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Mónica rico
Cuéllar
Martes, 9 de junio 2020, 11:43
Con profunda emoción, Fuencisla Arranz retomó ayer el trayecto que antes hacía al menos una vez a la semana. Llevaba sin recorrer esos apenas t ... rece kilómetros que separan Olombrada de Cuéllar desde antes del 7 de marzo. Su madre, Dominga, fue de las residentes del Centro de Mayores Valdihuertos que ha recibido visitas con la llegada de la fase 2 del plan de desescalada. «Llevaba sin verla mucho tiempo. Han sido tres meses largos y sí que he hablado con ella por teléfono, pero claro, no es lo mismo que verla», explicaba una emocionada Fuencisla. «Las dos nos hemos quedado con las ganas de un abrazo, un beso», porque el encuentro a través de una pantalla y una mascarilla «tampoco es igual», aunque «hay que acostumbrarse a lo que toque», se resignaba.
El abrazo y el beso que ayer no fueron posibles quedan pospuestos para más adelante, aunque Fuencisla no cree que sea a corto plazo. «Tardaremos todavía. Es que no creo que haya normalidad, ¿cuándo llegará? Porque si vamos a estar con mascarilla, tampoco va a ser normalidad».
En el reencuentro entre madre e hija no faltaron las lágrimas. Dominga «se ha emocionado más, ha llorado un poco. Yo venía más hecha a la idea», explica Fuencisla. Durante el confinamiento han hablado todas las semanas por teléfono, «pero nos ha costado. No verla en tres meses se ha hecho duro», aunque apunta que «con lo que han pasado en algunas residencias, aquí hemos tenido suerte».
Una de las medidas de flexibilización que se han puesto en marcha en esta nueva fase es el comienzo de las visitas a mayores y personas con discapacidad en centros residenciales o viviendas tuteladas. No obstante, estas visitas quedan limitadas a los centros en los que no hay casos confirmados de covid-19 o en los que no hay ningún residente en periodo de cuarentena.
Uno de ellos es el Centro de Mayores Valdihuertos, en Cuéllar, que durante toda la pandemia ha estado limpio de coronavirus, ya que no se ha detectado ningún caso entre sus casi cien residentes. Gracias a ello ayer pudieron abrir las puertas a los primeros familiares, eso sí, con estrictas normas y procedimientos específicos.
Para estos primeros encuentros se ha habilitado una zona en la parte exterior del centro. En ella pudieron compartir también un rato de charla Antonio Hernansanz y su madre, Alfonsa Herguedas. Antonio se llevó una grata sorpresa porque su madre se encuentra «mucho mejor de lo que ingresó». Alfonsa llegó al centro residencial a principios de marzo, tras pasar por el hospital. «Venía que no se movía, y hoy se mueve y está más animada», afirmó su hijo, que recalca que el confinamiento «ha sido duro para todo el mundo, pero más para la gente mayor». En el caso de su madre, ha estado aislada más de 60 días, «y es duro, es muy duro».
Antonio también se quedó con ganas de poder abrazar a su madre, pero asegura que es mejor esperar «y llevar los protocolos de seguridad. Creo que esto está muy bien», apuntaba en relación a las medidas que se han tomado en el centro y los recorridos seguros tanto de acceso como de salida para residentes y familiares. No obstante, mostraba su esperanza de que en unas semanas «podamos entrar a verla de continuo», aunque todo depende de «cómo evoluciona. Si somos conscientes y serios en la actuación de las normas que nos manden de sanidad, pues supongo que se podrá».
Durante el tiempo del confinamiento Antonio y Alfonsa han mantenido contacto telefónico diario, «No la veíamos, pero nos hemos comunicado con ella todos los días». Además, desde el centro les han enviado a los familiares vídeos de las actividades que desarrollaban, «y gracias a eso la hemos visto, pero es una situación muy complicada».
Ayer, Alfonsa estaba tranquila. Una vez que se ha acostumbrado a la vida del centro, parece que ya no quiere cambios. «Se ha acomodado a la rutina. Al principio estaba un poco desorientada, luego ya empezó a relacionarse y a ver a gente, y aquí, que son muy cariñosas, se ha adaptado bien, sin ningún problema», señala Antonio.
El centro residencial cerró sus puertas a las visitas el lunes 9 de marzo. Su directora, María Espeso, se congratula de no haber tenido ningún caso, ni sospechoso ni confirmado, y afirma que gracias a ello han pasado el confinamiento «bien, dentro de las circunstancias», aunque recalca que para los mayores ha sido duro estar aislados en las habitaciones, tal y como marcaba el protocolo.
En el centro han mantenido la labor de fisioterapia y terapeuta ocupacional, aunque dentro de las habitaciones, por lo que el deterioro físico y cognitivo no ha sido muy severo. Además, desde que comenzó la fase 1 de la desescalada, los residentes han ido saliendo poco a poco a pasear al patio del centro. Pero con las visitas de ayer «se les ha notado muchísimo, lo necesitaban», afirma la directora. En la primera jornada, tuvieron todas las horas reservadas. «Todo el mundo ha querido venir a visitarles, había ya muchas ganas».
En la residencia, mientras tanto, continúan con los protocolos de seguridad, lavado de manos… Ya realizan las comidas en el comedor, donde se sitúan en las distintas mesas. Los compañeros de habitación también pueden compartir el viaje en el ascensor y la mesa en el comedor, pero los residentes de habitaciones individuales ocupan una mesa .
Es parte de la nueva normalidad que vive el centro. Además de la zona exterior, se ha habilitado también otra interior de visitas para los días de lluvia o mal tiempo. En ese espacio se han instalado dos puestos de visitas, que se pueden realizar de forma simultánea. En cada uno de ellos hay dos sillas (una para residente y otra para el familiar), que se encuentran separadas por una mesa sobre la que se ha instalado una mampara «para que haya separación y no haya contacto», detalla Espeso.
Además, los familiares, a los que se toma la temperatura antes de entrar, han recibido un escrito en el que se detallan todo el protocolo que deben cumplir.
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