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La Gimnástica Segoviana devolvió, muy a su pesar, el favor al Cacereño, el equipo que facilito su ascenso a Primera RFEF. El campo en el que se fraguó su gesta a distancia, fue ayer su sepultura en la primera ronda de la Copa del Rey. ... El embrujo en un lugar donde sufrió el Real Madrid, de un equipo que se quedó en Segunda RFEF, pero recibirá a otro Primera en diciembre. Los de Ramsés Gil fueron víctimas de un césped por momentos impracticable y de lo poco que generaron en ataque ante un rival que puso más y decantó el duelo en la prórroga.
Cacereño
Izan, Javi Navas, Javi Barrio, Adri Crespo, Joserra, Clausí, Viñuela, Carrillo, Deco, Salinas y Bernal.
2
-
1
Segoviana
Oliva, Silva, Abel Pascual, Sergi Molina, Gabriel, Manu, Fer Llorente, Javi Borrego, Fernán, Tellechea y Diego Gómez.
Cambios Cacereño: Christian Martínez por Salinas (min. 66), Merencio por Viñuela (min. 80), Sancho por Marcos Carrillo (min. 80), Sarmiento por Pepe Bernal (min. 90) y Sanvi por Deco (min. 111)
Cambios Segoviana: Davo por Borrego (min. 46), Berlanga por Fernán (min. 46), Rubén por Gabriel (min. 65), Astray por Tellechea (min. 65), Hugo Díaz por Fer Llorente (min. 81) y Hugo Marcos por Molina (min. 106).
Goles: 1-0 Deco (min. 8), 1-1 Manu (min. 85), 2-1 Christian, de penalti (min.103).
Árbitro: Francisco Javier Expósito Jaramillo (Andalucía). Amonestó con amarilla a Izan, Deco, Clausí y Christian por el Cacereño; a Molina y Gómez por la Sego.
Otros datos: Príncipe Felipe: 2.172 espectadores.
El diluvio en Cáceres dejó claro que aquello no era fútbol clásico, sino otra versión acuática en la que los charcos mandan más que la técnica. Lo que en el centro del campo es un incordio se convierte en drama cuando llega a las áreas. Lo vio Oliva, que tuvo que convivir con una importante bolsa de agua en su área. Allí se quedó frenado un balón que del que se deshizo como pudo. Aquel rebote condujo a un córner; a la segunda, el Cacereño lo sirvió en corto, un balón que le llegó a Deco en la esquina del área grande. Borrego fue a su encuentro, pero se resbaló y le dio la excusa para sacarse un disparo arqueado a la escuadra. Mucho nivel para salir de una piscina.
Recibido el golpe, tocaba ver qué equipo se adaptaba mejor a las condiciones. La Segoviana entendió que el guion premiaba los atajos, la invitación al rival a que se ahogara en el error. Una guerrilla hecha para Juan Silva, incorporándose a la mínima, yendo con todo a por cada balón dividido, aunque el balón el hiciera el extraño en el peor momento, cuando prepara el centro desde la línea de fondo. El Cacereño no dudaba y pateaba a seguir como si fuera rugby. Los de rosa –la exótica equipación segoviana– tuvieron una falta servida por Fer Llorente que le cayó a Borrego en línea de fondo para que asistiera al disparo a bocajarro de Sergi Molina que se marchó por encima del larguero. Eso o el error, en el que no cayó Oliva tras otra sucesión de córners. Y llegó el descanso, con el fútbol justo.
Ramsés enmendó el plan y quitó del campo a sus dos jugones, Fernán y Borrego, porque aquello era como dar una brocha gorda a Dalí. Y sacó todo el gol que tenía en el banquillo: el olfato de Davo y las diagonales de Berlanga para sumarse a Gómez y Tellechea. Con toda su pólvora, aunque estuviera mojada, se marcharon a por el empate, pero fue el Cacereño el que olió sangre con una par de transiciones. La segunda termino en un balón aéreo que no leyó ni Oliva ni su defensa y que casi embocan sin querer en puerta vacía Salinas y Pepe Bernal.
Tuvo que pasar cuarto de hora para que Berlanga tuviera un balón parado como el que remató Molina. Con el mismo resultado, manos a la cabeza. Porque no habría muchas más. El siguiente comodín del banquillo fue Astray, que salió a la derecha y cambió a Berlanga a la izquierda, mientras Rubén reaparecía un mes después, la mejor noticia. De nuevo fue el Cacereño el que rozó la sentencia en un balón a la espalda que persiguió Christian, cuyo disparó de primeras ante la salida de Oliva no encontró portería por centímetros.
La estrechez del marcador era el único consuelo rosa. La pelota que estuvo a un suspiro de pescar Gómez al primer palo o el saque de banda que sacó por gallardía Davo. De ahí llegó el gesto que lo cambió todo: el quiebro de Manu, que se quedó en el sitio para zafarse del rival y despejar el parabrisas. Puso un centro envenenando al punto de penalti que se convirtió en disparo porque sus compañeros fueron a su encuentro sin tocarlo, el engaño perfecto a Izan, que recogió la pelota de su portería mientras Davo corría hacia Manu para confirmarle lo que ya estaba celebrando, que el gol era suyo. El Cacereño pasó de tener a la Sego en el horno a vérselas canutas para llegar vivo a la prórroga tras un aluvión de córners. Ahí estuvo el final alternativo.
El partido era ya un tobogán emocional y el Cacereño se rehizo. Sin florituras y con el campo ya embarrado, aunque no lloviera, empezaron a acumular efectivos cerca de Oliva, que mantenía el tipo atajando junto a la línea de gol un peligroso balón arqueado. Sin ocasiones, se olía el peligro. Y llegó el error. Sergi Molina, que se dolió a comienzos de la prórroga, se tiró al corte para frenar la internada de Christian Martínez como si fuera un césped ordinario. Pero no. Un penalti que embocó él mismo, pese a la arenga de Davo a Oliva. La Sego lo intentó en la segunda parte, pero no tuvo colmillo para levantarse otra vez de la lona. Murió con todo, como mandaba el guión. Desde una falta desde el balcón del área que Abel Pascual mandó alta al último baló que persiguió Gómez. Vencido en el barro, como su equipo.
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