José María Esteban, conductor de ambulancias y antes panadero, es una de las víctimas mortales del coronavirus en Segovia. Foto cedida por la familia
El panadero que dio la vuelta al ruedo en ambulancia
Coronavirus en Segovia ·
La familia recuerda a José María Esteban, profesional del transporte sanitario en Segovia fallecido por el coronavirus, que antes de las sirenas trabajó en un obrador en Madrona
En Coca todavía lo comentan entre risas. A pesar de que han pasado varios años, aquella anécdota pervive en la memoria colectiva de la villa caucense, para la que José María Esteban será aquel trabajador de las ambulancias que en unas fiestas huía de una vaquilla. Su hija, Ana, relata aquel descuido con el corazón encogido aún por la muerte de su padre. «Solía cubrir con la ambulancia las fiestas en pueblos, como cuando se celebran encierros camperos o corridas de toros y les llaman para que estén preparados por si ocurre algo».
Pues bien, en una de esas jornadas en los que unos están en el tajo y el paisanaje del lugar de jarana, «sin darse cuenta se metió en la plaza de toros de Coca, imagino que estaría siguiendo a la Guardia Civil; pero cuando se quiso dar cuenta estaba con la ambulancia dando vueltas con la vaquilla detrás», desvela Ana, quien tiene confirmado por amigos suyos cómo en la villa aún se recuerda con afecto y algo de sano cachondeo aquel despiste de su padre.
Como esta, José María ha dejado a sus hijos –Ana y Sergio– y a su viuda Carmen un legado de bondad, de inteligencia, de rectitud, de sacrificio y también de simpatía porque «siempre era superdivertido, siempre estaba de broma y cuando había alguna reunión familiar o de amigos siempre era la fiesta». José María, que de pequeño solo tenía la estatura, «solía alzar la voz y decía que como era bajo y no se le veía, hablaba alto para que se le escuchara bien».
«Nos enorgullecemos mucho»
«En el homenaje de sus compañeros después del funeral, con todas esas ambulancias y la gente del Hospital aplaudiendo, no sabía si reír, llorar o lanzar besos y abrazos al aire a todos», confiesa con estas palabras la emoción que sintió la hija este pasado martes en el acto tributado en la rotonda de entrada al centro sanitario segoviano. «A mi padre le hubiera encantado, lo hubiera flipado, seguro», comenta haciendo extensible el agradecimiento de la familia. «Nos enorgullece muchísimo», incide Ana.
Su progenitor también ha dejado un vacío en otra familia, la de los profesionales de las ambulancias de Segovia. Posiblemente fuera el más veterano. A punto de prejubilarse, no pudo doblegar al coronavirus tras un largo pulso de más de dos meses contra la enfermedad en el que su esposa y sus hijos le apoyaron y empujaron hacia la recuperación en cada aliento.
«Nos aferrábamos a que al final iba a salir adelante y bien», reconoce Ana. Por eso, quizás, «no me planteaba la situación terrible que han pasado tantas familias que como nosotros han perdido a quien más quieren y además no han podido despedirse de él». La madre y los dos hermanos han sentido el calor de quienes apreciaban de verdad a José María durante el tortuoso proceso de la enfermedad.
Tanto afecto desbordó este martes pasado en el funeral –uno de los primeros celebrados en la provincia tras avanzar en la liberación de restricciones como las que aislaban al duelo–. La familia confirmó 'in situ' que no estaba sola en este amargo y duro trago de despedir a José María. Cerca de treinta ambulancias como las que condujo el cabeza de familia durante su vida profesional y unos setenta compañeros arroparon a los parientes en ese último viaje de quien fuera panadero antes que transportista sanitario.
Los libros de historia, los niños y la finca
Ana recuerda aquellos inicios. «Sus padres tenían un horno en Madrona, de donde era, y por eso conocían a toda la familia en muchos pueblos donde iban a repartir el pan». De hecho, «a mis primos y a nosotros nos conocían por ser los hijos de los panaderos», ya que su tío también se dedicó al obrador. Un día cada uno tomó su camino y José María cogió el volante. Antes de montar su empresa de ambulancias, La Fuencisla, durante el breve espacio de tiempo que estuvo en paro, aprovechó el paréntesis entre madrugones para casarse con Carmen.
«Nuestros padres han sido estrictos con nosotros –relata Ana–, siempre preocupados por que estudiáramos; aunque mi padre no se enfadaba mucho». A José María «le encantaban los niños, les picaba y les hacía rabiar y jugaba mucho con ellos, con mis primos o con los hijos de amigos».
Su pasión era la lectura. «Se comía los libros, sobre todo de historia, era increíble todos los conocimientos que tenía en la cabeza, así que en Navidad sabíamos que no fallábamos con el regalo». José María «no era demasiado manitas», pero hacía sus pinitos en la finca de Madrona donde solía reunir a la familia.
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