Los pueblos que desafían a la despoblación

Las últimas cifras del padrón actualizadas por el Instituto Municipal de Estadística reflejan que la provincia de Segovia aguantó en 2020 el tirón de la despoblación. Durante las últimas décadas, es una de las provincias de Castilla y León que mejor resiste el continuo goteo que supone perder habitantes año a año, ya sea porque cada vez es más acusada la diferencia entre fallecimientos y nacimientos o porque los residentes en la región (y también en la provincia) opta por salir fuera de la comunidad o del país en busca de mejores oportunidades.

En la últimos diez años, la provincia de Segovia se ha dejado a casi 10.000 personas en el camino. Ha pasado de más de 163.000 vecinos en el verano de 2011 a estar por debajo de la barrera de los 154.000 a 1 de julio de 2021. Y eso pese a que no perdió población en 2020, ya que a comienzos de 2021 contaba con 185 habitantes más que a inicios del año anterior. Un crecimiento leve que gana peso al comprobar que la mitad de los municipios segovianos lograron aumentar su población.

Entre esas localidades no está Segovia capital, que perdió cerca de 800 vecinos. Tampoco municipios importantes de la provincia como Ayllón, Cuéllar, Cantalejo o Mozoncillo, que también vieron como sus listas de vecinos se redujeron en 2020. Pero hay otra cara de la moneda. Una en la que los municipios cuentan con cada vez más vecinos. Es el caso de pueblos del alfoz de la capital, como Palazuelos de Eresma, San Cristóbal, La Lastrilla o Espirdo.

Pero también de localidades, más alejadas de Segovia capital, que consiguen desafiar a la población con una tendencia al alza. Es el caso de Matabuena, Garcillán o Marugán, tres de las localidades segovianas que más engordaron su censo durante el año más duro de la pandemia.

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