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Están acostumbrados a hacer frente a los estereotipos, pero defienden a capa y espada sus profesiones y no se ven haciendo otra cosa. Ayer participaron en San Cristóbal de Segovia en un acto multitudinario organizado por el Área de Asuntos Sociales de la Diputación, que ... acaba de poner en marcha la Unidad de Igualdad, Género y Diversidad. Isabel Sanz, Lola Carrasco, Nico de Santos y Rocío Gómez ejercen profesiones propias del género contrario y no dudan en contar su experiencia para contribuir a derribar prejuicios y abrir camino a la igualdad.
«Conozco a chicas que quieren practicar 'powerlifting' y no lo hacen por el miedo al qué dirán», cuenta Isabel Sanz, segoviana de Ayllón, que no había cogido una pesa en su vida hasta que una enfermedad grave que la dejó en 39 kilos y la obligó a apuntarse a un gimnasio para coger peso. Ahora es campeona de Europa de 'powerlifting', deporte que, a diferencia de la halterofilia, premia más la fuerza bruta. «He oído infinidad de micromachismos en el día a día, que si estás muy fuerte, que si pareces un hombre... Dentro del mismo deporte también se está en desventaja por ser mujer. Marcas, patrocinadores y demás tienden a apoyar más a los chicos», añade.
Lola Carrasco, madrileña avecindada en Segovia, sabe muy bien lo que es derribar prejuicios machistas: es bombera conductora de profesión. «He sufrido micromachismos y 'macromachismos'. Empecé hace veintitrés años y los principios fueron muy duros, sobre todo porque a tu alrededor ves muchas caras de escepticismo. A los hombres, el valor se les suponía; a mí no. Había muchas cosas que a mí no se me suponían. Pero todo se combate con profesionalidad: estudiando, entrenando y haciendo bien tu trabajo. Llevo muchos años en el oficio y siento que he demostrado con creces mi valía, pero, cuando hay una intervención, todavía noto muchos ojos encima de mí. El miedo escénico está ahí», afirma.
Nico de Santos ha experimentado un extraño machismo, un machismo inverso. Es enfermero, ejerce desde hace treinta y nueve años y ahora trabaja en el centro de salud de La Albuera. «A los enfermeros nos han confundido con todo: camilleros, celadores..., pero sobre todo con el médico, un profesional revestido de una autoridad indiscutible. Si acudo a un domicilio particular con una compañera médico, la gente, sobre todo si es gente mayor, se dirige a mí para pedirme la información. 'No, si el médico es ella...', tengo que decir». A él no le importa que le llamen enfermera: «En absoluto. Aunque ha crecido el número de chicos que se dedican a la enfermería, cada vez hay más mujeres que ejercen la profesión. Para ser enfermera hay que tener dedicación y profesionalidad, y eso no es cosa de un género u otro. Todos podemos hacerlo bien».
El machismo es un mal que se combate desde la infancia. Rocío Gómez, profesora de danza y directora de la escuela Bailaló, lo tiene muy claro, sobre todo desde que se dedica a recorrer la provincia de Segovia para impartir sus clases. «Los prejuicios vienen desde abajo –dice–. Los padres apuntan a sus hijos a actividades extraescolares y deciden: los niños, a fútbol; las niñas, a danzas. De los 120 alumnos que tengo, entre adultos y niños, solo 9 son varones. Es muy significativo». Se supone que el folclore y la tradición son de todos, de mujeres y de hombres, pero los niños siguen viéndose muy condicionados: «Les dicen que se juntan con chicas y se retiran. Hoy en día es difícil juntar un grupo de paloteo exclusivamente masculino. Hay que concienciar y se empieza en casa, en la familia», añade Rocío.
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