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Estudiantes durante una jornada de trabajo en una de las salas de estudio de la capital, situada en el barrio de La Albuera. ANTONIO TANARRO

Las salas de estudio, en la rutina propia de junio

Las medidas de seguridad adoptadas y la necesidad de huir de ciertas distracciones del hogar, como la nevera, hacen que muchos estudiantes aún prefieran compartir estos espacios, a pesar de la crisis sanitaria

Laura Lopez

Segovia

Domingo, 13 de junio 2021, 12:24

En la capital segoviana hay cuatro salas de estudio municipales: La de San José, en la calle Tomasa de la Iglesia; la de San Lorenzo, en el camino de la presa; la de La Albuera, en la calle Bomberos y la Casa de la Lectura, en Juan Bravo. Por otro lado, los vecinos también pueden acudir para las mismas funciones a la sala habilitada en la Biblioteca Pública, situada en la calle Los Procuradores de la Tierra y gestionada por la Junta de Castilla y León.

Después de la primera ola de la pandemia, que obligó a que estos espacios permanecieran cerrados durante varios meses, la sala de estudios de la Biblioteca Pública abrió el 1 de julio y las municipales, el 17 de agosto de 2020. Eso sí, todas con una reducción considerable de aforo y las nuevas medidas de seguridad a rajatabla, como la distancia social, el uso de gel hidroalcohólico y el uso de mascarilla.

La sala de San José fue la que vio reducida su capacidad en mayor medida, un quince por ciento (de 160 plazas a 24). La Casa de la Lectura rebajó a la mitad sus vacantes, de 24 a 12 y en San Lorenzo, a poco menos de un cuarto, de 100 a 24. La sala ubicada en el barrio de La Albuera no ha sufrido apenas variación, al pasar de acoger 50 a 48 estudiantes. La variación en las restricciones entre unas y otra responde al tamaño de cada sala y la disposición de las mesas y sillas, factores que brindan diferentes posibilidades en función de cada espacio.

En el caso de la Biblioteca Pública, actualmente hay disponibles 18 puestos estándar, uno reservado a investigadores y siete con acceso a un ordenador, lo que supone un 33% del aforo habitual. La normativa de la actual fase tres permite un aforo de hasta el cincuenta por ciento, pero en el centro han optado por la prudencia. «Preferimos ser cautelosos con las medidas», señala Roberto García, el director de la Biblioteca. De hecho, en un primer momento, fue permitido el acceso a algunas personas más, pero finalmente se amplió la distancia entre puestos para garantizar aún más seguridad.

Si la situación epidemiológica mejora y Castilla y León pasa a nivel de alerta dos, las medidas de las salas se adaptarán conforme a las nuevas recomendaciones como han hecho hasta ahora, según ha informado tanto la concejalía de Cultura y la dirección de la Biblioteca. Por ejemplo, en enero, cuando el toque de queda se estableció en nuestra comunidad a las 20:00 horas, las salas municipales cerraban sus puertas a las 19:30 y la Biblioteca a las 19:00 para cumplir con la medida dictada por las autoridades.

El horario de la Biblioteca Pública es de nueve de la mañana a nueve de la noche, con una interrupción de tres a cuatro de la tarde que es usado por el personal de limpieza para desinfectar. En el caso de las salas municipales, las franjas disponibles varían de una a otra y, desde el pasado 17 de mayo, se ha llevado a cabo una ampliación en el horario con motivo de la época de exámenes. La información relativa a cada espacio está disponible en la página web del Ayuntamiento.

Diferentes métodos

La ocupación de las salas es bastante alta, entre el ochenta y el cien por ciento, sobre todo entre semana por la tarde y los fines de semana, y las cifras son similares a la de otros años. En las cuatro salas que dependen del Ayuntamiento, el procedimiento es por orden de llegada pero no suelen formarse grandes filas para entrar. Además, los estudiantes que hacen uso de ellas no tienen que registrar sus datos a su llegada.

En cambio, la Biblioteca Pública funciona con un método de reserva desde que volvió a abrir tras la pandemia, que sirve para dejar constancia de quién comparte espacio en cada momento por cuestiones de trazabilidad, por si hiciera falta realizar un rastreo ante la detección de un caso positivo de coronavirus.

Esta forma de trabajar ha funcionado bien en términos generales, aunque en los primeros meses detectaron ciertos problemas porque algunas personas hacían la reserva y luego no usaban su puesto por diversas razones de última hora y tampoco anulaban la cita. Fue por esto que la Biblioteca instauró un régimen de sanciones a través del cual si un usuario incurre en una falta de este tipo, es castigado con una semana sin poder hacer uso del servicio. Este pequeño cambio ha surtido efecto, según ha informado el director del centro, Roberto García.

Medidas de seguridad

Para las salas de estudio que dependen del Ayuntamiento, la Concejalía de Cultura elaboró un protocolo de actuación para prevenir los contagios de coronavirus en consonancia con las instrucciones marcadas por las autoridades sanitarias. Tales normas incluyen el uso de la mascarilla en todo momento, la desinfección de manos de los usuarios al llegar con el gel que está a su disposición en la sala, y el mantenimiento de la distancia de seguridad, siempre que sea posible, de al menos un metro y medio.

No está permitido formar corrillos ni aglomeraciones de personas dentro de la Sala y tampoco a la entrada, hay indicados unos itinerarios de entrada y salida que han de respetarse en todo momento y, cada vez que se abandona el puesto, es necesario avisar al responsable de la sala para que este desinfecte el lugar. En el caso de la Biblioteca Pública, las normas son muy similares. Entre las medidas de seguridad, su director, Roberto García, precisa que desde la irrupción de la pandemia han tenido que restringir algunos servicios como el de uso de la fotocopiadora o las máquinas expendedoras para evitar posibles contagios por el contacto compartido con estos aparatos.

La Albuera

Uno de estos espacios que se vuelven hogar de algunos estudiantes al menos durante breves pero intensos periodos de tiempo es la sala de estudio de La Albuera, divida en realidad en tres espacios. De lunes a viernes abre a las nueve de la mañana y, unos minutos después de esta hora, ya suelen llegar los primeros estudiantes, la mayoría de los cuales se repiten día tras día. La hora 'punta' de la mañana es sobre las once, cuando suelen coincidir entre 30 y 35 personas, mientras que por la tarde, lo más habitual es que se alcance las 45 plazas ocupadas o se llene, hasta las 48, según ha informado el personal responsable de la sala.

El primero en llegar cada día desde hace un par de semanas suele ser Gabriel: «Estoy aquí puntualmente a las nueve de la mañana y hasta las dos, y luego de cuatro a ocho, más o menos». Necesita todas esas horas de estudio para tratar de conseguir su ansiada plaza en las oposiciones para agente medioambiental de Castilla y León y últimamente en su hogar no consigue concentrarse. «Tengo dos hijas y una es muy pequeñita, tiene dos meses, entonces hasta ahora me ha ido bastante bien en casa, pero al estar aquí estudiando con más gente como que te anima más a seguir», señala.

Este tercer trimestre también ha sido habitual ver a Laura Pastor por la sala un par de veces por semana, aprovechando los ratos que tiene entre clases en el instituto en el que estudia, el María Moliner, donde ha preparado la EBAU una vez que superados todos los exámenes finales.

«Tengo algunas clases sueltas y prefiero, en vez de quedarme en el instituto, que no me concentro mucho, aunque sí que nos dejan alguna clase, pero me concentro más aquí estudiando en la biblioteca», relata. El cumplimiento de las medidas de seguridad le da «tranquilidad», y por las prestaciones, le pone nota «diez» a esta sala. «Aquí se cumple todo, limpian las mesas, abren las ventanas cada equis tiempo y desinfectan todo», comenta.

También un par de veces por semana desde hace más o menos un año pasa por este espacio Carlos Arranz, funcionario de prisiones que prepara una promoción interna, aunque «sin mucha necesidad»: «Vengo muy de vez en cuando, cuando tengo tiempo», apunta. «Esta sala es muy tranquila, a veces vengo aquí y a veces a la de San José, pero esta es tranquila, me gusta, me gusta venir», señala.

«Lo peor es estar con la mascarilla todo el día estudiando, pero vamos, por el resto, lo tienen todo muy controlado. Tienen una máquina de CO2 y controlan un poco los niveles que hay y abren de vez en cuando las ventanas», comenta Arranz, en relación a las medidas de seguridad. En cualquier caso, esta le parece mejor opción que estudiar en casa: «Al final en casa tienes mil distracciones; ahora mismo, entre el móvil, el frigorífico, la televisión… Aquí te quitas un poco todas distracciones, ves el ambiente de otra gente que está estudiando y parece que te motivas un poquito más», señala.

El estudiante de Psicología César Fernández es de los que no falta cada día a su cita en la sala de estudios de La Albuera desde las nueve de la mañana. De hecho, si abriera una hora antes, vendría desde las ocho. No es para menos, pues anda inmerso en los exámenes finales de la carrera y tiene por delante el Trabajo de Fin de Grado. «En casa no me concentro, aquí ves a la gente estudiar y, al final, si coges el móvil lo coges un minuto porque el resto está estudiando también. En casa, entre el wifi, la cocina, la nevera…», comenta acerca de su preferencia por acudir a este espacio público para estudiar.

Además de que él es testigo de cómo la sala toma todas las medidas de seguridad recomendadas, incluida la ventilación diez minutos cada hora, este joven está tranquilo porque las personas con las que comparte sala son sus propios amigos, con los que también pasa su tiempo libre.

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