Daniel, médico colegiado en Segovia, prefiere mantener oculto su verdadero nombre porque todavía tiene muy nítidos los recuerdos de aquel aciago día que pasó en las urgencias hospitalarias cuando un energúmeno lo insultó gravemente y lo amenazó de muerte; pero su testimonio refleja a la ... perfección las situaciones de riesgo que los profesionales sanitarios pueden llegar a padecer en el desempeño de su función. En la provincia de Segovia, el Colegio Oficial de Médicos maneja datos muy preocupantes, procedentes de la sección de agresiones al personal de centros sanitarios del Observatorio de la Comunidad de Castilla y León, según los cuales, 22 profesionales sanitarios se vieron involucrados en una veintena de incidentes durante el año pasado. De todos ellos, 10 eran médicos. Además, los de Atención Primaria fueron los profesionales que más sufrieron algún tipo de agresión, con 16 partes registrados.
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«Estaba de guardia. Llegó un paciente visiblemente alterado; se quejaba de fuertes dolores de espalda. Quería que se le atendiera inmediatamente y, como empezó a mostrarse agresivo con las personas que aguardaban su turno en la sala de espera, decidimos atenderlo, con el objetivo de disminuir la presión», cuenta Daniel. Pero la cosa fue a más. El individuo exigía una analgésico «potente», un «derivado» de la morfina, «pero nosotros solo usamos ese tipo de analgésicos si la intensidad del dolor lo requiere», y empezó a levantar la voz y proferir amenazas verbales contra la enfermera que, ya en la sala de enfermería, le estaba suministrando la medicación que el médico pautó. «Lo pasamos a la sala de observación para intentar calmarlo y nos dijo que tenía un arma, que era policía y que nos iba a detener e incluso matar. Se fue de control y, como responsable, avisé a Administración para que llamaran a la Policía. Inmediatamente se presentaron el director médico y el gerente del hospital y tratamos de sujetarlo como pudimos», prosigue el médico. Los agentes no tardaron en llegar, pero el paciente, muy sobrexcitado, continuó oponiendo resistencia. «Lo chequearon y comprobaron que no llevaba arma alguna. Se ofendió entonces de que lo estuviéramos mirando y se abalanzó sobre nosotros, sorteando a los agentes, para intentar golpearnos. Afortunadamente, los policías lograron sujetarlo, casi en el aire, y reducirlo. Voces, gritos, amenazas... Nos decía que nos mataría, que sabía dónde trabajamos, que conocía nuestras caras... La resistencia que oponía era tal, que tuvieron que venir más agentes. Lo sacaron a la calle y al tratar de introducirlo en la patrulla se golpeó contra el coche y se hizo una brecha que le tuvimos que curar. Finalmente, se lo llevaron detenido».
Daniel y sus compañeros no dudaron en interponer una denuncia en la comisaría. «Hace unos días fui al juzgado a recoger la sentencia. Lo han condenado a doce meses de prisión», apunta. Él es partidario de denunciar todo este tipo de situaciones, que considera inaceptables. «Desafortunadamente, somos muy pocos los que denunciamos, y la mayoría de las agresiones, verbales o físicas, pasan inadvertidas».
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