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César Blanco Elipe y Mónica Rico
Segovia | Perosillo
Jueves, 17 de octubre 2019, 07:59
Año 2050. La despoblación ha avanzado y ha vaciado gran parte de la provincia. Quince pueblos sobreviven sin llegar a los diez vecinos empadronados. Son Pajarejos, Cobos de Fuentidueña, Castrojimeno, Villaverde de Montejo, Alconada de Maderuelo, Aldealcorvo, Aldehuela del Codonal, Perosillo, Arahuetes, Ventosilla y ... Tejadilla, Arevalillo de Cega, Calabazas de Fuentidueña, Membribre de la Hoz, Riauguas de San Bartolomé y Bercimuel. En el nordeste, en la campiña y en Tierra de Pinares, el aislamiento de los vecinos es cada vez mayor. Aunque parezca el trailer de una película de ciencia ficción, el panorama está basado en hechos reales, los de las cifras.
La Universidad Católica de Ávila (UCAV) ha presentado recientemente el primer buscador 'on-line' de la evolución demográfica y envejecimiento de los municipios de Castilla y León hasta el año 2050. La institución académica ha puesto esta plataforma al servicio de las administraciones. Este ejercicio de vislumbrar y cuantificar el futuro que le aguarda al medio rural revela un padrón provincial cada vez más menguado.
Subidos en esta 'maquina' del tiempo que propone la UCAV, dentro de treinta años la provincia estaría habitada por 120.629 personas. Un padrón un 21% menor que en 2018, que son los datos que utiliza esta herramienta para tomar impulso hacia el futuro. En estos tres decenios que separan la actualidad del escenario proyectado por la Universidad Católica de Ávila, la provincia perderá casi 33.000 residentes.
beatriz sánchez, responsable del estudio de la ucav
La idea inicial del proyecto era «muy drástica», comenta la doctora Beatriz Sánchez, profesora doctora de la UCAV y responsable del informe: «hacer de vida de los municipios y decir: este pueblo muere en tal año». Finalmente, optaron por «poner las cifras sobre la mesa para ver hasta qué punto las localidades se estaban vaciando». En el panorama que dibuja el estudio no se tienen en cuenta los movimientos migratorios. En caso de que lo hubieran previsto, añade, «en algunos sería peor». «Es casi la mejor estimación posible».
Para llegar a las conclusiones del trabajo, partieron del padrón del INE a fecha del 1 enero de 2018, separada por sexo y grupo de edad, y aplicaron las tasas de fecundidad y mortalidad «al futuro para ver qué pasaba».
Y lo que ocurrirá en Segovia es que la sangría de población no será tan abundante como en otras provincias. De hecho, pese a la caída, es la mejor parada de este estudio. Sánchez expone que «la despoblación de las zonas rurales tiene como primera consecuencia un desequilibrio en la distribución de la población por la concentración de la misma en torno a los grandes centros urbanos del país».
A otro nivel mucho más local, este fenómeno también se observa en la evolución esbozada en el padrón provincial. En 2050 solo doce localidades no habrán perdido vecinos. La inmensa mayoría de estos núcleos se localizan en los alrededores de la capital. Y a la cabeza, Hontanares de Eresma, que estirará treinta años más el crecimiento que ya ha experimentado y que la llevará a tener 2.149 habitantes dentro de tres decenios, lo que equivale a una subida del 53%.
Las otras excepciones que confirman la regla del territorio vaciado son Palazuelos de Eresma, Trescasas, Espirdo, Bernuy de Porreros, Torrecaballeros y Valverde del Majano, todas en el cinturón metropolitano, que se amplía también a Los Huertos y Encinillas, dos poblaciones al norte del término municipal de la capital que se libran de la quema. Y un poco más al norte, Tabanera la Luenga, 'rara avis' por su pequeño tamaño, que pasaría de 51 a 71 empadronados. La capital, por cierto, se deja 11.842 vecinos en el camino hacia 2050.
En ese club de pueblos que ganan padrón también figuran Sequera de Fresno y Grajera, dos núcleos contiguos en el nordeste que se desmarcan de descensos demográficos en localidades vecinas como Boceguillas (que crece hasta 2030 para luego invertir la tendencia), Fresno de la Fuente, Bercimuel o Pajarejos, uno de los pueblos para los que dentro de treinta años sobrarán dedos de una mano al contar su vecindario.
Otro de esos pueblos que se quedarán al borde de la desaparición es Perosillo. Según el estudio, en 2050 su ya escasa población se verá reducida a tres residentes... y muy mayores.
'Serenidad' es el nombre de la escultura que preside la entrada principal. Y las calles casi siempre vacías del pueblo dan fe de esa calma. El autor de la pétrea bienvenida es Juan Velasco, escultor cuellarano que hace años halló su refugio en esta localidad, donde está empadronado y vive la mayor parte del año, cuando no está de viaje o exponiendo. Eligió Perosillo sobre todo por la soledad. «Aquí estoy más aislado y tengo mucho más tiempo para mí», apunta. Su inspiración campa mejor en este entorno, aunque para vender su arte tenga que trasladarse a las ciudades.
El artista explica que Perosillo se ha convertido en un lugar de vacaciones. Tras las fiestas de la vecina Olombrada (el primer fin de semana de octubre), apenas queda nadie hasta Los Santos, cuando muchos vuelven. «Aquí vivimos ocho personas continuamente y viene la gente los fines de semana», aunque él asegura que está «en la gloria».
juan velasco, artista afincado en perosillo
Serenidad, tranquilidad y soledad. El silencio apenas se ve roto por el ladrido de algún perro y por el lejano sonido de un tractor. Persianas cerradas y puertas que no se volverán a abrir en meses.
Una de las escasas viviendas que deja asomar algo de vida es la de María Domingo, nacida en Perosillo, aunque vive en Madrid desde hace más de cuarenta años. Regresa cada verano al pueblo, donde no echa en falta ningún servicio. «El panadero viene cuatro veces a la semana, y el médico un día a la semana; también vienen a vender y traen un poco de cada. Para comprar, vamos a Cuéllar», afirma. Tampoco les falta la misa cada sábado por la tarde.
Una situación similar viven Justina Bayón y Gerardo Herrero. Ella es de Perosillo, pero hace años se trasladaron a Madrid. Comentan, sentados en un banco, la dificultad de encontrar corrillos a diario para juntarse y conversar. Regresan al pueblo cuando pueden, pero lamentan cómo poco a poco se están quedando sin vecinos.
maría domingo, natural de perosillo
Les llama la atención que en treinta años Perosillo cuente con tan solo tres habitantes. «¿En 2050? ...y antes», se pregunta y contesta a sí mismo Gerardo. «Como no nos empadronemos alguno de los jubilados de fuera…», añade.
Muchos vecinos que viven fuera contribuyen para evitar la agonía del municipio. Este año, por ejemplo, entre empadronados y no han comprado una puerta nueva para la iglesia. Harina de otro costal son los inconvenientes. «No hay bar, no hay tienda y hasta hace poco no pasaba ni el autobús», comenta Gerardo. Con este panorama dudan de la supervivencia serena de Perosillo.
Perosillo parte ya con desventaja. Son quince habitantes. En treinta años, la proyección estimada les reduce el padrón un 80% hasta dejarlo en solo tres vecinos. Su alcalde, Roberto Domingo, asume con resignación de que tarde o temprano el pueblo terminará por desaparecer. «Desde arriba no hacen nada y desde abajo no se puede, así que es muy difícil revertir la situación», se queja de la falta de ayudas de las administraciones superiores. El regidor y su hermano trabajan en la ganadería. El resto de vecinos, «salvo un chico que está en matadero de Uvesa (Cuéllar)», son jubilados, que «ven pasar el tiempo y se dedican a recoger sus tomatillos». «El último niño de Perosillo nació hace 37 años y fue mi hermana, que ya no vive aquí, sino en Valladolid», desvela. Al ritmo al que se vacía el pueblo, el regidor no descarta tener que marcharse. No hay bar, ¿e Internet? «Va como un burro cojo», se queja. «Estado y Junta ya pueden ponerse las pilas porque hay muy poco futuro en el campo si solo hacen que poner pegas», advierte. El alcalde les manda un consejo: «no se arreglan los problemas metiéndolos debajo de la alfombra»
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