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La provincia impulsa el desarrollo de áreas industriales en dieciocho municipiosEl razonamiento de la Diputación Provincial de Segovia es que crear industria solo tiene ventajas. Que los réditos de cientos de puestos de trabajo dan ... un retorno superior a la inversión, no solo para seguir ampliando esos polígonos –que haya empresas funcionando es la mejor publicidad para que vengan más–, sino en los intangibles: más vivienda, más vecinos. Sanchonuño, un pueblo con apenas 1.000 habitantes que genera 400 puestos de trabajo, es un ejemplo paradigmático. Porque quiere crecer y no tiene terreno. El proyecto provincial no incide tanto en los grandes polígonos, que en términos globales se valen por sí solos, sino en dar a las pequeñas áreas industriales herramientas para seguir creciendo, sumando pocos para ganar habitantes. Es el motivo de un mapa industrial que estudia las zonas de 18 municipios para convertir el atractivo geográfico de la provincia, por su proximidad a Madrid y Valladolid, en riqueza.
La Diputación de Segovia creó en 2023 un área de desarrollo industrial que estudiara el estado de las diferentes áreas de la provincia a través de un análisis de fortalezas y debilidades de cara a dinamizarlas. Una tarea a medio plazo, subraya el diputado de Hacienda, Óscar Moral. «Siempre se dice que Segovia es una zona muy poco industrializada. Nos quejamos de que no hay empleo, pero cada vez que una industria quiere venir a nuestra tierra encontramos algún motivo para ponerle pegas que no encuentran en otras provincias. Cada uno intentamos estar lo más cerca posible de nuestro puesto de trabajo y una de las mejores formas de retener población o atraerla es a través de la industria y el empleo». El estudio comenzó en 23 municipios –aunque los contactos iniciales incluyeron a una treintena–, pero se quedó finalmente en 18, bien porque las áreas no tenían un desarrollo viable o porque los propios pueblos descartaron la idea motu proprio. Un ejemplo fue el Real Sitio de San Ildefonso, sin espacio para extender su pequeño polígono actual. También se cayeron Palazuelos de Eresma, La Lastrilla, Chañe y Ayllón.
Con esos 18 empezaron a trabajar. «Son los que consideramos que pueden tener una potencialidad de hacer crecer esas áreas industriales en sus términos municipales». Uno de los primeros diagnósticos es la falta de normativa, pues muchos ayuntamientos no tienen siquiera reguladas estas zonas –por eso el mapa las denomina como áreas y no como polígonos– y crecen como uso excepcional de suelo rústico, lo que retrasa los procedimientos. «Eso supone que cada proyecto industrial conlleva un año y medio de desarrollo urbanísticos. Queremos que hagan ya ese planeamiento urbanístico para que cuando quieran venir empresas tengan ese trabajo ya realizado». Un ejemplo es Cantimpalos, que tiene todo su polígono completo y está creciendo a través de ese uso excepcional de suelo rústico. «Trabajaremos con ellos, en el caso de que quiera, porque aquí la autonomía municipal es la que prima, para que modifiquen sus normas, amplíen esa zona industrial para que cuando venga una empresa sea más fácil». Para estos casos ha lanzado este año una subvención la Diputación de Segovia.
Uno de los puntos clave es hasta qué punto deben comprometerse los municipios sin saber si habrá un retorno a esa inversión. Moral razona que un polígono con todo su espacio ocupado –Sanchonuño es otro ejemplo– tiene que valorar los precedentes. «Hay empresas de las que tienes constancia que cuando han necesitado crecer se han instalado en municipios cercanos». En resumen, que hay demanda. Por ejemplo, Cantimpalos lamenta que las jamoneras que no podían instalarse allí se hayan ido a Pinillos de Polendos. «No significa que todos los municipios tengan que hacer un polígono como el de Los Hitales de Bernuy de Porreros, pero Cantimpalos, Carbonero o Coca saben perfectamente de la falta de disponibilidad de suelo y que algunas de las empresas tienen necesidades». En este contexto, el papel de la Diputación no es tanto activar «macropolígonos», sino mejorar y los existentes. «No tendría lógica que Nava de la Asunción o Navalmanzano hagan un polígono inmenso para que esté vacío».
Por eso Moral dibuja un mapa provincial jerarquizado. «Tendrá que tener cuatro, cinco o seis polígonos muy importantes, no más, pero después habrá 10, 12 o 14 más pequeños». Al de Bernuy, llamado a ser uno de los grandes, se sumaría Abades –con un ambicioso plan de desarrollo comprometido por la Junta– o Valverde del Majano, pero en el extremo contrario está Villacastín, con un gran polígono vacío en un 75%. «Si en un polígono industrial pequeño y funcional se quieren instalar empresas de la zona, tenemos que facilitárselo». Cada una de estas pequeñas áreas tiene su circunstancia, desde los problemas de catalogación urbanística de Vallelado –el polígono no está reflejado como tal– a las dificultades en los accesos en Campo de San Pedro, que necesita entrelazar sus dos pequeñas zonas industriales.
Un caso paradigmático, pues el trabajo ahora está en preparar el terreno para un posible desembarco. «Primero hay que tener el diagnóstico de deficiencias para intentar apoyarles. Que tengan marcadas en sus ordenanzas un espacio industrial; no quiere decir desarrollado, ni hechas las calles o los viales, que es lo más costoso». Es decir, adelantar el planeamiento. La Diputación asume que el nordeste es la zona más necesitada de la provincia; además de Campo de San Pedro, se suman Boceguillas o Riaza. Otros municipios como Ayllón indicaron que no tenían esa intención de desarrollo. «Nos hemos ido poniendo en contacto con casi todos los municipios con posibilidades y hemos trasladado lo que ellos nos pedían».
De cara a costear el crecimiento de estas áreas, Moral plantea un esfuerzo compartido. «Habrá que buscar las ayudas de todas las Administraciones posibles». Para ello, confía en el Plan Territorial de Fomento que está elaborando la Junta de Castilla y León para la provincia. «También entiendo que a nivel autonómico invertirá en polígonos más grandes. Después, cada municipio tenemos que saber nuestras posibilidades. No gastemos donde no tengamos cierta certeza». Moral, por ejemplo, descarta las posibilidades del suyo, San Cristóbal de Segovia, por lo que ya hay en el alfoz. «No creo que haya que empezar por un polígono de ocho millones de euros; se pueden hacer con importes muchos más humildes. Simplemente con las licencias de obra, los impuestos y la mano de obra que crea en nuestros municipios nos va a revertir en más dinero del que va a costar».
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Pero está la casuística. A Coca no le falta demanda de empresas frutícolas y su problema no está en los costes, sino en asegurar el servicio a las empresas a través de los suministros. La Diputación ve suficientes líneas de financiación –gracias también a los fondos europeos– y solvencia en la demanda. «Si Sanchonuño duplica su polígono industrial, lo cubriría sin problema prácticamente con las empresas que ya tiene allí». Que la industria renta. «Y si no, nos seguiremos quejando de que tenemos que emigrar. Pero también tenemos que mirarnos el ombligo. ¿Qué hacemos para que las empresas se instalen aquí?»
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