El buzón de voz del teléfono de Valentín Bravo no da más de sí. Está lleno de respuestas al llamamiento que hizo a través de las redes sociales para pedir familias de acogida. El que fuera sacerdote de la localidad segoviana de El Espinar hasta ... hace cuatro año, y ahora colaborador del padre Ángel en Mensajeros por la Paz, decía en su llamada de auxilio que «hay un avión dispuesto» para transportar a entre setenta y ochenta personas que huyen de la guerra iniciada por la invasión rusa de Ucrania. La movilización de la Asociación Cueva Valiente para buscar hogares a estos ciudadanos desplazados surtió efecto. El altavoz de Bravo ha colmado de ofrecimientos su móvil en apenas 24 horas.
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«No podemos esperar más», apelaba en su mensaje el sacerdote que en 2002 fue pionero al adoptar a un niño bielorruso que también huía, entonces de la devastación nuclear de Chernóbil. Valentín Bravo revive ahora esas sensaciones que le erizan la piel, la respuesta solidaria masiva y el intenso trasiego de tender un puente de aéreo desde la miseria y la destrucción hasta la paz y la salvación.
«Estamos desbordados» por la reacción de la sociedad, confiesa agradecido y emocionado el expárroco de El Espinar, que aunque ya no oficia en la villa segoviana su corazón sigue latiendo en ella. En esta localidad, por ejemplo, focaliza las campañas humanitarias que fleta con destino a Benin. Y en ella va a concentrar la recepción de los primeros refugiados procedentes de Ucrania incluidos en el operativo de auxilio dispensado a través de Cueva Valiente y Mensajeros de la Paz.
El avión llegará al aeropuerto madrileño de Barajas el sábado. En él viajará ese primer contingente de desplazados ucranianos, unos setenta pasajeros, calcula el sacerdote. Son sobre todo y mayoritariamente mujeres con sus hijos que necesitan la seguridad de un hogar para poder continuar con unas vidas que la invasión rusa ha hecho saltar por los aires de la noche a la mañana.
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Un autobús recogerá a esos ciudadanos y los trasladará el mismo sábado a El Espinar, donde estarán esperando con los brazos abiertos las familias seleccionadas para acogerles, explica Valentín Bravo. Recuerda que «la adopción [como la que tramitó él hace ahora veinte años] no entra dentro de estos cauces» de la ayuda humanitaria.
En estos casos, las madres y sus hijos serán recogidas por familias mientras que de manera paralela se activan las gestiones legales oportunas para que, lo antes posible, los ciudadanos ucranianos que lleguen a sus destinos pasen a formar parte del sistema de la Seguridad Social y los menores sean escolarizados, expone el que fue párroco espinariego.
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Bravo anticipa que no va a ser el único avión que se flete. «Tenemos ofrecimientos que nos permiten dar acogimiento a más de doscientas personas», asegura. Así pues, el sacerdote confía en que en próximas fechas se concrete la disponibilidad de hacer otro vuelo y extender de nuevo el puente aéreo desde el conflicto bélico hasta El Espinar vía Barajas.
Precisa que entre tantas y tantas muestras de solidaridad no solo hay hogares espinariegos o de la provincia de Segovia, sino también de Jaén, Granada, Valladolid, Salamanca, Zamora o Madrid, por citar ejemplos de territorios a los que ha llegado el eco del llamamiento de auxilio para encontrar familias de acogida.
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En mayo se cumplirán veinte años desde que el que entonces era párroco de El Espinar, Valentín Bravo, adoptara Aleksey, a quien todos conocen por Alosa , un niño huérfano bielorruso víctima de la catástrofe nuclear de Chernóbil que tuvo lugar en 1986. Antes, en 1998, el sacerdote inició un programa de acogimiento familiar durante las vacaciones estivales para menores procedentes de dicho país que sufrieron la radiación y a los que el aire puro de la sierra de Guadarrama hacía mucho bien, por no hablar del cariño que encontrarían en los hogares en los que convivieron. «hay muchos lazos de amistad que hoy perduran», recuerda Bravo, que desde hace cuatro años trabaja con el padre Ángel en la parroquia madrileña de San Antón y en las misiones humanitarias de Mensajeros por la Paz.
Estos días Valentín Bravo se estremece porque la salida obligada por la guerra iniciada por la invasión rusa de Ucrania le lleva a revivir aquella época de finales del siglo pasado en el que había que remover la solidaridad de la sociedad segoviana para hacer felices a los niños de Chernóbil. Al igual que entonces, la respuesta es ingente, se congratula. «Estamos desbordados» por las muestras de generosidad que han respondido a la llamada de auxilio hecha por Valentín Bravo en nombre de Mensajeros por la Paz y de la Asociación Cueva Valiente. La principal diferencia de la actual ola solidaria para salvar del conflicto bélico a la población ucraniana con respecto a la que generó el acogimiento de niños bielorrusos hace más de veinte años es que esta vez «hay una guerra cruel e insensata que provoca el dolor de la gente, de personas que abandonan su país dejando tras de sí a muchos seres queridos», lamenta el expárroco de El Espinar.
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