Las reservas hosteleras durante el puente de agosto caen a niveles de 2018

Si no están los hoteles abarrotados el 15 de agosto, no lo están ningún día, suele decirse en el gremio hostelero. Pero esto no se cumple en Segovia, ya que es un destino que esquiva esta tendencia. «El puente de agosto no es de los mejores ni por asomo, aquí se llevan más los de invierno», explica el presidente de la Asociación de Empresarios de Alojamiento, Hostelería y Turismo de Segovia (Hotuse-Aihs), Jesús Castellanos.

La ocupación media en los hoteles y establecimientos de la ciudad se sitúa entre el 75% y hasta el 80% en los mejores casos. Antes del fin de semana, esta cifra se rebajaba al 70%. Había confianza plena en que las reservas de última hora dieran un vuelco total a los datos, que finalmente no se ha producido. Tan solo se salva la noche del sábado, cuando los alojamientos superaron el 85% de ocupación, según informa el Ayuntamiento de la capital.

En estas fechas festivas, Segovia se convierte en un escenario propicio para las escalas que hacen los turistas que se desplazan de norte a sur, de este a oeste, y viceversa. «Son visitantes de tránsito, la gente ahora está en la carretera», explica Castellanos. Los últimos dos días —domingo y lunes— ha habido «algo más de animación», pero «no en demasía».

Los bares y restaurantes tienen entre el 80% y 90% de su agenda llena. Es un mejor dato que el registrado por los alojamientos. Pero «ni por asomo llegamos a los resultados de los veranos anteriores». En 2022, la restauración cosechó un 150% de reservas durante el puente de agosto. «Ese fue un año bueno. 2021 fue brutal y ahora estamos por debajo de los números», sostiene el presidente de Hotuse. «Dar un paso atrás nunca es bueno», puntualiza preocupado.

La situación en los pueblos de la provincia no arroja mayor optimismo. «La cosa está muy floja, fue mejor puente el del agosto pasado», corrobora el presidente de la Asociación de Alojamientos Turismo Rural y Activo y portavoz de Festur, Gerardo Otero. Si bien es cierto que las reservas en casas rurales, campings o apartamentos rondan el 80%, «tan solo se mantienen durante cuatro días».

Son al menos cinco puntos más que la ciudad. Pero Otero remarca que los fines de semana de julio y agosto la ocupación media suele ser del 70%. Cuando hay una concentración importante de visitantes a causa de una fecha festiva, «se vacían la semana anterior y la posterior», explica Otero. Aunque se consigan buenas cifras durante el puente, no se puede cantar victoria. «Luego todo cambia, fastidias los días siguientes», lamenta.

La confianza plena que había en agosto entre los empresarios del turismo rural para compensar un verano «regular» se desinfla. En junio, los alojamientos rurales fueron un destino demandado por más de 11.000 personas, que acumularon cerca de 21.000 pernoctaciones. El número de visitantes repuntó un 5,6% en comparación con 2022.

La ciudad aportó en ese mismo mes otros tantos viajeros, hasta llegar a los 44.417 en el sumatorio, lo que supone un incremento del 3,5% respecto al mismo periodo del año anterior, según el INE. Ningún indicador hacía pensar al gremio hostelero que el verano iba a suponer una desilusión. «Las expectativas de abril y mayo eran muy buenas», recuerda Castellanos.

Solo había un temor entre los empresarios del turismo de interior: el furor por los destinos de costa. Y se ha cumplido. «La gente está tirando a la playa de una manera brutal, hablo con trabajadores de Baleares, Canarias y Andalucía y están anotando unas cifras de récord», relata.

El presidente de Hotuse achaca este cambio de hábito a la eliminación total de cualquiera de las restricciones existentes por la covid por primera vez en cuatro años. «Antes no se querían aglomeraciones y se venían a ciudades del interior, pero ahora todo ha cambiado: la gente ya no tiene miedo», defiende.

A esto se suma que, hasta hace pocos meses, la oferta hotelera era más limitada. En el caso de Segovia, la provincia pasó de tener 4.737 plazas turísticas en julio de 2020 a 6.080 en el mismo mes de 2022. En ningún caso se supera la disponibilidad previa a la pandemia, ya que durante la época estival , tanto en 2018 como en 2019, rondaron las 6.200 camas puestas a disposición de los visitantes.

Castellanos advierte de que, cuando una localización recibe una afluencia masiva, «el resto de lugares se resienten». Lo mismo percibe Otero, aunque concreta que la zona norte es una de las más demandadas. «La gente busca el fresquito», determina.

El turismo segoviano espera que los madrileños y castellano y leoneses más rezagados apuesten por quedarse más cerca de su lugar de origen. Cada zona tiene sus épocas. Aunque en Segovia el invierno y la primavera sean las temporadas fuertes, los altos precios por la elevada demanda de los puntos turísticos costeros pueden jugar a favor de la provincia. Tal y como refiere Castellanos, «no creo que Segovia sea más cara que los destinos de playa».

Como es habitual en la provincia, «agosto ha empezado mejor que julio», lo que ya es un gran punto de partida. Anivel de público no se llegan a los números de 2019 y tampoco de 2018. Tampoco las cifras de negocio, ganancias netas e inflación son los mismos que en estas fechas.

Pese a ello, el presidente de Hotuse espera anunciar mejores noticias durante el balance final del periodo vacacional. Esto se debe a que los hosteleros están muy pendientes de las reservas de última hora, ya que la llegada del virus ha supuesto un cambio estructural en la antelación con la que se planifican los viajes.

Las esperanzas están puestas en la segunda mitad de agosto y la primera de septiembre, hasta la vuelta a los colegios. Todo ello «si el tiempo acompaña». El calor será un aliado del turismo en la provincia. «Es cierto que en los pueblos se está mejor cuando las temperaturas son elevadas», indica el presidente de la asociación de alojamientos rurales. Este privilegio supone un aliciente para muchos madrileños.

Las fiestas patronales en los distintos municipios también se convierten en un atractivo, ya que en muchos lugares se nota una mayor demanda —aunque puntual— por este motivo. No obstante, este es un arma de doble filo. «Hay muchos turistas que buscan tranquilidad y huyen de estos eventos; hay mucha diferencia entre la familia que viene de fiesta y la que lo hace para relajarse, descansar y disfrutar de la naturaleza», esgrime Otero.

A su juicio, la economía de los hogares ha sido una de las causas más notables en el descenso del número de reservas. Por mucho que se quiera cambiar el ventilador por la brisa del mar o hacer una escapada rural para asistir a las verbenas, «si el bolsillo va flojo, es algo que se nota en todo», defiende.