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Cristian Biosca se subió por primera vez a un globo como periodista para cubrir un festival en Villanueva del Pardillo y cambió su vida: de escribir a pilotar. No tardó en sacarse la licencia de piloto y montar su empresa, Viajar en Globo. El sector ... se divide principalmente en dos ramas: publicidad y paseos turísticos. Optó por la segunda opción y Segovia fue un destino ideal para este madrileño, por la cercanía y por la demanda. «Poco a poco ha ido adquiriendo más relevancia porque tiene muchas ventajas». Tras casi 14 años guiando desde el cielo, destaca la proximidad a la capital como la mayor de ellas, no solo para el viajero de la zona sino para el internacional. A eso suma el clima del que también se benefician los aeródromos o los parapentes. Y la belleza de una ciudad Patrimonio de la Humanidad, con una oferta cultural y gastronómica que enriquece el antes y el después. «Cada vez se vuela más, la cifra de pasajeros va creciendo año a año».
Biosca se formó como piloto en Segovia, el epicentro de los vuelos de una empresa que también opera en Toledo, Salamanca, Aranjuez o Mérida. «Es nuestra zona principal de vuelo porque reúne en un solo lugar las mejores características de todos los demás». El número de operadores, lejos de restar, suma. «Hay más globos volando a la vez, lo que hace más bonita la experiencia».
Los globos son aeronaves reguladas por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, nada que ver con aquellos aventureros nórdicos del siglo XIX que apostaron por el globo como la mejor opción para llegar al Polo Norte, una quimera que pagaron son sus vidas. El curso de piloto tiene un temario con nueve asignaturas teóricas –meteorología, conocimiento de la aeronave o factores humanos– y una parte práctica, con 16 horas de vuelo. Así se obtiene una licencia privada, de uso particular; la comercial requiere experiencia y aprobar un nuevo examen. «Así va creciendo la capacidad del piloto para llevar globos cada vez más grandes, con más pasajeros y más responsabilidad».
La licencia D, la de mayor rango, habilita para llevar los más grandes que hay en estos momentos, que llevan a 19 pasajeros. «Casi todos los operadores de Segovia tienen algún globo de esa capacidad». Pura rentabilidad: a más espacio, más clientes para el mismo vuelo. Independientemente del tamaño, el espacio de los pasajeros no varía. «Siempre van viendo hacia afuera. No cambia la experiencia, simplemente la compartes con más gente». Reciben una charla de seguridad con la posición en la que deben colocarse para el aterrizaje e instrucciones similares a las de un avión. «Son cosas bastante lógicas como no fumar o no arrojar nada al suelo».
Los globos segovianos han sido testigos de bodas, despedidas de soltero, peticiones de matrimonio o mujeres que informaron sobre el aire a su pareja de que iban a tener un hijo. «Se forma muy buen ambiente», afirma. La mayoría de los operadores son empresas madrileñas. La demanda de pilotos supera a la oferta; cada una tiene entre tres y cuarto de media; en total, una treintena. «Muchas veces nos toca recurrir a pilotos de otros sitios. Ahora mismo hacen falta pilotos. El problema no es hacer el examen, sino que requiere bastante tiempo de formación». Dos o tres años de rodaje para llevar esos globos grandes.
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