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Antonio Prieto, ayer, en el segoviano barrio de San José. Antonio de Torre
Coronavirus en Segovia: «Salí de la UCI hecho polvo y no sabía andar ni escribir»

«Salí de la UCI hecho polvo y no sabía andar ni escribir»

Antonio Prieto, que acaba de cumplir 50 años, está aprendiendo a vivir de nuevo: «Aún no puedo mover dos dedos, tengo la pierna derecha dormida y sufro vértigos»

Carlos Álvaro

Segovia

Lunes, 13 de julio 2020, 07:53

El 31 de marzo, cuando acudió al Hospital General de Segovia porque «no podía más» y le diagnosticaron una neumonía bilateral, Antonio Prieto no era todavía consciente del calvario que se le venía encima. Por suerte, puede contarlo; otros que ingresaron con idénticos síntomas se quedaron en el camino. Tres meses y medio después de aquel aciago día de primavera, este vecino de San José sabe que ha vuelto a nacer, aunque le está costando Dios y ayuda aprender a vivir de nuevo. «Voy poco a poco», dice.

«Empecé como todo el mundo, con fiebre y tos, mucha tos. Estuve encerrado en una habitación seis días, en casa, pero mi estado empeoraba, me dolía la cabeza, las piernas no respondían y no podía ni hablar, porque tenía la tráquea cerrada. Mi mujer me llevó al hospital, me hicieron una radiografía y vieron que tenía neumonía. El ingreso fue automático, primero en planta, día y medio, y después en la UCI, donde me durmieron e intubaron. A los dos días, como no respondía a la medicación, decidieron enviarme a Valladolid. En la UCI de Valladolid estuve catorce jornadas y después, en planta, diecisiete o dieciocho más. En total, con la cuarentena que guardé en casa cuando me dieron el alta, pasé casi sesenta días enfermo y apartado de mi familia. Fue horrible».

Por supuesto, Antonio, entrenador de fútbol base en el Unami y empleado de la empresa Ontex, no se enteró de nada mientras estuvo sedado. La cruda realidad vino después. «Salí de la UCI hecho polvo. Cuando desperté, no sabía qué pasaba, estaba atado y no podía moverme. Mi cuerpo no reaccionaba y tenían que trasladarme con grúas porque me había quedado completamente agotado, sin fuerzas. Un fisioterapeuta trabajó conmigo hasta que dejé el hospital y a duras penas pude salir de allí andando, aunque, en realidad, he tenido que aprender a caminar de nuevo. Estando ya en casa, en plena cuarentena, tuve que anotar un número que me dictaban por teléfono y mi mano no respondía, no sabía escribir, solo hacía borrajetas. He tenido que practicar todos los días para recuperar esa habilidad», relata Antonio, que acaba de cumplir cincuenta años.

El proceso es largo. De hecho, Prieto sigue en situación de baja laboral porque tiene secuelas. Las sesiones de fisioterapia y los paseos ocupan ahora su tiempo en activo. «Estar tantos días en la UCI como yo he estado –casi veinte entre Segovia y Valladolid– te deja trillado. Todavía no puedo mover los dedos anular y meñique de la mano izquierda, probablemente por la postura que tuve en la cama. Tampoco siento la pierna derecha, a la altura del fémur, y sufro vértigos. Lo estoy trabajando a base de fisioterapia y voy mejorando, pero los médicos me han dicho que pueden ser dos, tres o cuatro meses lo que mi cuerpo tarde en despertar completamente», explica. Otra recomendación médica que Antonio ha recibido es la de escribir, escribir mucho. «Empecé a hacerlo durante aquellos primeros seis días que estuve en casa, enfermo, antes de ingresar, y he seguido después, en cuanto he podido recuperar la habilidad. Me ha salido una especie de diario en el que cuento la evolución que he tenido, lo que he sentido, y dejo algunas reflexiones. No sé si la gente se hace idea de lo letal que es esta enfermedad». Su experiencia es interesante y deja claro que quien enfermó de coronavirus y acabó falleciendo en una UCI apenas se enteró de ello: «El enfermo no se da cuenta de la gravedad. Llegas al hospital, te diagnostican, te bajan a la UCI y te intuban. Como te inducen el coma rápidamente, todo ese periodo malo, que es cuando más grave estás, no lo pasas. Quienes lo pasan mal son los familiares, que no pueden acceder al hospital, no saben lo que va a pasar contigo y esperan día tras día que el médico les diga. Sé que ha sido duro para mi mujer y mis hijos. Uno de ellos, además, acaba de examinarse de la EBAU y ha tenido muchas dificultades para concentrarse en el estudio debido a la incertidumbre».

Cuando despertó, Antonio fue tomando conciencia y analizando lo ocurrido. «Ahora les digo a todas las personas con las que voy hablando que tengan muchísimo cuidado, que en cinco días me pude morir. Y no tenía cincuenta años cuando me pasó, que los acabo de cumplir ahora, hace una semana, y si me descuido un poco no los cumplo. Sé de gente conocida que ha fallecido. Quintín Grande, directivo del Unami CP, estuvo ingresado en el mismo sitio que yo, incluso por las mismas fechas, y no pudo superarlo. Tenía cincuenta y siete años. El coronavirus no hace distinciones de edad. Quizá dependa de cómo te coja, si estás más débil o más flojo», reflexiona Antonio, preocupado por la actitud de muchos jóvenes que parecen ajenos a la gravedad del momento: «Los jóvenes se creen inmunes a la enfermedad y no lo son. No se dan cuenta de que pueden perjudicar a sus familiares, a sus mayores, porque es un virus que se transmite con mucha rapidez. La gente debe concienciarse. Esto no es ninguna broma».

Antonio Prieto sigue a pies juntillas las recomendaciones de las autoridades sanitarias y siempre lleva mascarilla, aunque se despoja de ella un instante, para posar ante el fotógrafo a las puertas del Centro Cultural San José. «No la necesito porque durante el tiempo que he estado peleando con el bicho he generado tantísimos anticuerpos que estoy muy protegido, pero la llevo por responsabilidad. Practico con el ejemplo y cada vez que salgo de casa me la pongo. Es necesaria. Ya no es por lo que a ti te pase, sino por el daño que puedas ocasionar a los demás», subraya. Él acepta el destino de buen grado y da gracias a Dios por estar vivo. Comprende, además, lo difícil que fue para los sanitarios llegar a todo, pero sabe que podía haber sido muy distinto si la atención hubiera llegado antes. «Mucha gente estaría hoy viva».

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