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«A ti te voy a sentar», le había dicho. Luego, con breves indicaciones –«no me mires a mí, baja un poco la barbilla...»–, Jorge Represa fue caminando así hacia el retrato definitivo de la mujer, que formará parte de la serie 'Mola Segovia' (hasta ... el viernes llevaba setenta en cuatro días), una 'cartografía humana' de la ciudad enmarcada en la exposición 'Mi lugar en cualquier lugar' del fotógrafo vallisoletano que muestra el Museo Esteban Vicente. La Capilla del centro expositivo es un estudio de fotografía hasta el día 11 para que quienes se inscriban puedan aportar sus retratos a la galería que realiza Represa.
En Barcelona, cuando tenía allí el estudio, realizó la serie 'Hola Barcelona', que tuvo «una acogida exagerada porque había pensado hacer cien y al final fueron casi mil retratos». La experiencia duró un par de meses. El proyecto le gustó porque «es dejar constancia de una sociedad en un momento concreto, su tipología, su estilo, su luz… es casi un trabajo antropológico». También es un trabajo «brutal» porque supone hacer muchos miles de fotografías más, y luego llega el trabajo de producción. Pero repite en Segovia, en parte para «devolver algo al Museo Esteban Vicente y a la ciudad» que le han dado la oportunidad de mostrar su trabajo, y en parte porque «el retrato es siempre un duelo de amor entre el modelo y el fotógrafo».
Aún no han decidido cuando y cómo se podrá ver el resultado, dependerá del número de retratos, y podrá ser en forma de exposición o de un catálogo . Se llamará 'Mola Segovia' , con el nombre cambiado tres días antes de comenzar el proyecto porque una firma de mobiliario inició una campaña con el mensaje de 'Hola Segovia'. Y el cambio que se le ocurrió con el chasco lo adoptó de inmediato la directora del museo, Ana Doldán.
Después de veinte años recogiendo la imagen exterior y el alma de cerca de mil personalidades –desde Woody Allen y Tarantino a Miguel Delibes, Sabina o Almodóvar– Represa descubrió que no hay diferencia entre hacer el retrato de un famoso y el de gente anónima, pero con la diferencia de que el de desconocidos «es mucho más agradecido, porque es la fisonomía, la experiencia de vida... Y en toda esta ecuación ser o no ser famoso no es lo importante; cuando ves un buen retrato la recompensa que obtienes no depende de eso. Por ejemplo, aquí en dos días he hecho unos retratos espléndidos, y estoy feliz con ellos».
Y sí hay una diferencia: «En estos retratos salgo yo a la puerta a recibir al modelo porque estoy ansioso por ver quién viene y cómo viene, mientras que en el de famoso ya sabes quien es. Estas sorpresas muchas veces son regalos porque vienen personajes muy atractivos y 'mola' mucho fotografiarlos».
Cita a Richard Avedon, un referente como retratista, y explica que en ese «duelo de amor» entre modelo y fotógrafo aveces guía a la persona y a veces la deja hacer «porque todos vamos por la vida proyectando una imagen que controlamos y hemos aprendido desde niños y que oculta nuestra verdadera esencia, y decides si quieres captar esa proyección, frenarla, sacarla neutra o quitarle el escudo. Eliges entre la proyección y construir el personaje».
Así que, en esa dicotomía entre personas famosas y anónimas, el fotógrafo no tiene muchas preferencias. De los dos decenios dedicado al retrato editorial o para discográficas le resulta «casi imposible» decantarse por un nombre que le haya impactado. Recuerda momentos. «Cuando eres más joven te gustan unos y luego otros; a lo mejor un año estás fascinado con Leonard Cohen, oyendo su música, y de repente vas a retratarle, y dos años después estas fascinado por Tarantino porque acabas de ver su película y te viene Tarantino. Es complicado elegir entre la belleza de Emma Suárez o la imagen de Joaquín Sabina, una fotografía que ha tenido mucho recorrido».
Ahora está en pleno proceso de los retratos de 'Mola Segovia'.
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