Una ruta dulce y llena de consuelo
Algunas comunidades de religiosas de la capital encuentran en la venta de repostería su único sustento económico
Laura lópez
Segovia
Domingo, 20 de diciembre 2020, 08:52
Las Carmelitas Samaritanas del Corazón de Jesús en Segovia no elaboran ellas mismas los dulces porque no tienen obrador, pero venden los que hacen las ... hermanas de la misma congregación en la casa de la localidad vallisoletana Viana de Cega. La madre Ana, de 32 años, es una de las cinco religiosasque viven en el Santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla. Desde allí, de manera física o a través de su tienda 'on-line', venden una gran variedad de dulces, desde galletas de mantequilla, almendras o naranja hasta cocadas y, las que más éxito tienen, las claritas, unos dulces tradicionales elaborados con huevo y mantequilla.
Ana explica que la forma que tienen de divulgar los productos para atraer a la gente es mediante el boca a boca o por las redes sociales, gracias a la web que reúne los productos, El Bazar del Convento. Este método de comercio 'on-line' posibilita hacer envíos a toda España, ya que la demanda sobrepasa los límites de Segovia, sobre todo gracias a las personas que los piden desde Madrid. Aunque estas hermanas se hayan digitalizado, las compras presenciales siguen teniendo un peso importante, más o menos la mitad de las ventas se producen por este medio.
La comunidad llegó al convento en noviembre de 2019, y solo cuatro meses después lo hizo la pandemia, lo que afectó, entre otras muchas cosas, a la venta de dulces, que cayó drásticamente: «Se nos pusieron muchas cosas malas», lamenta la madre Ana. Sin embargo, la ciudadanía intervino rápidamente. Según relata, «unas personas muy generosas» –nunca supieron muy bien quiénes- iniciaron una campaña de difusión por WhatsApp para pedir ayuda para la comunidad y funcionó: «La gente respondió muy bien, el verano fue muy bueno en ese sentido», explica la religiosa, quien reconoce que ahora, a pesar de que se acerca la Navidad, las ventas están un poco más paradas en comparación a este periodo estival.
La razón por la que se confeccionan y comercializan estos dulces es porque se trata de prácticamente la única forma de sustento de la comunidad. Además, cuando las personas acuden de forma presencial, esta venta puede servir para evangelizar: «La gente ha venido espiritualmente destrozada, cada uno con su historia, y nosotras les hemos apoyado, les hemos escuchado y les hemos dado mucho cariño, y después demos rezado mucho por cada uno de ellos», señala la joven.
Cuando las personas se acercan a comprar los dulces, es prácticamente la única oportunidad que tienen estas religiosas de clausura, de 23, 26, 32, 35 y 50 años, de comunicarse con sus vecinos: «La gente te ve y te hace preguntas, como '¿por qué eres monja, con lo joven que eres?'» reproduce, divertida, la madre Ana. «Ahí yo les tanteo un poco y veo si son creyentes o no, pero la respuesta suele ser siempre la misma: 'Porque me enamoré de Dios, sentí que Dios me llamaba a ser suya y… aquí estoy', concluye.
Otra comunidad de religiosas conocidas por la confección de dulces en Segovia son las Hermanas Concepcionistas Franciscanas, que viven en el Convento de la Inmaculada Concepción, en la calle Licenciado Peralta. Su fama se debe en parte a la participación de dos de sus hermanas, sor Liliana y sor Beatriz, en el programa 'Bocaditos de cielo', que se emitía todos los martes en Canal Cocina hace unos años, y también a la publicación de libros en los que compartían sus recetas. En estas fechas, la comunidad se encuentra dedicada al cien por cien a la producción de estos bocaditos debido al aumento de los encargos recibidos con motivo de la navidad.
Las que no han compartido sus recetas nunca han sido las Hermanas Franciscanas Clarisas del Monasterio de Santa Isabel, en la calle del mismo nombre. Allí viven también en régimen de clausura nueve hermanas, de entre 28 y 75 años, la mayoría de ellas jóvenes. Montaron el obrador hace más de diez años y se pusieron «manos a la obra», como dice una de ellas, sor Pilar. Entre la «infinidad de productos» que ofrece esta comunidad hay tejas, hojuelas, rosquillas, magdalenas, tartas y roscones de reyes. En su opinión, las que más pasiones despiertan son las pastas variadas y las tejas elaboradas con almendra de marcona. Aunque por la época que es, se han disparado los pedidos de roscón de Reyes.
En esta comunidad, todas están involucradas en la tarea, cada una con su función, en una suerte de cadena humana en la que, apunta sor Pilar, se esmeran mucho en la elaboración: «Algunas preparan las masas, otras hornean, dan el chocolate, trituran almendras, se preparan los envases, se empaquetan…», describe la religiosa, quien señala que «todo es muy artesanal y manual» y los productos, «naturales, sin aditivos ni conservantes». Los dulces están a la venta durante todo el año, pero siempre hay épocas de más demanda, como los meses de verano por las fiestas de los pueblos, cuando se celebraban, o en eventos religiosos como las comuniones o las confirmaciones. En Navidad también hay una «campaña extraordinaria» en la que crecen los pedidos, lo que las lleva a aumentar las horas de trabajo. Aunque pongan todo su cariño, el motivo que las lleva a la confección de dulces es «asegurar la subsistencia y el mantenimiento del convento» ya que, «con lo grande que es, siempre hay algo que reparar», explica la religiosa. Otra motivación es la oportunidad que supone esta venta para compartir su tiempo con las personas que acuden a ellas, no solo a por los dulces, sino también «a ser escuchados y comprendidos en sus penas y preocupaciones». Sor Pilar apunta que aunque ellas viven en clausura, eso no las aísla del mundo: «Se trata de un recinto que facilita el silencio y el recogimiento interior, para poder dedicar nuestras vidas a interceder ante Dios por todas las necesidades». Esto también lo hacen mediante la repostería, según explica: «Mientras elaboramos los dulces con esmero, delicadeza y, sobre todo, con mucho amor, oramos por cuantas personas y familias van a degustarlos ahora en estas fiestas navideñas».
Para ellas, el trabajo es «el complemento perfecto en la vida contemplativa», ya que pueden poner en práctica sus dones y, al mismo tiempo, rezar: «En medio del silencio recordamos a tantas personas que han fallecido, agonizantes, enfermos… en especial en este difícil tiempo de pandemia».
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