Dos vecinos charlan en una calle de Valdevarnés. a. de torre

Pueblos de Segovia en una burbuja: el coronavirus se olvidó de ellos

En Fuentemizarra, Valdevarnés o Juarros de Riomoros, los vecinos han permanecido al margen de la pandemia: «Es una suerte y una tranquilidad»

claudio carrascal

Segovia

Martes, 1 de junio 2021, 11:36

El coronavirus ha invadido las grandes urbes, pero también pedanías con menos de una decena de habitantes. En la provincia de Segovia, los contagios se han producido en casi todo el territorio. Tan solo unos pocos lo han logrado esquivar. Es el caso de ... las pedanías de Fuentemizarra, donde viven doce vecinos y Valdevarnés, con entre diez y catorce habitantes, ambas pertenecientes a Campo de San Pedro. En ambos casos, su padrón duplica e incluso triplica el número de residentes, pero la realidad es que en estas zonas cada vez hay menos población. Un hecho que, sin duda, les está ayudando a mantenerse entre los pocos municipios del país donde no ha habido un solo caso de covid.

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Para ellos, es «una suerte y una tranquilidad», sobre todo por la avanzada edad de sus habitantes, según el alcalde de Campo de San Pedro, Diego López. En Fuentemizarra, la media supera los 60 años y en Valdevarnés ronda los 70. La clave está «en no juntarse y en respetar todas las medidas de seguridad». De hecho, los vecinos solo salen para dar algún paseo o para hacer la compra, pero al ser tan pocos «es fácil no encontrarse». Los centros sociales han permanecido cerrados. Sin espacios de reunión, los vecinos «solo se ven cuando van a por el pescado o el pan», detalla. López cree que la gente mayor es más cauta en una situación como la actual porque «tienen miedo, ya que son conscientes de que si cogen el bicho les puede afectar de forma mucho más grave».

Las personas que tiene segundas residencias en la zona, en la mayoría de los casos, han respetado los confinamientos perimetrales, una prudencia que, a su juicio, también ha ayudado a evitar el virus. «Tan solo han venido en casos puntuales o cuando les hemos enviado un justificante porque después del duro invierno de nieves que hemos pasado el hielo ha roto algunas tuberías y se salía el agua en sus viviendas», aclara el regidor.

Diego López, alcalde de Campo de San Pedro. a. de torre

El fin del cierre perimetral generaba ciertas dudas en el pueblo, ya que «la gente de las ciudades tiene muchas ganas de venir a sus segundas residencias o a ver a sus familias, pero en núcleos pequeños como estos no estamos preparados para un control masivo». Además, recuerda que en términos municipales tan pequeños registrar 10 positivos supone una tasa superior a los 500 casos por 10.000 habitantes.

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Lo difícil será encontrar ese ansiado equilibrio para que los diferentes negocios que viven del turismo puedan recuperarse poco a poco, pero con la máxima precaución para lograr que las calles sigan limpias de coronavirus. «Los pueblos turísticos están arruinados y muchos negocios han tenido que cerrar, pero tampoco que se puede dejar todo al libre albedrío mientras siga el virus», apostilla. Por el momento, ya ven un resquicio de esperanza gracias a la vacuna porque en Fuentemizarra, salvo una madre con dos hijos, todos los vecinos están ya vacunados y en Valdevarnés al menos el 90% de la población ha recibido el pinchazo.

Aunque en estas pedanías no están sufriendo las consecuencias sanitarias de la pandemia, sí las psicológicas. «La gente mayor ha aflojado mucho el ritmo, antes iban a los bares a tomar el vino a diario y estaban siempre en la calle, apenas veían la televisión y ahora no hace otra cosa», lamenta el alcalde. De hecho, considera que este aislado estilo de vida está provocando que los mayores hayan envejecido cinco años en uno.

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El Ayuntamiento ha procurado que servicios básicos como el que prestaban con el comedor social se mantenga a domicilio y asegura que ha sido una buena fórmula para detectar las necesidades de los vecinos. En especial, durante el estado de alarma «si necesitaban un medicamento, unas magdalenas o un producto de limpieza se lo llevábamos para que no tuvieran que salir de casa».

Jesús López, vecino de Valdevarnés. a. de torre

Jesús López es vecino de Valdevarnés y confirma que el riesgo en invierno es mínimo porque «vivimos cada uno en un extremo y apenas nos juntamos». En verano la población se multiplicó y aunque llegaron muchas personas de Madrid «se respetaron las distancias y la gente solo se reunía al aire libre, a la puerta de la bodega, lo que nos mantuvo alejados del virus». Unas precauciones que ve muy necesarias, aunque admite que es «muy triste no poder entrar en casa de un vecino a charlar un rato, ni tampoco juntarte para echar la partida o tomar una caña». Jesús está jubilado, pero ha desempeñado gran parte de su carrera en los municipios de la zona, sus últimos años como director del colegio de Boceguillas. Su vínculo con el medio rural y su experiencia le hacen ver en el teletrabajo una gran oportunidad para esta España vaciada. Eso sí, cree que la pandemia ha puesto aún más en evidencia la necesidad de banda ancha en estos núcleos. «Si ya de por sí están aislados con esta crisis sanitaria y sin buena conexión mucho más».

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A poco más de 100 kilómetros de distancia hay otro municipio en la provincia que no se ha librado por completo del virus, pero casi. Se trata de Juarros de Riomoros, donde tan solo se contagió una pareja al inicio de la pandemia. Desde entonces, ni siquiera los escasos veinte kilómetros que le separan de Segovia han impedido a sus cuarenta vecinos mantenerse alejados del virus.

Todo igual

El único caso fue exportado, ya que se trataba de un hombre que apenas salía de casa. Tal y como expone el alcalde, Silvino Sanz, «todo parece indicar que se contagió en el ambulatorio de Segovia, ya que en pleno estado de alarma fue para lo único que salió de su domicilio». Poco después su mujer también dio positivo. Aunque él sí que estuvo ingresado en planta cerca de diez días, ella pasó todo el aislamiento en el pueblo.

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Silvino Sanz, alcalde de Juarros de Riomoros. a. de torre

Un año después, la vida no ha cambiado demasiado, según el regidor. Los vecinos salen del pueblo lo mínimo, pero Silvino cree que la suerte ha estado de su lado. En una situación tan crítica con la actual, también supone una ventaja contar con una población tan reducida porque «todo está mucho más controlado y es imposible que se generen aglomeraciones», asevera. El 'teleclub' del pueblo sí que está funcionando, siguiendo la misma normativa que los bares. Este espacio es la única vía de escape y el único lugar en el que los vecinos mantienen cierto contacto social, eso sí, «con todas las precauciones».

La tranquilidad en Juarros es cada vez más mayor porque más de la mitad de los habitantes ya está vacunada, incluso los ocho que no son residentes habituales, pero que llevan en el pueblo desde que comenzó la crisis sanitaria. «Teniendo en cuenta que hay varias personas con más de noventa años y que tan solo un 10% de la población está en activo, la vacunación es muy necesaria», apunta Silvino.

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El miedo y la incertidumbre también han estado muy presentes, hasta el punto de que algunos vecinos han preferido evitar el contacto cercano sus familiares. En la mayoría de los hogares de los típicos encuentros de las fiestas, Navidad o Semana Santa se suspendieron. El pasado verano sí que se produjo cierta apertura, aunque ni por asomo llegaron a juntarse las 250 personas habituales. La solidaridad vecinal es uno de los aspectos positivos que más ha visibilizado esta pandemia en los pueblos. A nadie le extraña que un vecino le haga un recado o le deje algún producto que se le ha terminado. «Todos hemos estado más pendientes que nunca de los demás».

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