![«Yo no soy Patotski»](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/09/12/luisdevega-detorre-kNKD-U2201208400818QlH-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Luis de Vega (14 de septiembre de 1988), un hombre tranquilo, arranca el domingo su segunda temporada en el Viveros Herol Nava con un cambio inesperado de roles: de actor secundario con algunas escenas memorables a protagonista de la película tras la lesión de Dzmitry ... Patotski, el portero titular, al que no se espera hasta el curso que viene. El leonés asume un nuevo «ecosistema» en la portería en el que se le pedirá más. «El jugador de equipo tiene que estar preparado para todo. Mi objetivo a nivel personal pasa por disfrutar; las cosas suelen salir mejor así que cuando te metes más presión. Igual sumo más minutos; solo espero que sean de calidad». Ese es su reto, con la ayuda de Yeray Lamariano, que ha interrumpido su retirada para echar un cable hasta enero en el equipo al que ascendió a Asobal en 2019: intentar que los 10 minutos buenos del suplente se conviertan en 35 igual de solventes como titular. «Espero estar tranquilo. Sobre todo, saber que yo no soy Patotski, soy Luis de Vega».
Que no es poco. Antes que portero, Luis es padre primerizo y sus horarios los marca su hija, de nueve meses y medio. Desayuno, almuerzo, las compras del día, sus siestas de rigor, recoger la casa, preparar las comidas del día siguiente, baño y a dormir. «Ahora ya hace la noche al completo. Se despierta un par de veces, pero igual son 15 segundos. Intentas hacer coincidir tus horas de sueño con los suyos porque sabes que al día siguiente te toca madrugar. Y disfrutar de ella. Si me tengo que tirar al suelo y estar dos horas, como lo haces con gusto… Cuando no estaba ella también hacía un descanso activo; relajado, pero con otra actividad». Un apartado crucial en un deportista de alto nivel, pues acostarse más tarde de la cuenta por cualquier motivo pasa factura en los entrenamientos. Sus reglas son cuidar al máximo la alimentación y buscar esas ocho horas de sueño donde pueda.
El relato de una vida tranquila en un pueblo perfecto para sus necesidades, uno de los motivos por los que dijo que sí a su entrenador, Álvaro Senovilla, cuando le llamó en medio de su última temporada en Plata, con el Villa de Aranda, uno de los rivales que los segovianos dejaron atrás en su regreso a la Asobal en mayo de 2023. «Y lo bien que me habían hablado toda la gente que había estado en Nava». Habla de un club familiar y del ambiente. «A los jugadores nos gusta estar en sitios donde hay una afición que te respalda. Fue una combinación de factores unida al momento familiar». Porque su pareja estaba ya embarazada y les encajó llevar la familia a un pueblo de 3.000 habitantes. «Es un sitio perfecto porque tienes todo lo del día a día. Mi mujer teletrabaja y nos podíamos mover donde yo fuera. Con esta edad, priorizas cierto descanso, una vida más familiar. Y para hacer algo puntual como ir a cenar o al cine estamos a media hora de Segovia y a 50 minutos de Valladolid».
Así que puso fin a seis años en Aranda de Duero, otro club familiar, por un proyecto en Asobal, donde jugó con los burgaleses y fue artífice de una paliza recordada en Nava de la Asunción en 2020 que le costó el puesto a Diego Dorado. Resume la adaptación desde Plata a la máxima categoría en la velocidad del lanzamiento: el radar tarda meses en calibrar. «Gente más fuerte, más robusta, con más potencia». La rutina de un portero, enfrentarse a disparos a 100 kilómetros por hora, poner su cuerpo en el camino. «No me lo había planteado. Pero la gente tiene control sobre dónde quiere lanzar. Te pueden dar algún balonazo en el cuerpo, pero es atípico; eres tú el que va a buscar el balón, el que lee el estímulo. Y si te dan en la cara, son lanzamientos 'fuerte-flojos' o porque se le quede un poco pegado el balón».
Su periodo de adaptación duró una vuelta: una temporada de menos a más. «Con aportar mi granito de arena, por poco que sea, cuando me toca salir, yo estaba feliz. No me puedo quejar, estoy súper satisfecho con los minutos que tuve; la verdad, no esperaba tantos». Habla de estar mental y físicamente preparado para intervenciones breves, algo que hace animando desde el banquillo: comunicarse con la defensa como si estuviera en portería o dar consejos al titular. «Eso me ayuda a estar metido, siempre concentrado. Y cuando entras, estás conectado, no eres un mero espectador». Por eso se define como un jugador de equipo. «Si ganamos partidos, aunque yo no haya jugado, sé que he colaborado en la semana».
Porque llegar a Nava implicaba compartir portería con alguien tan consolidado como Patotski. «Si hace 60 minutos y para las que tiene que parar, yo me voy súper feliz porque sumamos dos puntos y eso igual ayuda a que en otro partido tenga mi pequeña oportunidad». Pone en valor la compenetración entre ambos, tanto dentro como fuera de la pista. «Lo hablábamos muchas veces; si me tocaba a mí, él estaba dispuesto a ayudar. Yo asumía que él era el portero titular, así estaban los roles».
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Así que nadie como él para valorar lo que pierde el grupo con su ausencia tras romperse el tendón de Aquiles. «Un portero que te saca las bolas en los momentos en que el equipo lo necesita. Igual no te está parando mucho, pero aparece en esas dos o tres, aunque no tenga estadísticas espectaculares». Lo sitúa como clave para las remontadas rutinarias del curso pasado o paradas sobre la bocina, como la que valió el triunfo ante el Ademar. «Sabes que esa bola la saca, seguro». Algo que también ha obrado Luis, decantando varios partidos en la segunda vuelta. «El trabajo siempre sale a cuenta. Seguir entrenando con motivación, aunque estés tres partidos sin jugar». Pone sobre la mesa el «compromiso innegable» de Yeray y él mismo para solventar la papeleta y no asume que el Nava vaya a hacerlo peor sin Patotski. «Al final de liga hablamos». Porque la película está aún por escribir.
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