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El pasado octubre presentaba en Segovia su última obra, 'II Antología Poética Ilustrada', una recopilación de los poemas que, a lo largo de su trayectoria ... literaria, le habían hecho merecedor de algún premio. Hasta veinte galardones recibió entre los años 1963 y 2015, merced a una obra rica y variada, con poesía para niños y mayores, religiosa, paisajística, costumbrista y marcada por un profundo amor a la tierra que lo vio nacer.
El coronavirus ha segado la vida del poeta segoviano Rafael Sanz Sanz, que falleció el pasado 8 de abril, víspera de Jueves Santo, en el hospital militar Gómez Ulla de Madrid. Natural de Arcones, tenía 83 años y no había dejado de escribir ni de pensar en su amada Segovia, a la que dedicó muchos de sus poemas. «Ha sido muy duro. Los familiares no pudimos estar a su lado en los últimos momentos. Lo acompañé a Urgencias, se quedó ingresado y ya no volví a verlo hasta el día en que murió. Me dejaron entrar para despedirme, pero ya había fallecido. El entierro fue muy triste. Solo pudimos asistir un hijo de él y yo. Nadie más», cuenta su viuda, María Isabel García. Rafael ingresó en el Gómez Ulla el 22 de marzo, después de una semana con fiebre y mucha tos. «Creíamos que se trataba de un catarro que habría cogido, porque habíamos estado en el pueblo, en Arcones, días atrás», añade María Isabel. Pero lo que Rafael Sanz tenía no era un simple resfriado: pronto empezó a sentirse muy débil y a fallarle las piernas. Tampoco comía bien. «Fuimos por Urgencias y lo dejaron ingresado. Nos dijeron que no tenía neumonía y que en breve regresaría a casa, que se quedaba en el hospital porque estaba cansado, fatigado, y debían ponerle oxígeno. Pero a los cuatro días de estar allí se le declaró la neumonía. Neumonía bilateral. Como no respondía al tratamiento, decidieron cambiárselo. No les dio tiempo. Murió el mismo día en que le iban a suministrar el nuevo. Estuvo ingresado diecisiete días, aunque no en la UCI», relata la viuda.
Los últimos momentos de Rafael Sanz no difieren de los de otras muchas personas que han fallecido a causa de la covid-19. La imposibilidad de estar a su lado y de celebrar un funeral y un entierro como merecía añade más tristeza a la despedida de un hombre que deja una huella imborrable en quienes lo conocieron y trataron. «De Rafael me queda el recuerdo de una buena persona, de un hombre cordial, educado, inteligente, culto y buen poeta. Amaba las letras, la poesía y la literatura en general, pero sobre todo a su pueblo, por encima de cualquier cosa. Nos queda su obra», señala Antonio Horcajo, presidente del Centro Segoviano de Madrid y amigo del poeta de Arcones.
«Soy su esposa y solo puedo hablar bien de él, porque era una bellísima persona, de un trato exquisito. Conmigo no podía ser mejor. Tampoco con sus tres hijos y sus cinco nietos, a los que adoraba. En estos días tan tristes estoy comprobando lo mucho que lo quería la gente. Todo el mundo lo apreciaba, y sé que no lo elogian porque sí, porque se haya muerto, sino porque lo sienten de verdad, porque les sale del corazón. El recuerdo es muy bueno y, por eso, la ausencia se nota más», añade María Isabel García.
Rafael Sanz Sanz nació en Arcones el 24 de octubre de 1936, ya comenzada la Guerra Civil. Maestro nacional y militar de profesión (tenía el grado de comandante, aunque estaba jubilado), su afición a las letras se remonta a los años de juventud. En Madrid se instaló en 1956 y ya siempre residió en la capital, aunque en los setenta pasó un largo periodo en Rabat (Marruecos), donde trabajó como funcionario de la Embajada de España. A lo largo de su vida colaboró en infinidad de periódicos y revistas y es autor de numerosos libros, especialmente poemarios, aunque también hizo su incursión en el género de la novela. Entre sus obras destacan los poemarios 'Cantando al rayar el alba' (1990), inspirado en la sierra segoviana y en sus años de infancia, 'Chorros de amanecer' (1992), 'Antología poética ilustrada' (1997), 'Del alba al atardecer' (2000) y 'II Antología poética ilustrada' (2019), y las novelas 'La sombra del castaño' (1991) y 'El radar de mi barca' (1994). También dedicó Rafael Sanz alguna obra a los niños, como el poemario 'Aventuras de Julio, Patuco y el abuelo' (2002) o 'Historieta del pato Donato' (2006). De su aventura marroquí queda el libro 'Que Alá te guarde, Hassan' (2012), basado en las vivencias y recuerdos de aquellos años en la embajada de España en Rabat, que coincidieron con acontecimientos como el golpe de Estado a Hassan II o la Marcha Verde. Numerosos premios jalonan su trayectoria literaria, entre ellos el Premio Caja de Ahorros de Segovia correspondiente al VII Certamen de Poesía Segovia y su Sierra.
«Le encantaba ir a Segovia. En ella presentó todos sus libros. Por el pueblo, Arcones, sentía veneración», apunta su esposa. Sin duda, sus versos evocan aquellos montes que tanto cantara su paisano, el poeta Eulogio Moreno: «Incesante cantar de segadores, / chirriar impertinente de chicharras / y en la loma, entre jaras y pizarras, / el alegre silbar de los pastores».
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