Aquel 13 de diciembre de 1474 hacía más frío en Segovia que este sábado, cuando se vivió una templada jornada de principios de otoño.Nada impidió que hace más de cinco siglos los segovianos saliesen a las calles para aclamar a Isabel Icomo su reina. ... Ha pasado mucho tiempo desde aquella fecha, pero las ovaciones se han vuelto a repetir este fin de semana. Decenas de personas acompañaron a la actriz María Castro, que interpretó el papel protagonista, y su comitiva integrada por más de 200 profesionales y voluntarios. La ciudad volvió a acoger su proclamación a modo de conmemoración del aniversario. Tanto residentes como visitantes estuvieron a la altura del histórico acto solemne.
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Igual que sucedió hace 550 años, Isabel la Católica partió a lomos de un caballo desde el Alcázar en dirección al altar en el que iba a jurar su soberanía. En esta ocasión, no se dirigió hacia el atrio de la iglesia de San Miguel como recogen las crónicas, sino que tomó rumbo al enlosado de la Catedral. No iba sola, ya que en todo momento estuvo escoltada por un cortejo formado por nobles que lucieron sus mejores galas medievales, caballeros, monjes y bandas de tambores. Estos fueron los encargados de anunciar las breves paradas realizadas cada cierto tiempo durante el recorrido, las cuales María Castro aprovechó para saludar y agradecer los aplausos de los asistentes.
Se escucharon sendos «¡viva la reina!» y «¡guapa!». Eran muchos los que no dudaban en rendir honores a la figura real y hacer fotos a su paso por el adarve de la muralla. La muchedumbre se agolpó sobre todo a la salida de la fortaleza, aunque algunas de las vistas más privilegiadas se sucedieron por las estrechas callejuelas en la zona del Socorro y en las proximidades de la Catedral.
En la Plaza Mayor la esperaban niños y mayores. Precisamente, fue en este punto donde se bajó del caballo, subió a un escenario y llamó al pueblo de Segovia a seguir sus pasos en la defensa de Castilla. Con una gran sonrisa y cubierta con un manto oscuro de luto —su proclamación se produjo dos días después de la muerte de Enrique IV, su hermanastro—, continuó a pie su camino hasta el interior de la seo. No sin antes despedirse de aquellas personas que le habían trasladado su admiración a viva voz o a través de gestos .
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Antes de acabar el recorrido con origen en el Alcázar, que duró alrededor de 40 minutos, ya eran muchos los que habían tomado asiento en las gradas levantadas en el enlosado existente junto al templo. Allí se desplegó una alfombra roja para albergar una recreación histórica de carácter solemne, donde el comienzo del espectáculo no se hizo de rogar.
Gran parte de la representación estuvo basada en la ficción, por lo que en el escenario se sucedieron músicos, danzantes, acróbatas e incluso un bufón. Una demostración de cetrería deslumbró a los casi 700 asistentes que completaron el aforo y que habían adquirido las entradas con antelación. Muchas personas se quedaron a las puertas para deleitarse con algunas destacadas piezas de canto gregoriano que trasladaron a los espectadores a finales del siglo XV.
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Son muchos los hitos históricos que protagonizaron la escena, como es el dilema de sucesión que dividió los apoyos a favor de Isabel I o Juana la Beltraneja en unos tiempos que eran inciertos. Sin embargo, el público ya sabía con antelación el desenlace de esta disyuntiva. «¿Verdaderamente una mujer podría conseguir lo que tantos reyes no habían podido?», se preguntó uno de los actores. La realidad brinda una respuesta afirmativa. «Isabel no solo gobernó, sino que cambió el destino de Castilla y León».
En ese preciso momento, todos quedaron en silencio y Castro salió con un deslumbrante vestido blanco por la puerta del Perdón. Mantuvo su barbilla firme, muestra del carácter y la fortaleza que definió a Isabel la Católica. Acontinuación, su mirada se dirgió al trono y caminó unos pasos al centro del escenario para jurar ante la Biblia que «guardaré la ciudad de Segovia y sus privilegios, exenciones, buenos usos y costumbres». Asimismo, entregó la vara de la justicia a un actor que encarnó la figura de Andrés de Cabrera, quien fuera alcaide del Alcázar, con el objetivo de garantizar el cumplimiento del compromiso pronunciado.
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