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La Gimnástica Segoviana llevó al fútbol, ese deporte de vaivenes emocionales, a su máxima expresión. El equipo que estaba a punto de sumar su séptimo partido seguido sin ganar, que iba a entregar su imbatibilidad en La Albuera, se convirtió dos minutos y medio después ... en una euforia que no cabía en un cuerpo humano. Dos golazos –el del éxtasis llegó en el minuto 97– que cambian radicalmente la inercia y reafirman con pruebas el mensaje de Ramsés Gil: si el equipo tiene que descender, lo hará dejándose el alma. Por el momento, con 15 jornadas ligueras ya en el retrovisor, siguen en territorio de salvación tras obrar el que posiblemente haya sido el final más épico que ha conocido su estadio.
Segoviana
Oliva, Hugo Marcos, Abel Pascual, Rubén, Gabriel, De la Mata, Fer Llorente, Berlanga, Hugo Díaz, Javi Borrego y Davo.
3
-
2
Andorra
Oier, Clemente, Trigueros, Diego Alende, Rodríguez, Sergio Molina, Álvaro Peña, Luismi, Casadesús, Cerdá y Manu Nieto.
Cambios Segoviana: Fernán por Hugo Díaz (m. 69), Diego Gómez por Davo (m.69), Manu por De la Mata (m.76), Tellechea por Hugo Marcos (m.76) y Astray por Borrego (m.76).
Cambios Andorra: Erik Morán por Trigueros (m.58), Álvaro Martín por Luismi (m.58), Lauti por Pau Casadesús (m.58), Almpanis por Cerdá (m.58) y Assane por Almpanis (m.88)
.Goles: 1-0: Fer Llorente (m.50), 1-1: Lautaro (m.61), 1-2: Manu Nieto (m.81), 2-2: Astray (m.95), 3-2: Tellechea (m.97)
Árbitro: Abraham Domínguez Cervantes (Andalucía). Amonestó con tarjeta amarilla a Hugo Marcos y Rubén por la Segoviana; a Trigueros, Cerdá, Luismi y Almpanis por el Andorra
Otros datos: La Albuera: 2.089 espectadores.
Tras el plomizo empate a cero ante el Sestao, La Albuera recuperó los fuegos artificiales. Los partidos sin red, esos empates a dos goles ante la Ponferradina y el Barça B, en los que pudo pasar de todo. Ninguno como el de ayer. El Andorra, de menos a más, tuvo tres balas de plata para matar el partido al filo del minuto 90. Las salvó Oliva; se lamentó en el césped Álvaro Peña, su centrocampista para todo, pero aquel desenlace no podía caber en el peor de sus presagios. La realidad supera a la ficción es una frase que se inventó para días así. El primer club extranjero que visitaba a la Segoviana sobrevivía sin demasiados apuros los seis minutos de descuento, apenas un córner de Astray que pasó sin pena ni gloria por el punto de penalti. Pero llegó el apocalipsis.
El marcador obligaba a la Segoviana a dejarse sus últimos latidos. La exigida zaga del Andorra bloqueó como pudo los remates de Fer Llorente y Fernán, pero no alejó el peligro. En esas, el balón le cayó de espaldas a Astray, que se sacó una media chilena de categoría superior, un gesto ante el que Oier, un portero de mucha clase formado en el Espanyol, solo pudo hacer la estatua. Corría el minuto 94:20 y los azulgranas celebraban en el córner el gol como si de una victoria se tratase. Pero aquello no valía para gente como Berlanga, que invitaba a sus compañeros a volver cuanto antes a su parcela. Había segundos que apurar.
No fue casual que se tradujera en un saque rápido de banda de Berlanga para Gómez. Si hubiera tardado dos segundos más, quizás el colegiado hubiera pitado, pues el reloj superaba ya holgadamente el minuto 96, por mucho que el gol del empate valiera un cierto tiempo de cortesía. La recogió Gómez, que se la acomodó para perfilarse y sacar un centro perfecto al segundo palo. Y el segoviano, aún inédito como goleador, sumó otra asistencia sobre la bocina, como la de Tarazona. Porque allí llegó Tellechea para ganar la espalda a la defensa y definir con un testarazo cruzado al palo largo. Miró al asistente para confirmar que estaba en posición legal y celebró la hazaña, aunque le costó creerse lo que acababa de pasar. Como a la grada, que explotó de nuevo.
Así salta en un suspiro un partido por los aires. El guion de un partido normal analizaba cuánto se compromete en la presión la Sego, que salió Hugo Marcos supliendo en el lateral derecho al sancionado Silva. Davo en punta, Berlanga y Borrego por las bandas y el centro del campo segoviano, con Fer Llorente buscando el pase que desbloquee defensas y Juan de la Mata hilando la salida de balón, con Rubén como central izquierdo ante las bajas de Sergi Molina y David López. No hubo puntualidad ni videomarcador –problemas técnicos–, pero a cambio llegó la nueva megafonía, sonido celestial dados los precedentes. Así las cosas, el saque de honor por el 125 aniversario de la Policía Local dio el pistoletazo a las hostilidades.
El historial reciente del Andorra, con cinco empates en los últimos seis partidos, acreditaba su solvencia, un equipo que madura los partidos, que no se pone nervioso. Fue una primera parte con escaso tráfico en las áreas. Intercambio de centros sin picante y amagos de error, como un pase hacia atrás de Oliva que subió las pulsaciones a más de uno. Empezó mejor la Sego, terminó mejor su rival. Sin más. Porque el partido lo destapó Fer Llorente con un golazo en el sexto minuto de la segunda parte: con todo lo que pasó después, parece una mera nota al pie de página. El balón le llegó a Borrego al balcón del área, sin tener muy claro cómo operar. Así que dio un toque hacia el 14, que la puso de primeras en la escuadra derecha. El empujón moral estuvo cerca de romper el partido en una transición que desembocó en el tiro ya característico de Berlanga: conduce desde la derecha hacia dentro y busca la escuadra. Es difícil rozar tantos golazos sin conseguir ninguno.
Apenas duró diez minutos la alegría, lo que tardó Lautaro en recoger de aquella manera un envío desde la izquierda. Un par de controles de espaldas –en uno pudo tocar con la mano– para ganar la partida a Oliva, darse la vuelta y marcar. El empate asentó al Andorra, más vertical, más confiado, tras un cuádruple cambio. Ramsés sacó toda la pólvora que tenía en el banquillo en un síntoma inequívoco de que quería los tres puntos, pero llegó el 1-2 en una transición perfecta: tres toques, tres líneas rotas. El cofre lo abrió Almpanis, que convirtió el control en asistencia para Manu Nieto, que resolvió sin piedad el mano a mano.
Pero su felicidad fue efímera. Aunque no mató el partido, lo cierto es que el Andorra hizo los deberes, perdiendo tiempo en el córner rival, dejando que su portero gastase los segundos. Llegó el empate, se revolvió en busca de recuperar el tesoro perdido y se marchó sin nada. El duelo de pizarra fue suyo, pero el partido de las emociones lo ganó la Sego.
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