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Las hectáreas de cereal se han desplomado en Segovia hasta un 20% en tan solo dos años. Las recurrentes lluvias en pleno invierno, que dificultan las labores de siembra, además de la bajada del precio de venta y la subida de los costes de producción, ... son los principales motivos que han empujado a los agricultores a sustituir el trigo, centeno y cebada por girasoles, guisantes y el forraje. Los trabajadores del campo de la provincia confían en que el buen tiempo permita amortiguar las consecuencias de las últimas tres cosechas, que han sido «desastrosas». Todo ello con el objetivo de «recuperar» la rentabilidad.
Los meses de primavera son determinantes a la hora de predecir si la temporada finalizará con unos buenos, malos o regulares resultados. Los agricultores miran al cielo esperanzados. Si no se producen más inundaciones ni fuertes tormentas estos meses, las expectativas de la actual campaña son positivas. La única excepción es el cultivo de uva para la elaboración de vino, ya que los sindicatos agrarios estiman importantes pérdidas a causa de la convivencia de los viñedos con temperaturas bajo cero.
Es fácil ilusionarse en el campo después de casi tres años consecutivos de sequía, encarecimiento de los costes y de pérdida de rentabilidad en las explotaciones. Los agricultores son prudentes y no se atreven a predecir lo que sucederá en las próximas semanas. Una simple helada, granizada u ola de calor pueden revertir los pronósticos, pero coinciden en que los campos presentan una mejor situación que hace doce meses. Tan solo hace falta dar un paseo para comprobar su verdor, frondosidad y espesura.
«Las previsiones son mucho más optimistas, aunque depende de las zonas», considera el presidente de la Unión de Campesinos-UCCL Segovia, César Acebes. Después de un sinfín de rogativas para pedir lluvias, ahora el «exceso de humedad» es la que dificulta la labor de los profesionales. No se conocen muchos periodos con tantas precipitaciones como el pasado invierno y las últimas jornadas primaverales. La provincia «se inundó en enero» y también se han encadenado varios días con tormentas con granizo. Uno de ellos, el pasado domingo, que incluso cubrió de blanco las calles y tierras de diferentes municipios, lo que se repitió con menor intensidad este martes.
La dispersión de las nubes impide concretar con exactitud si ha habido daños y, por tanto, la afección que ha tenido este fenómeno meteorológico, que descargó con mayor o menor intensidad en gran parte de las comarcas. Desde Aguilafuente y Fuenterrebollo hasta Villacastín e Ituero y Lama, sin olvidar las poblaciones más cercanas a la sierra. Por el momento, las organizaciones agrarias no tienen conocimiento de perjuicios en los cultivos, pero no se descarta que se notifiquen en el futuro. «Si pilla a la remolacha pequeña, la hace polvo, y lo mismo sucede con las viñas, las arrasa», subraya Acebes.
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Las lluvias del otoño, por tanto, tan solo eran un preludio de lo que iba a suceder apenas unos meses después. Ya en ese momento se convertían en un obstáculo para la siembra, que no se pudo llevar a cabo en los plazos deseados: se demoró hasta tres meses en el caso del cereal, lo que llevó a muchos profesionales a cambiar sus preferencias en los cultivos. A ello se suma la existencia de grandes balsas e incluso lagunas en multitud de tierras, que han impedido el correcto desarrollo de la semilla.
Es un hecho que corrobora el presidente de la Alianza Upa-Coag, Pedro Matarranz, que vaticina fluctuaciones en la producción de cebada respecto a otros años «al ser la que más ha sufrido» tanto en la sementera como en el proceso de crecimiento. Habrá diferencias según las zonas, aunque no solo durante la producción, sino también en la fase de siembra. Esta sigue la misma evolución de 2023, cuando las hectáreas dedicadas al cereal se desplomaron un 20% en comparación con los datos de 2021. Las de leguminosas y oleagionsas se dispararon un 60% en el mismo periodo.
La plantación que más ha caído es el centeno, al pasar de más de 9.000 a apenas 4.000 hectáreas cultivadas. Le sigue la avena, con un descenso del 50% en solo dos años; y en menor medida, aunque con más de 20.000 hectáreas perdidas, el trigo y la cebada experimentan una disminución del 16%. Por su parte, se ha dedicado un 46% más de parcelas segovianas a los girasoles, al pasar su cultivo de 25.300 a 37.000 hectáreas, lo que compensa los números rojos de la colza, de acuerdo con los informes de producción publicados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
También anotan destacados repuntes los guisantes, cuya superficie sembrada se sextuplica hasta superar por primera vez desde que se tienen registros las 5.800 hectáreas; así como los yeros, las lentejas y garbanzos, que duplican su escenario. Según el balance, el regadío presenta ligeras variaciones a la baja, sobre todo en la remolacha y zanahoria, pese a los datos de récord que arrojan las reservas de los embalses. Mientras, el forraje se mantiene en los niveles habituales.
A lo largo de la anterior campaña, «hubo gente que no sembró absolutamente nada de cereal; el tiempo no se lo permitió y se inclinaron por otro tipo de plantaciones», explica el presidente de la UCCL. Aun así, la menor cantidad de producto no ha conllevado un incremento del precio de la tonelada, que se mantiene varios euros por debajo respecto a 2023; y tampoco ha repercutido en mayores beneficios para los negocios. «Es nuestra espada de Damocles», lamenta. «Muchos agricultores han descartado el cereal porque no sale rentable: para sacar adelante una hectárea hace falta una producción de 3.000 kilos más según estamos», añade. «Si no te aseguras tal cantidad, no cubres costes», advierte.
Matarranz insiste en la necesidad de ajustar el precio de la producción con el resultante de la cosecha. «No tenemos referente y eso desequilibra el mercado», especifica. Ambos representantes aventuran, de este modo, que la progresiva reducción de superficie de cultivo de cereal continuará esta campaña. «Está siendo muy rara por muchas circunstancias; la meteorología es mejor, pero todo puede cambiar en cuestión de días», defiende.
El mercurio de los termómetros subirá en los próximos días y rondará los 25 grados durante toda la semana. «La leguminosa y avena quieren ya algo de calor; hace falta que en junio suban las temperaturas, aunque no en exceso», puntualiza Acebes. Los trabajadores del campo confían en que la llegada del verano ayude a combatir los hongos, que han proliferado «a sus anchas» por la humedad.
Las facturas en fitosanitarios han sido cuantiosas en la sementera. El presidente de la alianza Upa-Coag detalla que la septoria ha causado ya amplios daños en el cereal. A ello se suma la necesidad de dispensar en varias ocasiones abono y herbicidas. Al producirse tal cantidad de lluvias, los productos «no han hecho tanto efecto» y las malas hierbas han crecido por doquier. «Habrá que hacer cuentas a final de año», concluye.
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