
«Parecíamos traficantes de droga, pero con pastas y buñuelos»
Entre Madrid y Segovia ·
Ángela Yagüe cuenta el encuentro con su padre en el Alto del León, justo en el límite entre ambas comunidades, para recoger viandas y ropa de abrigoSecciones
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Entre Madrid y Segovia ·
Ángela Yagüe cuenta el encuentro con su padre en el Alto del León, justo en el límite entre ambas comunidades, para recoger viandas y ropa de abrigoEs una línea quebrada invisible sobre el terreno, pero que figura en la cartografía. Está situada en la N-VI en el Alto del León, coronado ya el puerto de Guadarrama, y separa la provincia de Segovia de la Comunidad de Madrid. Es la frontera. Y allí, en ese punto intermedio quedaron en la mañana de este viernes Ángela Yagüe y su novio con la familia de esta mujer espinariega. El padre y la hija se juntaron al filo del confinamiento a 1.500 metros de altura, en ese borde geográfico atravesado por los carriles en ambos sentidos de la carretera nacional, un paso de montaña presidido por una estatua de piedra que representa, cómo no, a un león aposentado sobre una columna.
Ángela y su pareja residen en Madrid. Ella trabaja en una tienda; pero cuando va a El Espinar, donde está empadronada, los progenitores le obsequian con viandas para llenar la despensa y el buche durante sus estancias en la capital de España. Sobre todo le colman de repostería tradicional elaborada en el horno familiar que mima Antonio, el cabeza de familia. «Los buñuelos mueven montañas», asegura la hija, quien «por responsabilidad decidió quedarme estos días en Madrid, aunque podría haber ido a El Espinar».
Ángela pensó que si había que confinarse, mejor con los guisos y los dulces de casa. Así que una vez reunidos en el Alto del León, la joven devolvió los táper de su anterior visita y recogió la mercancía que con cariño le habían preparado sus padres. «Necesitaba un micrófono porque canto y ya también me he llevado un abrigo, unas pastas, unos buñuelos, una empanada y un táper con cocido que a mi madre le sale genial», revela la espinariega el contenido que ocultaban los paquetes guardados a su vez en cajas que metió en el maletero antes de despedirse.
«Le decía a mi padre que parecíamos traficantes de droga, pero con pastas y buñuelos», en alusión a las circunstancias evocadoras de la clandestinidad cuando cumplieron con el intercambio en el alto serrano.
«Lo peor de todo es que no puedes abrazarles», se lamentaba Ángela, quien de vuelta a su casa de Madrid pensaba en la cara que iban a poner sus compañeros cuando compartiera con ellos esos manjares. Ya hicieron una operación similar en el estado de alarma. Se citaron en esa frontera montañosa y sus padres «me trajeron una botella de Fanta de dos litros porque tenía ese antojo». Allí fue su madre con la bebida y una taza.
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Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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