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Patio de acceso al convento de Santo Domingo el Real, situado en la calle Capuchinos Alta, en el casco antiguo de la capital. óscar costa
Segovia ha perdido casi el 40% de las monjas de clausura a lo largo de los últimos diez años

Segovia ha perdido casi el 40% de las monjas de clausura a lo largo de los últimos diez años

Los conventos de la diócesis han pasado de tener 145 religiosas en 2012 a 90 en 2021, que serán menos cuando cierre San Vicente el Real

Carlos Álvaro

Segovia

Miércoles, 30 de marzo 2022

Las monjas cistercienses que habitan el convento de San Vicente el Real ya saben que tendrán que trasladarse a Madrid. Así lo ha decidido la comunidad. Alguna no puede valerse por sí misma y todas tienen una edad muy avanzada. Cuando llegue el momento (quizá sea en verano), habrá cerrado sus puertas el monasterio más antiguo de Segovia, con más de once siglos de existencia, edificio que, por otra parte, está declarado Bien de Interés Cultural. No hace mucho que se fueron las hermanas franciscanas de la Tercera Orden Regular (TOR), las llamadas juaninas, dejando vacío el convento de San Juan de Dios, ubicado en la calle de los Desamparados, y también está reciente la marcha de las clarisas de San Antonio el Real, otra joya arquitectónica que sigue cerrada al culto.

La vida contemplativa parece, pues, debilitarse poco a poco en un mundo cada vez más secularizado y con estímulos de diversa índole poco favorables al florecimiento de las vocaciones. Según datos facilitados por el Obispado de Segovia, la diócesis ha perdido casi el 40% de las religiosas de clausura durante los últimos diez años. Si en 2012 había 145 monjas residiendo en los distintos cenobios segovianos, en octubre de 2021 eran 90. La curva descendente no deja lugar a la duda: la vida contemplativa no cotiza al alza en la sociedad del siglo XXI. «Es el mismo descenso que están experimentando todas las diócesis de España y que afecta, sobre todo, a las congregaciones que podríamos llamar históricas, que existen desde hace muchísimo tiempo. A la diócesis le entristece la pérdida de la vida contemplativa, de vida religiosa al fin y al cabo», afirma Juan Cruz Arnanz, vicario de Evangelización, Educación en la Fe del Obispado de Segovia.

El cierre de San Antonio el Real y San Juan de Dios supuso la pérdida de 8 religiosas (3 clarisas y 5 franciscanas), pero el marcado descenso de la población conventual no viene dado por el cierre de estos dos conventos, sino por la fuga paulatina de población, en la mayoría de los casos debido al fallecimiento de las hermanas. «La mayoría de las religiosas son muy mayores. Hay excepciones, por ejemplo en las dominicas, que son algo más jóvenes, o en las clarisas de Rapariegos, a cuyo convento se incorporaron, no hace muchos años, algunas religiosas jóvenes procedentes del Índico», recuerda Arnanz. Lo ocurrido en San Vicente el Real retrata bien la situación: el reducido número de religiosas cistercienses que lo habitan (en enero falleció una de ellas) hace inviable el mantenimiento de la casa, y la comunidad a la que pertenecen gestiona ya el traslado a Madrid.

La diócesis tiene trazado el diagnóstico y conoce las causas. La falta de vocaciones está siendo demoledora. «Todo responde a la realidad que vivimos. Porque, ¿qué significa la vida religiosa contemplativa hoy día, en una sociedad en la que todo tiene que estar bajo el signo de la productividad y el rendimiento? La vida contemplativa es una vida escondida en un mundo en el que se lleva todo lo contrario, exhibirse, y por otro lado estamos hablando de un compromiso vital. Muchas de las religiosas que habitan en nuestros conventos tienen alrededor de 80 años y llevan más de 60 en clausura. Esto no es fácil de entender en un mundo como el actual», expone el vicario. La secularización y el individualismo de la sociedad son factores que tampoco ayudan a las personas a decantarse por llevar una vida espiritual y compartida.

«El aspecto demográfico cuenta. La caída de la natalidad influye. Cada vez hay menos familias que tienen más de uno o dos hijos. Esto no deja de ser un añadido», observa Juan Cruz Arnanz. No obstante, algunas congregaciones sí están recibiendo nuevos miembros. Suelen ser las más jóvenes. «Tampoco se trata de mirar estos datos con desesperanza. En Segovia hay muchas comunidades presentes, y que se vayan unas no debe hacernos olvidar que hay otras que siguen y debemos valorar, tenerlas un poco más presentes, porque están muy olvidadas por los propios cristianos». Arnanz destaca el esfuerzo que el Obispado hace para buscar otras congregaciones que mitiguen la hemorragia. Así, en los últimos años, han llegado a Segovia las oblatas de María Inmaculada, con residencia en San Cristóbal de Segovia, o las carmelitas samaritanas del Corazón de Jesús, que se instalaron en 2020 en la casa rectoral de la Fuencisla, aunque en ambos casos se trata de religiosas de vida activa, no de clausura.

Oración y trabajo

Vida contemplativa no es sinónimo de inactividad. El 'Ora et Labora' que instituyera la regla de San Benito, padre del monacato occidental, sigue siendo el eje de la vida monástica. «Es cierto que en la mayoría de las comunidades, las religiosas son ya muy mayores y algunas no pueden valerse por sí mismas, pero se han pasado la vida rezando y trabajando, ganándose el sustento. Mantener un convento ya implica un trabajo. Unas han derivado su actividad a la encuadernación de libros –como las dominicas– o la repostería; otras, como las clarisas de Rapariegos, se dedican a hacer formas... Siempre han sabido que tienen que ganarse la vida. Ahora, las mayores cobran una mínima pensión. Y también sigue habiendo bienhechores que saben descubrir el valor que la vida contemplativa tiene para la Iglesia y las ayudan con donaciones», señala Arnanz.

El cenobio de San Vicente el Real es el más antiguo de los que se conservan en Segovia. Al menos once siglos lo contemplan. Al abrigo de los cerros del Parral y La Lastrilla, el inmueble que lo acoge tiene aspecto de caserío, e incluso de aldea, pues se trata de un conjunto de edificios independientes. La iglesia está rodeada de construcciones de distintas épocas, levantadas con materiales anteriormente empleados. Una inscripción desvela que en ese mismo lugar hubo en el siglo II de la era cristiana un templo dedicado al dios Júpiter, destruido a causa de un incendio, y que hacia el año 919, es decir, en pleno siglo X, ya estaba el nuevo edificio consagrado a San Vicente, «el cual ha permanecido desde inmemorial convento de vírgenes consagradas a Dios bajo la regla de San Benito, hasta que a instancias del rey don Alfonso VII, llamado el Emperador, se vistieron del Císter».

El cierre definitivo de edificios históricos es una de las consecuencias que el cese de la actividad en los conventos conlleva. Y las congregaciones lo saben. En el caso de las juaninas, la orden llegó a un acuerdo con el Obispado para la cesión, y la casa sigue en uso, en este caso gracias a la actividad de la Junta de Cofradías y Cáritas Diocesana, que han instalado en ella sus dependencias. En relación con San Vicente el Real, no hay nada decidido. «Las congregaciones tienen autonomía para decidir. En este caso, ellas saben que no es un edificio cualquiera. Suponemos que lo están valorando y encontrarán una salida», afirma el vicario.

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