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Aún recuerda Celia la visita que hizo con su madre al Obispado de Segovia para interceder por su padre, Lucas Barbado, natural de Nava de la Asunción, condenado a pena de muerte y después indultado y encarcelado en Pamplona durante siete años. Con la memoria viva aún, asistió con 88 años a la inauguración del Memoria Democrático en La Cárcel: «Me parece muy bien este acto, pero ha tardado mucho. Está bien hacer algo por fin». Celia tenía cinco años «cuando salió el juicio y les pusieron la pena de muerte, y yo, que siempre he estado muy unida a mi madre, que se movió mucho y tuvo la ayuda de Luis Gil de Biedma, siempre iba con ella».
Vinieron a Segovia capital cuando se iba a celebrar el juicio, «y nada más llegar tuvo una denuncia de las mujeres del pueblo, de misa y comunión diaria, Dios las perdone, y aquí estuvimos hasta que se le llevaron a Pamplona».
Tiene grabada aquella visita al Obispado con su madre y otras mujeres, donde no las recibió el obispo, pero quien las atendió «las negó la ayuda y, como yo estaba sentada en una silla, se volvió a mí y, señalándome con el dedo, la dijo a mi madre 'y estos niños irán a un colegio religioso, serán educados en la religión católica y no sabrán nada de sus padres'». Supo después todo de su padre por esa conexión especial con su madre, aunque tardó siete años en volver a verle en libertad, cuando fue liberado del presidio que sufrió en Navarra. Hoy día, cree que aunque el Memorial Democrático es una forma de reconocerle, aunque lamenta: «La pena es que no haya nadie que lo haya vivido directamente y que pueda hablar mejor que quienes éramos tan niños».
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