y guantes. El centro se había calmado y las áreas más habituales donde los más deportistas campan a gusto se habían evacuado de 'runners' y ciclistas, que ya esperaban a la mañana dominical para continuar con la escalada de su desescalada deportiva.

El vigor se volvió a recluir, pero la capital segoviana no se durmió. El goteo de transeúntes ha sido mayor que días pasados. Así lo reconocían Fernando, de la panadería Marín, y en el popular quiosco de Manolín. Segovianos con la bolsa de la compra, el periódico y el pan bajo el brazo mantenían el lento y pausado bombeo vital que cada vez suena un poco más fuerte. «Sí se ha notado la salida, sí», apuntaban los tenderos.

Con miedo

La fase cero de «la nueva normalidad», como la definió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, también abre las puertas de las calles a los ancianos de más de 70 años y a personas dependientes que han de ir acompañados. Al envejecido casco histórico segoviano le ha costado volver a las rúas. Más trajín, aunque no demasiado, se veía en otros barrios, como Nueva Segovia, con un vecindario con menos años en el DNI.

Charo, que va camino de soplar 80 velas, ha salido este sábado por primera vez acompañada de su hija, Tati, en estado de buena esperanza. La ilusión de casi octogenaria, más que el paseo y del sol en la cara tapada por la mascarilla, era poder disfrutar por fin de un paseo en compañía de su hija. Así lo reconocía esta vecina del recinto amurallado, que en lo que va de estado de alarma solo había visto la calle para hacer algo de compra.

Fuencisla, de 89 años, coge el brazo de su hijo Miguel Ángel y con la otra mano se apoya en su bastón. Andan despacio pero con alegría porque la anciana es la primera vez que sale desde el inicio del confinamiento. Ni a la compra baja para evitar la amenaza del coronavirus, especialmente cruel con la tercera edad. Confiesa que lo que «más echo de menos es ir a misa y salir». Ganas y vitalidad, pese a su frágil aspecto, no le faltan, que incluso bromeaba con su hijo antes de la salida con que «se iba a echar a correr», revela Miguel Ángel.

Sin embargo, los mayores han cogido miedo al coronavirus. De momento, han preferido no desafiar a la suerte en Segovia y la inmensa mayoría han permanecido en casa, a la expectativa de que la experiencia inicial de la desescalada les dé la seguridad suficiente para recuperar la calle y los deseados paseos perdidos en el confinamiento.

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