Segovia desborda fantasía

Desde el mismo anuncio de su celebración en las fiestas –tras su aplazamiento por el mal tiempo en Navidad– el evento captó la atención de los segovianos, que querían disfrutar de un actividad nunca antes vista en la ciudad. Por eso, las tormentas caídas durante la tarde hicieron temer a más de uno –incluido al alcalde– por el vuelo de las aeronaves. Por suerte, las nubes se disiparon y a las ocho de la tarde ya había decenas de personas en el entorno de la Vera Cruz.

Sin pretenderlo, la cita se convirtió en un acto capaz de dar identidad a las fiestas a la ciudad. Segovianos de todas las edades y todos los barrios acudieron a la vertiente norte del Alcázar para pasar una tarde noche en la que los drones eran tan solo la excusa. Como si de la pradera de San Isidro se tratase, no fueron pocos los grupos de amigos o las familias que se instalaron con su sillas de campo, su manta y su merienda y su cena. La temperatura era espectacular y el escenario, a falta de los drones, difícilmente mejorable, con el imponente Alcázar y todo el paño norte de la muralla de Segovia.

Con el paso de los minutos las lanzaderas desde la plaza de Artillería bajaban hasta San Marcos cada vez más llenas. Encontrar un buen sitio cada vez era más complicado, por lo que había que tirar de imaginación. En los arcenes de la carretera, encima de las piedras, en la parte trasera del restaurante San Marcos o en las inmediaciones de la senda del asombro. Todos fueron buenos lugares para presenciar un espectáculo que también se pudo observar desde Zamarramala. Las calles del barrio incorporado, uno de los mejores miradores de la ciudad, también se llenaron con miles de segovianos.

A partir de las diez de la noche la música, tranquila, empezó a sonar para ir dando al ambiente un punto de magia. El público entraba en calor y esperaba a las 22:30 horas, el momento marcado para el inicio del espectáculo. Un dron generó las primeras miradas de expectación. Era una falsa alarma, ya que se trataba de la aeronave que iba a grabar el espectáculo desde el cielo y que promete dejar imágenes espectaculares.

Unos minutos más tarde el enjambre de drones se iluminó en el entorno de la plaza de la Reina Victoria Eugenia. Desde ahí se desplazó varios metros, abandonando el casco urbano para sobrevolar todo el valle del Eresma. Y empezó la magia y la fantasía. Durante alrededor de diez minutos, los drones fueron cambiando su posición y sus colores para ir dando forma a distintas figuras. Algunas, de carácter puramente segoviano, como un castillo de Disney gemelo del Alcázar, el Acueducto, la palabra Segovia o un cochinillo que sobrevoló el cielo. No fue el cerdo volando sobre el Bernabéu que pronostico Toshack cuando entrenaba al Madrid, pero levantó los aplausos de los segovianos. El asombró, sobre todo de los más pequeños, llegó cuando del cielo segoviano llegaron los sonidos de dragones, unicornios o brujas. Toda una fantasía que se repitió a medianoche junto al castillo que inspiró a Walt Disney.

La nota negativa del espectáculo fueron los considerables atascos que se generaron en el entorno del barrio de San Marcos para abandonar la zona tras cada uno de los pases y que hicieron que cientos de segovianos pasaran un buen rato en el interior de sus coches. Además, una única lanzadera desde la plaza de Artillería fue claramente insuficiente, con colas de decenas de personas, muchas de la cuales se quedaron sin poder disfrutar el espectáculo.