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En lo más profundo de los pinares del municipio de Sebúlcor nace una planta con capacidad para predecir el clima: el abrojo. Es una especie herbácea pequeña, casi imperceptible, de tallos largos y rastreros y minúsculas flores amarillas. Aunque se puede encontrar en cualquier hábitat, es protagonista especialmente en los bordes de caminos. El naturalista sebulcorano Alberto Tejedor ha observado durante más de una década el crecimiento de la planta y la cantidad de precipitaciones para concluir que esta interacción puede vaticinar el tiempo. Para los próximos meses, su conclusión es rotunda: «Este verano habrá tormentas».
Además de dar nombre a un arma existente desde la época romana, el abrojo es famoso por las molestias que causan sus frutos —conocidos en la comarca como 'herraduras'— al pinchar las ruedas de bicicletas, pegarse a la ropa y al pelo de los animales. También conocido como 'tribulus terrestris', se trata de una de las pocas especies de la flora de la provincia que conservan el verdor en pleno verano. Su erradicación se ha perseguido durante años y, en muchos casos, no se ha conseguido.
Pese a su mala fama, Tejedor advierte de que esta especie goza de una amplia capacidad predictiva de las lluvias en la época estival. Resinero de profesión, el naturalista decidió iniciar en 2011 y por mera curiosidad un estudio sobre los litros de agua caídos a diario en Sebúlcor para conocer si este fenómeno determinaba el brote de la planta en cuestión.
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Es un proceso que requirió mucha espera, vigilancia y sacrificio, ya que el abrojo analizado se ubica a dos kilómetros del pueblo, en una zona de monte de pino resinero que está enclavada en pleno corazón del Parque Natural de las Hoces del Río Duratón. En estas latitudes del centro de Segovia, «los años de mucha planta y fruto han caído más de 25 litros de agua» en los meses de julio o agosto, recoge en un estudio en el que se exponen los datos recopilados desde hace doce años.
Alberto Tejedor
Naturalista
A su juicio, si las semillas del abrojo germinaran todas a la vez cada verano, el ejemplar «ya se hubiera extinguido» a causa de los periodos de severa sequía. No obstante, la especie herbácea «se las ha ingeniado» para asegurar su supervivencia. Si no tiene claro que va a llover en la temporada estival, «ese año no germina». Si sucede al contrario y pronostica que habrá precipitaciones suficientes, «se producirá una explosión de la planta», explica el observador de la naturaleza.
Para demostrar esta tesis, el sebulcorano ejemplifica con los años 2017 y 2018, «los más clarificadores». En el primer ejercicio se recogieron 474 litros y las semillas de abrojo «brotaron y maduraron en abundancia, fue una auténtica plaga y proliferaron por doquier». Esto se debe a que las lluvias, aunque escasas, tuvieron lugar en los meses de verano. En 2018, se contabilizó un 62% más de cantidad acumulada de precipitaciones. Al contrario que en el año anterior, estas se concentraron en primavera. La planta no creció porque «intuyó o detectó que no llovería» en la época estival, algo que se cumplió, ya que de julio a septiembre tan solo se recogieron diez litros.
En su estudio, apoyado con gráficos y cifras, muestra cómo esta hipótesis se cumple cada nuevo curso. Llama la atención que los periodos que registraron récord de tormentas en la localidad segoviana, como 2016 (695 litros) y 2018 (769 litros), el abrojo no germinó al coincidir con veranos especialmente secos. No sucedió lo mismo en 2012 o 2015, cuando apenas se alcanzaron los 420 litros de precipitación acumulada pero las lluvias fueron copiosas desde junio a septiembre.
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Tejedor no solo refleja en su informe los resultados cuantitativos, sino que también valora las cosechas anuales. Es decir, si tardaron en brotar las semillas, si la planta permaneció en estado latente o enterrada o si la maduración de los frutos fue rápida y prolífica. Asimismo, relaciona eventos extraordinarios, como es el episodio de la gota fría en numerosas áreas del país ocurrido en 2019, cuando se produjo un desfase en la explosión del fruto. El nacimiento de las herraduras se prolongó hasta octubre. «Hubo un retraso muy considerable», especifica.
Con esta labor, Tejedor pretende reflejar cómo indicadores naturales o bioindicadores pueden predecir la meteorología en el corto, medio e incluso largo plazo. En este sentido, su apuesta para este verano es clara. Las flores del abrojo se abrieron tras las intensas y reiteradas lluvias que asolaron la provincia en junio y, a falta de corroborar el éxito en la germinación de sus frutos, el observador vaticina que hasta septiembre se producirán episodios de tormentas.
«Conocer cómo se comporta la naturaleza nos puede dar las claves para intentar resolver o mitigar muchos de los problemas medioambientales actuales», sostiene el naturalista y resinero en referencia a la escasez de agua dulce, lo que desencadena en épocas de sequía como la actual o voraces incendios forestales.
No es la primera vez que Tejedor se sirve del comportamiento de plantas o animales para adelantarse a extraordinarios fenómenos. Hace apenas 20 años, en una mañana calurosa de verano y sin nubes en el cielo, se dio cuenta de que un grupo de hormigas tenía un comportamiento extraño. «Estaban nerviosas o alteradas, corrían dando saltitos de un lado a otro, cerca del hormiguero y sin un rumbo fijo», relata. A la media hora, empezaron a ceñirse oscuros nubarrones en el cielo y, en unos minutos, «una gran tormenta descargó agua y grandes granizos con una intensidad brutal», declara.
El observador de la naturaleza hace hincapié en la necesidad de implementar modelos productivos que influyan de forma positiva en los ciclos naturales. Según defiende, la culpa de que algunas especies compartan una condición de fragilidad «es nuestra», de los seres humanos. «Intervenimos negativamente es sus procesos biológicos», subraya. Por ello, Tejedor invita a reflexionar sobre la propia interacción de la población con el entorno. «Tenemos el deber y la obligación de tratar a la naturaleza con el mayor de los respetos y nuestra subordinación», concluye.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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