Otro punto de consolación

El inicio de Balonmano Nava fue sólido. Entró en cancha corrigiendo todos los errores cometidos en los últimos partidos. Zupo decidió cambiar un poco el pie para ver cómo reaccionaba el Atlético Valladolid, porque en lugar de utilizar a Prokop y a Smetanka como motores del ataque, decidió dar galones a Carlos Villagrán en el timón y combinar esa línea con Horiha y Moyano. Con paciencia en ataque, moviendo el balón de lado a lado y sin olvidarse de combinar ni con el pivote, ni con los extremos; el brazo izquierdo de Moyano y el derecho de Horiha comenzaron haciendo estragos en la portería de un Yerai Lamariano que no estaba oliendo ni un balón.

Entre eso y una excelente defensa apuntalada con torres como Rosales, los intensísimos Tsanaxidis y Carró, además del ucraniano, los naveros llegaron a tener cuatro tantos de diferencia mediada la primera mitad. Una renta que no fue casual, muy trabajada, y que en un momento determinado parecía que de seguir todo igual podría incluso ser suficiente. Pero volvieron los problemas con la justicia, con las exclusiones. La primera, de Tsanaxidis, llegaba con el equipo por delante e incluso supo utilizarla el equipo de Zupo Equisoain para abrir esa brecha. Dos goles seguidos de Moyano, el último muy duro para los vallisoletanos pues el balón desde media cancha pegó en el larguero cuando Patotski no había llegado a tapar y la contra fue castigada.

No obstante, se sumó a eso un par de desconexiones ofensivas y el primer 7 metros fallado. Dudas que llevaron al marcador a un amenazador 8 a 9 que obligó a Equisoain a pedir tiempo muerto. Una pausa que no sirvió, porque a la vuelta se acumularon exclusiones, se secó la pólvora ofensiva y se atascó el tema de los 7 metros. El equipo anotó dos de cuatro. Eso más un Lamariano que empezó a parar, con acciones de mucho mérito de hecho, levantó el ánimo de los vallisoletanos de tal forma que al descanso el resultado era el de empate.

Había armas en el banquillo, pues Rodrigo Pérez solo había entrado a lanzar un par de 7 metros y Prokop y Smetanka ni siquiera habían sudado. Incluso la opción de última hora de repescar para la recta final al retirado Darío Ajo estaba presente. Cabía dar vueltas a las acciones ofensivas, porque las defensivas, con todos los efectivos en cancha, no estaban siendo malas. Pero había que frenar también las acciones punibles, que estaban haciendo demasiado daño.

El inicio de los últimos treinta minutos parecía alentador. Primer ataque, tarjeta y 7 metros para Vujovic. El extremo lo mandó fuera y de un presagio positivo, todo se tornó en mal agüero. A los tres minutos, el propio Vujovic era excluido y el lanzamiento propiciado por su falta no lo iba a marrar Jorge Serrano. Un gol de ventaja para los vallisoletanos, inferioridad, nervios. Una sucesión de exitosas maniobras de Patotski salvaron el momento. La primera, con una salida rapidísima del banquillo para buscar por alto una pelota que buscaba la portería vacía. Esa parada levantó al equipo, igual que lo hicieron otras dos casi a renglón seguido que evitaron que la igualdad se deshiciera, porque Nava no fluía en ataque, y eso que ahora capitaneaban dichas acciones Rodrigo Pérez y Prokop.

Hubo dos momentos en los que los segovianos pudieron inclinar la balanza de su lado. Aprovechando una exclusión de Fischer, Vujovic iba a aprovechar el segundo de dos mano a mano contra Lamariano para darle al equipo dos goles de ventaja. No obstante, Nava no conseguía jugar bien manteniendo las distancias. Valladolid se colocó con un 5-1 en defensa para negar el balón a Rodrigo Pérez Arce y, sin él, no apareció ningún timonel efectivo. Sería la única acción de Darío Ajo, el retornado, asistido fantásticamente bien por Horiha, la que volviera a insuflar ánimos. Un gol que dejaba otro detalle, que era que sin Pérez Arce, Horiha cargaba con responsabilidades y, como solía estar fuertemente defendido, se dedicaba a asistir. Sin embargo, la frecuencia de goles no era la que debiera y, de nuevo, esas distancias en el marcador no existían al llegar al minuto final.

La secuencia de los últimos sesenta segundos mantuvo el partido en un alambre y pudo caer de cualquier lado. Terminó con la moneda de canto, con un punto que suma, pero que deja a ambos preocupados porque permitían respirar todavía a Sinfín.

Esta vez no fue un bajón físico en la segunda parte. Esta vez fue de nuevo la nula capacidad del equipo para mantener los ritmos de partido. Cuando va por delante, no sostiene defensivamente la intensidad. Los detalles nunca terminan de caer del mismo lado. La recta final va a ser dura, intensa. No apta para jugadores a los que les tiemble el pulso. No apta para temerosos.