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La hermana Bernardette, con una caja de pastas. Óscar Costa
La repostería conventual amplía sus canales de venta

Segovia

La repostería conventual amplía sus canales de venta

Los clientes buscan y valoran artesanía, tradición y las mejores materias primas en estas elaboraciones

Alfonso Arribas

Segovia

Lunes, 2 de septiembre 2024, 13:46

Al otro lado del teléfono, una voz femenina atiende con un «Ave María Purísima» en lugar del clásico «buenas tardes» y ese gesto abstrae inmediatamente no solo del mundo del comercio electrónico sino del tradicional, digamos laico, urbano, de tienda. Es lo que sucede cuando se llama a un obrador de dulces inserto en un recinto de clausura, concretamente al Convento de Santa Isabel de las Hermanas Clarisas de Segovia.

Tras concertar la cita, una cadena de timbres, patios y puertas conduce a la sala donde se ubica el torno por el que se intercambia la mercancía por el dinero. Es el sistema que, tal y como explica Sor Pilar, se utiliza en Santa Isabel, donde llevan las hermanas obrando repostería conventual desde 2010. «Y cada año vamos a más».

«Afortunadamente somos bastante conocidas entre el público local, y además vienen muchos turistas a quienes les informan los restaurantes o los propios segovianos sobre dónde pueden encontrarnos», explica Sor Pilar. En su caso, lo más solicitado son las pastas variadas, las tejas, las magdalenas y las tartas, estas por encargo. Y en Navidad realizan siete turrones diferentes, empiñonados, marquesitas, delicias de yema y, sobre todo, roscones de Reyes, uno de los productos estrella. «Esto sí hay que encargarlo y con muchos días de antelación, porque la verdad es que tienen buena fama. Esos días no paramos de trabajar», comenta.

Lejos de ser una carga, se presenta como una bendición, porque aunque la vida de las hermanas es aquí muy modesta («este hábito nos puede durar la infinidad de tiempo, comemos humildemente y en los meses más fríos ponemos muy poco la calefacción») el edificio siempre requiere arreglos y reformas, y la venta de repostería supone una fuente de recursos indispensable. En Santa Isabel actualmente viven trece hermanas, la mayoría jóvenes, y en el obrador todas cumplen un papel: unas se encargan de las masas, otras forman las figuras y otras asumen el empaquetado en cajas y bolsas. «Pero todas activas», remata Sor Pilar, que es una de las veteranas.

Tenderas con hábito

Lejos del torno y de la portería y asumiendo un oficio seguramente inesperado, la hermana Bernadette ejerce de tendera con hábito en el comercio que al lado de la Catedral han abierto las Carmelitas Samaritanas del Corazón de Jesús, El Bazar del Convento. Es otra forma alternativa y más actual de dar salida a la repostería conventual, utilizando las fórmulas clásicas de venta presencial, que combinan también con el comercio 'on-line'. Los dulces son solo una parte de la oferta: juegos de altar, velones, rosarios, libros, pulseras… «Mucha gente se extraña al ver a una monja detrás de un mostrador; a algunos incluso se les cambia la cara. Pero la verdad es que siempre son muy amables, y para nosotras acoger bien a las personas forma parte de nuestra espiritualidad, porque en cierta forma propiciamos el encuentro con Cristo», asegura la joven y risueña hermana Bernadette, quien apenas lleva quince días en Segovia, en el Monasterio del Corazón de Jesús y Nuestra Señora de la Fuencisla ubicado en la ciudad.

De este monasterio proceden sobre todo las mermeladas (de pera con canela, de zanahoria con coco…) y del resto de casas de España todo tipo de repostería (vianas, claritas, trufas…). En su caso, la creatividad no solo se vuelca en las harinas y en las almendras, sino que alcanza a los nombres de los dulces. «A veces los ponemos nosotras mismas, como las pastas de San José, de vainilla, que son sencillas como lo era él y eso es lo que nos inspiró». Respecto a su papel de atención al público, reconoce que «es un esfuerzo, pero hay que acostumbrarse; y además salir fuera del monasterio es una forma de dar testimonio, así que estoy contenta».

Artesanía en Rapariegos

Toda la repostería conventual o monástica, de Segovia y de toda España, tiene rasgos comunes. Sus valores son el trabajo artesano, la tradición, el cuidado de las materias primas y «un trabajo que realizamos con mimo y con devoción» afirma Sor María Luisa, una de las ocho hermanas que conviven en el Convento de Clarisas del pequeño municipio de Rapariegos, quizá uno de los menos conocidos de la provincia por su obrador.

Llevan solo dos años en esta labor, aunque su carta de dulces es extensa y de primera calidad: rosquillas, soplillos, perrunillas, coquitos, hojuelas… Sus cifras de venta aún son modestas porque al estar en una localidad pequeña y no especialmente turística, los canales se reducen. «En la Semana cultural y en las fiestas de agosto sí hay más afluencia, y por eso empezamos a ser más conocidas. Lo que mejor acogida tiene por ahora son los almendrados a la naranja, a la gente le gustan mucho».

Sor María Luisa asume que este trabajo y las esperadas ventas son muy necesarios para la supervivencia de la comunidad, y subraya la diferencia con las elaboraciones industriales. «Lo hacemos a mano, con mucho sacrificio y con materias primas de mucha calidad, son productos muy sanos. No es para vender en supermercados».

Mucho más recorrido tienen las Concepcionistas Franciscanas de Segovia (las Peraltas), con muchos años a sus espaldas creando y vendiendo bollos y pastas, magdalenas, almendrados, cocadas, princesitas, mojicones, mostachones… Pero con un escueto «ya no hacemos entrevistas» sortean preguntas y fotografías. Y es que acabaron abrumadas por la fama alcanzada en sus programas de televisión y cansadas del apelativo de «las monjas reposteras» sin ser, como se ve, ni mucho menos las únicas.

Helados de Villacastín. Óscar Costa

Todas las hermanas consultadas, tanto de monasterios en la capital como en la provincia, coinciden en que el carácter artesanal de sus elaboraciones es lo que buscan sus clientes, pero ellas, además, añaden otro componente: «Tratamos de hacer las cosas con esmero, con delicadeza, con alegría y, sobre todo, con mucho amor. Intentamos cultivar la presencia de Dios mientras trabajamos y oramos por cuantas familias van a degustarlos. Nos agrada pensar en los hogares en los que nos hacemos presentes», describe Sor Pilar, de las Clarisas de Santa Isabel.

Y aprovecha para arrojar luz sobre un mito: los huevos que muchas personas llevan al convento con el convencimiento de que esa dádiva ahuyentará la lluvia y el mal tiempo de sus celebraciones («ya no nos los traen solo para bodas, sino para comuniones y toda clase de eventos») no son utilizados en el obrador por una cuestión de trazabilidad y control sanitario. Como mucho, los introducen en el frugal menú de las hermanas, por lo que parece rico en proteínas, dado el excedente.

Helados premium

Se puede decir que el caso del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles de Villacastín, también Clarisas, es singular dentro del panorama de repostería conventual. Lo es porque la web propia en la que ofrecen sus elaboraciones es totalmente profesional (no es el único canal de venta 'on-line', ya que han surgido en los últimos años portales especializados en dar salida a estos productos).

Pero también porque es de los pocos de España, y el primero en Castilla y León, en incorporar helados a su oferta. Y no helados cualquiera, sino que a juicio de los críticos son verdaderamente premium. Además, detrás de ellos late una curiosa historia que relata con pasión Sor Doris, una de las ocho clarisas que habitan el monasterio de Villacastín.

«Desde siempre he tenido ganas de aprender, de saber hacer y descubrir cosas nuevas, y empecé a hacer helados practicando con vídeos de internet. Pero me salían como piedras, puro hielo», recuerda. Y se puso en manos de la Divina Providencia, pensando que si verdaderamente tenía que aprender, la oportunidad se presentaría.

Y se presentó. A través de Contemplare, «una hermana nos comentó que una señora muy importante en este mundo de la fabricación de helados artesanos quería transmitir su legado a un convento, su forma de elaboración y su método, para que no se perdiera. Y ese convento ha sido el nuestro de Villacastín», relata.

«Nos gustaría que más gente los conociera y los probara. Pero los secretos de su elaboración se quedan en el monasterio»

Sor Doris puso todo su empeño en aprender la técnica y esa mujer, de la que no desvela la identidad aunque se sabe que es Pilar Laín, conocida como Coco Laín, incluso les prestó su propia maquinaria para que el objetivo pudiera lograrse.

El resultado de ese encuentro providencial es un menú de helados de las Clarisas de Villacastín exquisito y aún poco conocido, aunque tiene todas las cartas para el triunfo. Además de los clásicos de chocolate, limón o mango, en este monasterio se elaboran helados de Mascarpone veteado pesca e arancio, de naranja sanguina, de mostaza y hasta de wasabi «que sirve para acompañar platos de pescado, está muy rico, es muy potente y explota en la boca», describe la alumna aventajada de Laín.

«He visto la mano de Dios en esta historia. Quien confía en Él, todo lo alcanza», sentencia Sor Doris, quien reconoce que tomar el relevo en esta elaboración de helados gourmet no fue fácil: «Tuvimos que sacar tiempo de donde no lo había, porque entre los horarios de rezo, trabajo, estudio y adoración apenas quedaba hueco para aprender cosas nuevas. Pero estamos muy contentas con el resultado». Y sentencia: «Nos gustaría que más gente los conociera y los probara. Pero los secretos de su elaboración se quedan en el monasterio».

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