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¿Ha merecido la pena? No es una pregunta que Gloria Moreno haya removido demasiado en su cabeza porque en el fondo sabe que la respuesta es afirmativa; pero cuando se conoce su historia casi cainita –y todavía sin escribir el punto y final– es ... inevitable plantearle el interrogante. Cuántos sacrificios personales y familiares; cuántos esfuerzos; cuánta exigencia y disciplina; cuánto deber cumplido, y cuántas lágrimas hasta conseguir ingresar en la Guardia Civil. Fue hace trece años cuando se 'graduó'; pero a esa vocación de servicio todavía le quedaba por superar más aflicción y sufrimiento.
Incluso se sobrepuso al dolor físico, como cuando la sargento de raíces segovianas (más concretamente de Olombrada) se rompió la clavícula como consecuencia del duro entrenamiento al que se sometió para acceder al Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) del Instituto Armado.
Sin embargo, todos esos suplicios y satisfacciones inherentes al camino hasta conseguir la meta son nimios con el pesar que producen la decepción, la desilusión y la traición de quienes crees que son tu familia en el Cuerpo pero solo pretenden hundirte. Su calvario empezó cuando Gloria Moreno, con el orgullo de haber logrado el sufrido ascenso a sargento, fue destinada a Canarias para dirigir el Destacamento del Seprona en Lanzarote. Fue un reconocimiento envenenado por todos los acontecimientos que han sobrevenido después y que la guardia civil nunca podía haberse imaginado cuando aterrizó en la isla.
«Han hecho informes falsos para expedientarme y he sufrido el abuso de poder de mandos superiores», resume lo que han sido los últimos dos años en su puesto. Tras los triunfos en los tribunales frente a la ofensiva infatigable de acoso e intento frustrado de derribo, Gloria Moreno confiesa sentirse «bastante mejor que hace dos años», que es cuando comenzó todo el suplicio. «He limpiado mi honor, mi nombre y mi imagen», asevera con serena rotundidad. Le pusieron zancadillas y se ha levantado más fuerte.
Cuando la sargento empezó a trabajar en su destino isleño y combatir los desmanes medioambientales que allí se producían «lo primero que trataron de hace fue desacreditarme». «He sufrido una constante desautorización», insiste la sargento del Seprona. Gloria Moreno reconoce con la paz que proporciona el deber cumplido que en estos dos años en los que poco menos que la han querido enterrar bajo los expedientes disciplinarios abiertos contra ella, a cada cual más grave, «me he esforzado por sobrevivir».
Madre de una niña de tres años, «he estudiado, he entrenado duro y he trabajado lo mejor que he podido, ¿y para qué me ha servido? He sentido que me ha servido para crearme enemigos» cuando tenían que ser aliados y compañeros. A pesar de todos los tragos amargos que ha tenido que pasar, ahora saborea la tranquilidad servida por la razón que le otorga la justicia, aunque todavía tiene flecos pendientes. Dos, concretamente.
Esos asuntos se refieren a sendos expedientes disciplinarios iniciados contra ella por faltas muy graves. Si al final siguen los mismos derroteros que los otros seis procesos a los que se ha tenido que enfrentar la sargento del Seprona, correspondientes a cinco expedientes porque uno de ellos se retomó después de que se dejara caducar, Gloria Moreno habrá salido victoriosa de todos los intentos, que han sido muchos y por varios frentes, de menoscabar su carrera y su honor.
Han transcurrido dos años interminables de litigios y de «falsedades sobre mí», pero la guardia civil no termina de saber el porqué de la «persecución y el acoso» que ha padecido. «No alcanzo a saber las razones de tanta animadversión contra mí», se repite de vez en cuando intentando descifrar los desencadenantes de las enemistades peligrosas que le han sobrevenido desde que inicio a ejercer su deber en Lanzarote como jefa de la Demarcación del Seprona en esta isla.
Fue la primera mujer que ocupaba este puesto y la única en una unidad enteramente masculina.
¿Pudo ser por el machismo que impera aún en la Guardia Civil, pese a la apertura y la creciente presencia de la mujer? Gloria Moreno no cree que sea la principal causa de la persecución que padece. Sin embargo, matiza que hay posos, conductas y reminiscencias que deducen un halo machista en ciertas instancias del Cuerpo que se hacen «inaguantables». «Lo he percibido sobre todo en los compañeros más mayores, si bien los jóvenes no tienen esos comportamientos», apunta.
Su andadura al frente de la unidad lanzaroteña comenzó con una valiente operación, más que nada porque en los años anteriores no se habían ejecutado dispositivos como el que desencadenó todo. Fue en septiembre de 2015. Bajo su dirección, el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil sorprendió en el conocido como islote de Alegranza, dentro del Parque Natural del Archipiélago Chinijo, a diecinueve personas cazando y friendo pardelas, ave especialmente protegida. Hasta entonces nadie había llevado a cabo en la isla una operación como la de la sargento Moreno, tanto por la cantidad de implicados, como por su estatus.
Los furtivos eran figuras conocidas de la élite social y económica canaria. Aquella intervención terminó en los juzgados y con diez condenas por caza ilegal, algo que en Lanzarote no había pasado en los siete años anteriores, pese a ser una práctica habitual por el valor culinario que la clase alta canaria concede a esta ave.
A partir de ahí, Gloria Moreno revela que «han querido eliminarme de Lanzarote e incluso han deseado que me marchara o me echaran de la Guardia Civil». Su concepto del deber y de la honestidad chocó las prácticas ilícitas a las que estaban acostumbrados en su primer destino como sargento.
«Si en España hay 1.400 personas imputadas por corrupción, en Lanzarote se juntan doscientas», revela. «Desde el operativo, pasé de tener unas relaciones cordiales a que todo se convirtiera en una hostilidad que fue creciendo», relata Moreno. «Me dejaron de hablar, me lanzaban miradas, me hacían el vacío...», todo para hacerle sentir lo más incómoda posible y para presionarla para que abandonase el puesto. «Mi jefe me llegó a decir que mis compañeros no querían trabajar conmigo; pero para esos agentes la jefa era yo decidía cómo tenían que funcionar», comenta con entereza.
No consiguieron doblegarla entonces con todos esos gestos, mezcla de indiferencia y amenazas, y pasaron a la ofensiva de los expedientes disciplinarios ordenados por mandos superiores. «Preferían que fuera yo», añade, al mismo tiempo que defiende «la forma legal de trabajar» que ha guiado sus pasos en la Guardia Civil.
«Han intentado que me arrepintiera; pero no, porque tengo clara la premisa de que todos somos iguales ante la ley», incide la sargento del Seprona, quien agradece el apoyo que ha recibido de numerosos colectivos que han arropado y ensalzado su valentía y su determinación por hacer cumplir la ley frente a la corrupción instalada. También ha encontrado el apoyo de otros guardias civiles destinados en Canarias y de organizaciones profesionales de la Benemérita; pero sobre todo se emociona al reconocerle a su familia el valor, la comprensión y el respaldo inquebrantable a pesar de la distancia. Los abrazos que le enviaban a casi 2.300 kilómetros desde tierras segovianas también le han ayudado a levantarse en los momentos de dudas.
Gloria Moreno es consciente de que le quedan esos dos expedientes disciplinarios por faltas muy graves que están en fase de instrucción, amén de la querella que su representación legal ha interpuesto contra dos antiguos mandos superiores, ahora retirados, que confabularon para hacerle la vida imposible. «Era desesperante porque se basaban en informes falsos, era víctima de una encerrona y sabía que en ningún momento me iban a dejar trabajar en paz». Sin embargo, cuenta con los precedentes de los anteriores expedientes: unos caducaron sin sanción; otros se han revuelto contra sus promotores, y otras veces ha sido el Tribunal Militar el que ha dado la razón a la sargento.
Ahora, los abogados de Gloria Moreno han recurrido a la vía penal para denunciar a esos superiores por un posible delito de prevaricación y de omisión del deber de perseguir delitos. «Estoy preparada para cualquier ofensiva, no creo que se conformen», intuye la sargento del Seprona. Eso sí, «no he pensado nunca en rendirme porque no he hecho nada de lo que me arrepienta», concluye firme Gloria Moreno. Así que, si se pregunta si ha merecido la pena aguantar este calvario, la respuesta es un 'sí' tan alto y claro como su concepto de la moral y la ética.
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