Vista aérea del Palacio Real de La Granja y sus jardines. Ical

Segovia

La Granja de San Ildefonso, tres siglos de historia

Se cumplen trescientos años del final de las obras de construcción del Palacio Real de La Granja, residencia del rey Felipe V a partir de 1724 y sede de la Corte

Pablo Pujadas Álvarez

Sábado, 9 de diciembre 2023, 12:12

Segovia atesora un patrimonio histórico de primer orden. El sobresaliente Conjunto Histórico Monumental de la Granja de San Ildefonso, con su magnífico Palacio Real enmarcado en sus excepcionales jardines, ocupa en el mismo un lugar de excepción. Un emplazamiento espectacular cuya inauguración y bendición tuvo ... lugar en 1723, hace ahora precisamente 300 años. Este tercer centenario nos brinda una espléndida oportunidad para hacernos eco de la efeméride y acercar al lector hasta este lugar de ensueño.

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Ubicado en la ladera norte de Guadarrama, a escasos 13 kilómetros de Segovia y a unos 80 de Madrid, se erige, en todo su señorío, el Real Sitio de La Granja de San Ildefonso. Un ejemplo de arquitectura palatina europea con jardines y fuentes de estilo versallesco donde además de la evidente influencia francesa se hace presente el Barroco español y el italiano. Aunque Felipe V tuvo que hacer frente a una ruinosa situación económica y financiera no por ello dejó de realizar el ambicioso proyecto de La Granja. Siguió, pues, el ejemplo de su abuelo Luis XIV, el rey Sol, que mediante la cultura y el arte mostraba al pueblo la grandeza de la corona. Y aunque quizás no se alcanzaron aquí los estándares de lujo y suntuosidad que se pueden admirar por ejemplo en Versalles, sí es cierto que La Granja puede rivalizar sin complejos con palacios similares de las casas reales europeas, que en su afán de notoriedad competían por mostrar el esplendor y el poder de sus monarquías haciendo ostentación de sus posesiones e instalaciones y organizando en ellas opulentas fiestas y solemnes eventos.

En cuanto a la influencia francesa e italiana, tanto del estilo arquitectónico de la construcción como del diseño de los jardines y la decoración en general, cabe destacar el origen francés de Felipe V, primer rey Borbón de España, que nació y se educó en la corte francesa. Por otro lado, nos encontramos también con el origen italiano de Isabel de Farnesio, su esposa y reina consorte, nacida en Parma. Estos factores fueron, sin duda alguna, determinantes. Si a todo ello le añadimos las sucesivas intervenciones y participación de distintos arquitectos de ambas nacionalidades obtenemos como resultado el enriquecimiento del plan de obra con diferentes estilos.

Felipe V, el Animoso, estando de cacería por los bosques de Valsaín, se interesó por estos terrenos cautivado por su belleza natural y las condiciones cinegéticas de los mismos. Hasta tal punto cautivaron su atención que los consideró como el lugar idóneo para su retiro, descanso y esparcimiento lejos de la Corte. En 1721 compró los terrenos a los Jerónimos del Parral, que lo habían recibido en donación de los Reyes Católicos. Los frailes Jerónimos cuidaban en este lugar de una granja (de ahí el topónimo actual). Las obras duraron hasta 1723 y en 1724, el rey y su esposa se retiraron a La Granja.

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La idea inicial de Felipe V consistía en construir un lugar modesto para encontrar solaz, pero la muerte prematura de su hijo Luis I, en quien había abdicado, le obligó a reinar de nuevo, lo que conllevó la ampliación del primitivo palacio para convertirlo en sede de la Corte.

Teodoro Ardemans, arquitecto oficial de la Corte, se encargó de realizar los planos y el proyecto del nuevo palacio. Juan Román, su aparejador, asumió la ejecución de la obra. Ardemans fue nombrado por Felipe V Maestro Mayor de las Obras Reales. También era pintor y grabador barroco. Escribió varios libros sobre materiales urbanísticos y llevó a cabo importantes obras como la rehabilitación del Palacio de Aranjuez. Los planos de los jardines fueron realizados por el ingeniero Merchán y los trabajos de jardinería por René Carlier, arquitecto francés, que se responsabilizó del trazado de parques y jardines entre 1720 y 1721 e imprimió en los mismos un inconfundible gusto versallesco. Étienne Boutelou, Jardinero Mayor, colaboró en su ejecución. De las estatuas y las fuentes se hizo cargo un nutrido grupo de escultores entre los que cabe destacar a René Frémin, Jean Thierry, Demandré o Pitué.

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También fue relevante la figura de Andrea Pocaccini, pintor, decorador y arquitecto italiano que vino recomendado a España para convertirse en Pintor de Cámara de Felipe V, cargo en el que permaneció durante 14 años con una asignación anual de 5.000 reales. Él fue quien asumió la dirección de las labores decorativas del Palacio. En la Pinacoteca del Prado se conserva una de sus mejores obras como pintor: el retrato del Cardenal Borja. No podemos olvidar a Filippo Juvarra, arquitecto y escenógrafo italiano, diseñador de maquinaria y mecanismos teatrales a quien Víctor Amadeo II de Saboya nombró Primer Arquitecto de la Corte. A él se debe el proyecto de la fachada de La Granja que no pudo llevar a cabo debido a su inesperada muerte. Finalmente, fue Giovanni Battista Sachetti, su discípulo, quien ejecutó el plan.

Jardines y fuente del Palacio Real. Antonio Tanarro

La fachada actual del palacio es una ampliación de 1736. Presenta varios estilos y está realizada con piedra caliza rosácea de Sepúlveda, granito de Guadarrama y mármol de Carrara (en la italiana región de la Toscana). Toda la fachada está cubierta de ventanas y balcones que se asoman al exterior entre una columnata corintia que se levanta desde la base y hasta la cornisa superior de la edificación. Las esculturas que aparecen en la parte central descansando sobre un frontón superior, así como los trofeos, capiteles y otros ornatos que podemos contemplar en la fachada, son obra de Giovanni Baratta. Los tejados son de pizarra y todo su perímetro se encuentra flanqueado por una balaustrada ornamentada con jarrones de mármol.

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El interior del palacio está decorado de forma lujosa y de acuerdo a los gustos de la monarquía: bóvedas pintadas al fresco, detalles estucados en el techo que denotan un notable refinamiento , lámparas de cristal, óleos de la escuela flamenca del siglo XVII, mobiliario fabricado con finas maderas, relojes, lámparas de cristal, grandes tapices de hasta 5 metros de alto por 10 de ancho confeccionados con seda, lana, plata y oro… todo, en fin, con el sello de la suntuosidad. Entre las distintas estancias cabe destacar la Galería de Estatuas (traídas de Roma), el Salón de Mármoles, la Sala de Lacas, el Museo de Tapices, el Oratorio o el Comedor con su mesa de caoba de Brasil.

La distribución de los espacios interiores sigue un estricto patrón de simetría. La disposición de pasillos, salones y habitaciones cuida el principio fundamental de funcionalidad y estética dotando de armonía al conjunto. Todo el edificio se organiza en torno a un patio central que permite la entrada de luz al interior, lo que favorece sobremanera la sensación de espacio y amplitud.

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En el exterior, una superficie de 79 ha de zona ajardinada y otras 67 de zona boscosa abrazan al Palacio en su frondosa vegetación. Aquí podremos observar la presencia de numerosas especies arbóreas, algunas de ellas centenarias, como tilos, castaños de Indias, cedros, arces y hasta varias imponentes secuoyas. Dos de ellas destacan por su interés. Son las apodadas El Rey y La Reina con una altura de 46 y 41 m y un perímetro de 11 y 14 m respectivamente. Ambos ejemplares de una presencia y porte majestuosos.

Los jardines no son en absoluto de menor importancia que el Palacio Real. En realidad son una obra maestra de paisajismo y jardinería llevada a cabo siguiendo un patrón geométrico y con un claro estilo francés versallesco. Podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que estamos ante uno de los mejores ejemplos de jardín barroco, si no el mejor, que quedan en España. Los jardines aprovechan los diferente desniveles del terreno para ir formando terrazas que van descendiendo en dirección al valle. Diferentes senderos ornamentados con setos y floridos parterres surcan la zona ajardinada.

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«Los jardines son uno de los mejores ejemplos de jardín barroco, si no el mejor, que quedan en España»

Salpicadas a lo largo y ancho de los jardines podemos contemplar estatuas de mármol blanco y jarrones del siglo XVIII. Descuellan de forma clara las diversas fuentes artificiales del jardín (La Gran Cascada, La Fama, La Carrera de Caballos, Los baños de Diana...). Todas ellas claramente inspiradas en la mitología clásica (Neptuno, dios del mar, sobre su carro de conchas; Apolo, persiguiendo a Dafne; Andrómeda, con Perseo acuchillando a un dragón…). Todas ellas muestran grupos escultóricos de una belleza extrema en plomo pintado imitando al bronce (las razones por las que se tomó esta decisión pudieron ser de índole económica, aunque pueda parecer paradójico). Cuando las fuentes entran en actividad ofrecen una exhibición que no tiene parangón, componiendo su particular sinfonía del agua, un espectáculo que constituye una verdadera obra de arte que imprime en el entorno matices de distinción y grandeza difícilmente descriptibles.

Espectáculo de las fuentes de La Granja. Óscar Costa

René Carlier concibió un sistema hidráulico para hacer realidad el proyecto de unas fuentes capaces de lanzar el agua con la presión suficiente para alcanzar hasta los 47 metros de altura, como ocurre en la Fuente de La Fama. Este sistema de cañerías de hierro fundido alcanza una longitud de 14 kilómetros y constituye una verdadera obra de ingeniería hidráulica para la época. Impresiona saber que hoy en día se sigue utilizando. El agua canalizada y distribuida por los mencionados conductos procede de un gran estanque de agua rodeado de una zona boscosa. Dicho estanque se encuentra ubicado en una cota superior a la del propio Palacio. El desnivel entre ambos planos, con la única colaboración de la fuerza de la gravedad y del sistema de tuberías antes mencionado, son los únicos responsables de que el agua fluya por la fuentes con la presión deseada. El gran depósito a que nos hemos referido es conocido como El Mar, y recibe el caudal de los arroyos que descienden de las montañas cuyos cauces fueron modificados y reconducidos para acercar el agua a los Reales Sitios.

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Junto al Palacio, y formando parte de todo el Conjunto Histórico, descubrimos la Real Colegiata de la Santísima Trinidad. Aquí descansan los restos de Felipe V e Isabel de Farnesio en cumplimiento de su expreso deseo.

Hasta aquí ha llegado nuestro periplo por los Reales Sitios de la Granja de San Ildefonso con motivo de los trescientos años de su inauguración y bendición. Considere el lector que este modesto artículo sólo supone un pequeño botón de muestra de lo que es y representa este singular rincón de nuestra geografía. El esplendor de este regio Palacio sigue hechizando a sus visitantes. Sus jardines son un lugar idóneo para pasear, relajarse y perderse en su vegetación. La contemplación de sus monumentales fuentes provoca la admiración de cuantos presencian el dinámico y artístico fluir de sus aguas. Aquí, se vive la Cultura y se revive la Historia. Un lugar único que se puede visitar en cualquier época del año porque cada estación presenta aquí su encanto diferencial: las nieves del invierno, los mágicos colores del otoño reflejados en los bosques, la brisa de la cercana Sierra en plena época estival o el despertar de la naturaleza durante la primavera.

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Después de tres siglos de presencia, este Complejo Histórico Artístico de la Granja de San Ildefonso nos sigue fascinado por su innegable relevancia. Desde aquí nuestro deseo de que siga cumpliendo años y nuestro sincero reconocimiento a este tesoro de «nuestro» Patrimonio.

Sobre el autor:

Pablo Pujadas Álvarez es Doctor Ingeniero de Caminos Canales y Puertos y profesor de Ingeniería de la Construcción en la Universidad Politécnica de Cataluña.

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