La segoviana Ana de Vera, tras las huellas del Che Guevara en el Madrid de Franco

–¿Qué hacía el Che en España en pleno franquismo?

–No se sabe nada, yo me lo invento. La idea más posible es que viniera a ver a Juan Domingo Perón, el expresidente de Argentina, que estaba aquí exiliado. No hay prácticamente nada, tres páginas en Internet. Como su objetivo era extender la lucha revolucionaria a Latinoamérica, me imagino que vino a pedirle consejo.

–¿Qué le transmite su figura?

–Lo que más me interesa es que cuando estaba aquí no era el Che. De hecho, en mi guión en todo momento se llama Ramón, no es Ernesto. Son diez días en los que él puede vivir otra vida. Y hablamos de eso, de las vidas que no vivimos, las cosas que podríamos hacer y no hacemos. Es una de las figuras más románticas del siglo XX y una de las más importantes porque dedicó su vida a eso. Era médico y fue ministro, podría haberse quedado detrás de un escritorio y tras cuatro año no aguantó más y se fue al Congo a liarla parda. Lo siguiente era Bolivia, y justo antes se viene para acá. Su idea era que lo siguiente fuera Argentina, pero no le dio tiempo.

–¿Qué vida ha buscado para Ramón?

–Él llega en teoría para un día, pero cuando llega a su habitación, después de haber hablando con Perón, le han robado una caja de puros y dentro tenía el billete de vuelta. Sigue el rastro del ladrón y acaba inmiscuido en la desaparición de un tipo y la policía le detiene. Él está acojonado porque es el Che pero nadie lo sabe. Meterse con la policía franquista no es lo que más le apetece.

–¿Cómo surgió la idea del laboratorio?

–Ya me había presentado el año anterior, los dramaturgos estamos siempre pendientes de estas becas. La verdad es que no tenía ningún tipo de mi esperanza.

–Con su formación de teatro, ¿qué reto supone el lenguaje audiovisual?

–Es un reto por contar con imágenes y no tanto con palabras. Es algo que tengo muchas ganas de hacer y espero aprender un montón. El teatro es un territorio un poco complicado en el mundo en que vivimos ahora. El audiovisual tiene un motor y unas posibilidades infinitamente mayores.

–¿Cómo espera la relación entre los compañeros de proyecto?

–No hay competición, al final cada uno presentamos nuestro guion en junio. Será más una suerte de compartir, que alguien te dé ideas. Nutrirse de la experiencia de cada uno, eso es lo que yo he hecho toda la vida en clase.

–¿Qué espera de esta plataforma para su evolución?

–Ojalá pueda aprender mucho y me pueda servir para seguir escribiendo guiones de aquí en adelante. Sobre todo, por estar tutorizada.

–Su hermano Juan es actor. ¿Cómo es la relación en su familia?

–Ha hecho teatro mucho tiempo y lo tuvo que aparcar porque lo cogieron en la tele, en 'Amar no es para siempre'. Estudiamos los dos en la misma escuela; él tiene un año menos que yo, pero entró antes. Tenernos al lado hace que nos vayamos alimentando mutuamente.

–En un mundo con tantos formatos, ¿qué futuro tiene la profesión de guionista?

–En los últimos años creo que hay una valoración más positiva. Hay muchísimo contenido audiovisual de muchos formatos, no quiere decir que todo guión vaya a ser para cine o televisión. Hay mucho trabajo que hacer ahí y es una profesión bastante agradecida. La gente es humilde, quiere hacer su trabajo bien y tener para comer.