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Javier López-Escobar, en su casa. El Norte

«No puedo abrir un bote, es como si tuviera quince años más»

La vida tras la covid ·

El exdelegado de la Junta de Castilla y León en Segovia todavía se recupera la de las secuelas que le ha dejado el coronavirus: «En esos momentos te pones en manos de los médicos y... de Dios»

Carlos Álvaro

Segovia

Lunes, 23 de noviembre 2020, 07:06

Estar, estoy bien, más o menos, desde que salí del hospital, pero no puedo hacer vida normal. No puedo abrir un bote, no tengo fuerzas para agarrarlo y apretar la tapa, y cuando salgo a caminar alrededor de casa, empiezo muy animoso pero regreso muerto. Más que cansancio es, no sé, falta de fuelle. Es como si tuviera quince años más».

Javier López-Escobar, exdelegado de la Junta de Castilla y León en Segovia, se recupera de las secuelas que le ha dejado la covid-19. Admite que la cosa va «muy lenta», más de lo que él quisiera, y confía en recuperarse del todo para poder volver a atender sus clases de Ciencias en el IES Ezequiel González. «Se echa de menos. No es plato de gusto estar de baja», apunta.

Su particular vía crucis empezó el 6 de septiembre. Tenía algo de fiebre y malestar general. Dos días después consiguió hablar con su médico y, tras haber dado positivo en la PCR, acudió a Urgencias, donde le hicieron una placa y un análisis. Sorprendentemente lo mandaron a casa, pues no se tenía en pie, aunque la fiebre había empezado a remitir. El 17 de septiembre, la médico de cabecera lo auscultó, comprobó la saturación y lo envió nuevamente al Hospital General. «Estuvieron toda la tarde haciéndome pruebas, placas, análisis, etcétera, y por la noche me dijeron que tenía que quedarme, que debían ponerme oxígeno. Y allí me quedé. Afortunadamente, no llegué a entrar en la UCI porque fui mejorando. O eso decían los análisis. Permanecí ingresado ocho o nueve días y me dieron el alta», cuenta el exdelegado de la Junta.

No fueron horas fáciles. La cabeza está activa y da demasiadas vueltas: «Me acordaba muchísimo de Javier Santamaría [expresidente de la Diputación de Segovia, fallecido por covid en abril] y sabía perfectamente de qué iba aquello. Tengo 59 años muy bien cumplidos y es la edad en la que el coronavirus se ceba. Tienes una sensación de miedo permanente, pero también de confianza. Al final te pones en manos de los médicos y les dejas hacer porque saben lo que hacen. Vienen, los observas y te guías por la cara que ponen porque no te dicen mucho, no se atreven a darte un pronóstico concreto. No duermes, estás con esa sensación de no saber cuánto tiempo vas a necesitar estar allí o qué es lo que va a pasar contigo y, por supuesto, deseando volver a casa, aunque debo decir que recibí un trato exquisito. Los mensajes que llegan al móvil me ayudaban, pero no tenía ganas ni de hablar por teléfono ni de ver la televisión ni nada. Me limité a esperar el desenlace y recé mucho, todo lo que sabía y más. Te pones en manos de los médicos y... en manos de Dios. Y así, entre rezos, nervios y pesadillas, fui pasando el trago hospitalario».

López-Escobar se infectó antes de que empezara la segunda ola, cuando las medidas de seguridad (mascarilla, distancia) estaban muy interiorizadas. Qué pudo pasar no es algo que le quite el sueño. «Todas las precauciones que se tomen son pocas porque el virus se cuela por donde puede. Hay que ser muy cuidadoso y no bajar la guardia en ningún momento. La mascarilla, por ejemplo, es una medida preventiva que no te libra pero te aleja de contagiarte. Te aleja a ti y a los demás, porque también hay que pensar en los demás. Si uno se cree joven y graciosete y va por ahí de líder pensando que a él no le puede afectar, bueno, pues a lo mejor ha tenido suerte, pero puede haber dejado a dos personas al borde de la muerte o en el cementerio y no se ha enterado. Ahora mismo, el contagio es comunitario y te puedes contagiar en cualquier sitio. No queda otra que reducir la movilidad y apechugar. Cada uno con la parte que nos toque. Pero quien piense que esto está controlado y se relaje... malo», señala López-Escobar, que hace unos días cayó desvanecido después de un ataque de tos que lo dejó sin aire: «Mi mujer se llevó un susto tremendo. Fue cosa de poco, cinco segundos»

La gestión

Aunque en la distancia, el exdelegado sigue con interés la gestión política de la crisis: «Es muy desesperante ver el uso político que se está haciendo, ver cómo no identifican un problema común tan grave. No sé qué tiene que pasar para que dejen a un lado todo lo demás. No me gusta esta especie de pugna entre Gobierno y autonomías por responsabilizar a unos u a otros. ¿De qué estamos hablando? No tiene ningún sentido». Aunque admite no sentir «envidia» alguna de su sucesor en el cargo, José Mazarías, Javier defiende la gestión de la Junta de Castilla y León: «Nadie lo está haciendo bien, pero tampoco tan mal como para merecer que el adversario se ponga enfrente con una postura intransigente y tratando de ser ejemplo. Ahora de lo que se trata es de echar una mano. No envidio el papel de Mazarías. Creo que están actuando en todos los frentes posibles y me gusta la coordinación que han tenido, por ejemplo, con la Diputación y sus centros. Sé que el delegado de la Junta se ha mojado por arrancar de Sanidad todo lo necesario para que Segovia, una de las provincias más golpeadas, esté bien atendida. Supongo que yo hubiera hecho las mismas cosas o parecidas. No es tan fácil. Tiene muchísimo mérito».

El exdelegado destaca, por encima de todo, la implicación del personal sanitario tanto de Atención Primaria como de Especializada: «Estoy contento y agradecido. No tengo más que elogios por el seguimiento que me está haciendo mi médico de cabecera y el trato en Segovia Rural. No sé si sería capaz de mantener, como mantiene esta gente, la sonrisa, la educación y los papeles en un momento como el que están viviendo».

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