mARÍA MARTÍNEZ
Lunes, 3 de febrero 2020, 11:59
En las calles de Aguilafuente se volvió a escuchar ayer el sonido de los palos, la dulzaina y el tamboril. Cuando el municipio perdió el arte del paloteo de los años 40 y 50 del siglo pasado, se pensó que era para siempre. Desapareció ... durante 25 años, pero en 1980, gracias a que la persona que lo enseñaba todavía vivía, se recuperó y se ha convertido en una de las tradiciones más longevas del municipio, además de una de las señas más representativas de su identidad cultural. La exhibición realizada ayer frente a la parroquia de Santa María es fruto de los ensayos realizados desde la festividad de San Frutos, pero los preparativos concretos para esta celebración del cuarenta aniversario de la recuperación de estas danzas comenzaron en Navidades. «Es difícil que en una actividad en la que participan ochenta personas podamos hacer coincidir todo. Los ensayos tenían que ser los fines de semana para que viniera la gente de fuera», explica Manuel Miguel Fernández, responsable del Grupo de Paloteo.
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Normalmente son cuatro los grupos que realizan las danzas, pero este año, tras el llamamiento efectuado en noviembre, el número ha aumentado hasta diez. Todos ellos, vinculados con el pueblo, bailaron en conjunto tres de los paloteos: el Himno, la Vihuela y el Carlos V. Durante la jornada, y en la procesión con las imágenes de la Virgen de la Asunción y San Antón, se paloteó también La Mudanza, el Perantón, la Toba, el Garibaldi o el Negrito y la danza ritual de La Cruz.
La Plaza Mayor del Sínodo se llenó de ambiente. Mientras en la iglesia de Santa María, abarrotada, se oficiaba la misa, algunos vecinos aprovechaban para combatir los 17 grados de temperatura con una cerveza en Esenzia, y otros apuraban los últimos minutos de ensayo, mientras las más lanzadas postureaban con la mejor imagen de amigas del paloteo. Fue un día de reencuentros tras el verano. «Viene mucha gente expresamente a verlo y muchos de los que van a palotear en los grupos venían desde Madrid a ensayar», señala Julián Sanz Romero, uno de los participantes. Sanz comenzó a palotear cuando tenía 10 años, coincidiendo con el regreso de la tradición. Lo hizo durante cuatro años y ahora lo ha vuelto a retomar por la conmemoración del 40 aniversario. Se muestra ilusionado y, entre risas, apunta que se enfrenta a una «actividad de riesgo». «Una vez me dieron un golpe con uno de los palos y me levantaron toda la piel del dedo. Hay que tener cuidado y por eso no nos dejan llevar relojes, colgantes ni nada de eso».
Juan José San Bruno no palotea, pero su mujer y su hijo sí lo hacen. Afirma con orgullo que el pequeño, de solo tres años, ha heredado el arte de su madre. El año que viene ya podrá mostrarlo como el resto, ya que se puede participar en la exhibición a partir de los cuatro años. Aunque a él le hubiera gustado hacerlo ayer, como afirmaba con los palos en la mano. La familia viene a la localidad desde hace trece años y San Bruno reconoce que durante estos días todo el pueblo gira en torno al paloteo, tradición que se vive de una manera muy especial. «Es algo bonito que viene desde hace tiempo y es importante conservarlo». Coincide con él María Luisa López, la alcaldesa de Aguilafuente. «Es necesario mantenerlo porque forma parte de nuestro patrimonio cultural, de nuestro saber popular, de nuestra cultura más arraigada. Estamos muy orgullosos, muy contentos y muy emocionados». Aunque el pueblo está a rebosar, con motivo de la conmemoración, López lamenta que la despoblación se haya generalizado en todos los pueblos de España. «Nos gustaría que la gente fuera más consciente de lo que está pasando y nos encantarían que volvieran al pueblo».
Aunque el acto central fue ayer, las jornadas comenzaron el sábado en el salón del Lavadero con la charla- coloquio '40 años de tradición', a cargo de Manuel Miguel Fernández y que contó con la presencia de Lorenzo Sancho, el maestro dulzainero de Carbonero. Se abordaron cuestiones como el traspaso de información de este conocimiento y la importancia de la tradición y las danzas. «Fue una charla muy agradable, a la gente le gustó», señala el responsable del Grupo de Paloteo. En su caso, comenzó con 16 años, recién recuperada la tradición, de la que han formado parte a lo largo de estas cuatro décadas alrededor de 200 personas, porque «la persona que estaba haciendo la historia de Aguilafuente nos lo comentó y empezamos con ello». Muestra su orgullo por todo lo que han logrado tanto en estas décadas como ayer. «Los aguiluchos llevamos en nuestro ADN el paloteo», dice.
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El programa ha coincidido con la festividad de las Candelas, pero lo que ha logrado dar un sabor especial al fin de semana ha sido la celebración organizada por el Grupo de Paloteo, la asociación de danzas Las Zarrizuelas y el Ayuntamiento, que consiguieron reunir en la Plaza Mayor a prácticamente la totalidad de los 573 vecinos del municipio, además de a numerosos visitantes. Aunque en esta ocasión la danza es la protagonista, los vecinos recuerdan orgullosos el acontecimiento que da nombre a la Plaza Mayor del Sínodo. La primera imprenta española fue la de Juan Párix en Segovia, a partir de 1472, auspiciada por el obispo Juan Arias Dávila y, precisamente, Aguilafuente fue la sede del sínodo cuyas actas se imprimieron, convirtiéndose el Sinodal en el primer libro impreso en España.
Además de en Aguilafuente, las danzas de palos se conservan en en treinta localidades de la provincia, según el libro de Fuencisla Álvarez, editado por el Instituto de la Cultura Tradicional Manuel González Herrero. En el entorno de la capital: Basardilla, Bernuy de Porreros, La Lastrilla, Revenga y Tabanera del Monte. En la zona de la sierra: Arcones, Castroserna, Gallegos, Orejana, Torre Val de San Pedro, San Pedro de Gaíllos, Valleruela de Pedraza, La Matilla y Valleruela de Sepúlveda. Y en el llano: Aguilafuente, Armuña, Bernardos, Cantalejo, Caballar, Cabezuela, Carbonero el Mayor, Carrascal de la Cuesta, Escarabajosa de Cabezas, Fuentepelayo, Lastras de Cuéllar, Mozoncillo, Muñoveros, Sauquillo de Cabezas, Torreiglesias y Veganzones.
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Álvarez ha visto palotear desde la mañana de San Juan en Tabanera del Monte hasta el atardecer de Basardilla en su pregón de San Bartolomé; desde el frío de las Candelas de Aguilafuente hasta el calor de San Pedro en Sauquillo de Cabezas o las primeras lluvias de otoño de Caballar; desde Lastras de Cuéllar hasta Revenga y desde Castroserna de Abajo hasta Armuña.
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