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Mohamad y Molham, ciudadanos Antonio Tanarro

«Papá, ¿por qué no podemos ir a ayudarles?»

Dos fruteros sirios que viven en Segovia cuentan cómo ha vivido su familia el terremoto y cómo procesan la pérdida de allegados y la impotencia de estar lejos

Domingo, 5 de marzo 2023, 00:26

Cuando Molham Alhosin supo que habían partido desde España los dos primeros aviones de ayuda a las víctimas del terremoto de Turquía y Siria, el país del que huyó hace una década, rompió a llorar. Y lo dice alguien que no encontró lágrimas para la muerte de su madre o de su primo. «Yo siento que mi alma salió con ellos, quería ir con ese avión para ayudar a la gente, pero no he podido», se lamenta. Porque hay países sin suerte que terminan una guerra civil para meterse en un terremoto. Molham llegó a España hace cinco años. A Segovia, a la misma frutería en la que sigue trabajando.

Por el camino, nueve años sin ver a nadie de su familia, desde que dejó Siria en 2014 para huir de la guerra; se fue con su mujer y su hijo rumbo a Turquía, donde pasó tres años difíciles. No hablaba el idioma y trabajaba en la construcción –todos los días– con el riesgo añadido de no tener permiso de trabajo. El conflicto también estropeó sus estudios de árabe: quería ser profesor y le quedaban dos años. «En mi ciudad no hubo bombas, pero para mí lo peor fue no poder ir a clase». Años después, trató de continuar su carrera en la Universidad de Valladolid, pero su jornada laboral no lo permite.

Vídeo. Casa derruida por el terremoto en la que vivía un tío de Mohamad Amer.

La llamada del ejército de Bashar Al Asad para que sirviera fue su detonante para hacer las maletas. Terminó en España por la mediación de ACNUR. «El mejor día de mi vida fue cuando me llamaron para decirme que España nos había aceptado», revela. Quizás aquel visado salvó su vida de aquellos temblores terribles.

«Todos los días hay terremotos pequeños; los niños tienen puesto el abrigo con los documentos dentro»

Molham Alhosin

Ciudadano sirio en Segovia

Él se enteró a primera hora de la mañana. «Yo me levanto a las siete, abro el móvil y veo muchos mensajes. Voy a TikTok y veo lo del terremoto», relata. Lo primero que hizo fue buscar el número de sus hermanos para confirmar que estaban bien, pero en un primer momento no hubo respuesta. «Veo imágenes, pisos al suelo, edificios de quince plantas… Es la primera vez que veía algo así», continúa. La angustia se multiplica para alguien que lleva un decenio sin verles, tampoco a su madre, que falleció el 10 de enero. Y el 6 de febrero tiembla la tierra.

Cuando sus hermanos contestaron al teléfono le informaron, al día siguiente, de la muerte de uno de sus primos, alguien especialmente cercano para él, junto a su mujer y a dos de sus cuatro hijos. Era sirio, pero vivía en Turquía. «Le quiero mucho, a él y a su padre. De verdad, es muy triste. A sus hijos les conocía de muy pequeños y al final han muerto. Es así la vida», busca consuelo en sus propias palabras.

En Homs, la ciudad siria en la que vivía Mohamad Amer, sí hubo bombardeos. Uno de esos cohetes destruyó el edificio en el que trabajaba su padre. Sobrecoge escuchar cómo recrea el sonido del impacto cuando cuenta la historia. «Eso no puedo olvidarlo». Se marchó con su madre y sus hermanos a Líbano y llegó a España en 2020. A Segovia, a esa misma frutería. En Siria quedaron tres tíos y sus respectivas familias.

«Mandamos el dinero que tenemos; si nosotros no lo hacemos ¿quién va a ayudar?»

Mohamad Amer

Su tío, su mujer y sus cuatro hijos salieron con vida de aquel edificio en movimiento a las cuatro de la mañana, pero ninguno recuerda cómo. Llevan semanas durmiendo en la calle en una jaima. «Me gustaría estar allí, al final es mi país, mi ciudad, mi familia, mis amigos…» La vida en su casa es un visionado permanente de vídeos por Internet. «Ayudamos como podemos, mandamos el dinero que tenemos, por lo menos a mi tío; si nosotros no lo hacemos ¿quién va a ayudar?»

También gestiona los apoyos que le prestan sus clientes. «Hay mucha gente que pregunta por nosotros, si estamos bien. He puesto una historia en Instagram y tengo muchos amigos aquí y han mandado dinero allí. Nosotros aquí estamos bien y podemos ayudar, así que tenemos que hacerlo», subraya ese frutero, de 22 años.

En constante alerta

Con su alma partida en dos –una en Segovia con su familia y otra que se fue en aquellos aviones– Molham, que ha cumplido 33 años, ha recibido el cariño de sus compatriotas y de la población segoviana. «Mucha gente me conoce de Siria y viene para preguntar por mi familia», agradece los gestos. A su hijo nacido en Siria sumó otro nacido en Turquía y una tercera ya segoviana. «Los pequeños no entienden, pero el mayor tiene nueve años, pregunta mucho», desvela este frutero. Pero hay interrogantes que no tienen respuesta. «Papá, ¿por qué pasa esto? ¿Por qué no podemos ir a ayudarles?»

Su familia en Siria vive en constante alerta. «Tienen mucho miedo porque la primera vez fue muy fuerte», afirma. Uno de sus hermanos ha dejado su piso en un sexto. «Todos los días hay terremotos pequeños; cuando sienten algo, salen corriendo, tienen todo preparado, los niños siempre tienen puesto el abrigo con sus documentos dentro», añade. Su hermana vive en Líbano y también ha dejado su casa. Señala el país en un mapa que ha pintado con boli en la despensa de la frutería. La mitad de su alma está allí.

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