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Los ópticos piden ayuda a los colegios para combatir la pobreza visualLa pobreza visual es en la práctica un problema invisible en Segovia. Más allá del chiste simplón, la sociedad entiende los problemas visuales como algo importante, pero no tan urgente como poner comida en la mesa. Cada día sin gafas acelera el daño visual, una ... consecuencia de sentido común que no se detecta o no se trata a tiempo. Las ópticas piden ayuda a los colegios para hacer un cribado de casos y buscar soluciones rápidas a los más evidentes. Hay familias, las que llegan justas a fin de mes, que no ponen solución al remedio si no pueden pagarlo. Es la paradoja de los profesionales de la provincia, conscientes de que el problema existe e impotentes porque muy pocos llaman a su puerta.
La asociación Visión y Vida se fundó en 1955 «para cubrir el hueco que quedaba en cuanto a revisiones en el trabajo o en los colegios», subraya su presidente, Salvador Alsina, ante lo que entonces era una situación muy precaria. La mejora en los diagnósticos les ha llevado a una labor investigadora en ámbitos como la conducción o la pobreza visual para presentar sus estudios a la Administración. Al cruzar los datos de visión y de pobreza infantil a nivel nacional, estiman que el 8,5% de los niños sufre problemas de visión y no tienen la capacidad económica para resolverlo.
Por este motivo, han planteado el tema a partidos políticos, ayuntamientos o consejerías de Sanidad y presumen en Comunidad Valenciana de una ayuda para equipamientos ópticos que se aplicará también en Madrid para menores de 14 años. Pequeñas conquistas de cara a un objetivo principal, un Plan Nacional de Salud Visual, con visitas periódicas programadas y un protocolo centrado en los niños.
«Está bien que haya ayudas, pero lo que queremos es que se revise para saber quiénes son los que no ven bien. Hay un porcentaje importante de la población que no sabe que ve mal. Un niño puede creer que lo que ve es lo normal». Alsina esgrime que uno de cada tres casos de fracaso escolar está relacionado con problemas de visión, el sentido que las personas más temen perder para el 90% de los participantes en uno de sus estudios. «Hemos demostrado que más del 85% de la información que recibimos cada día es a través de la visión».
La asociación cuenta con unas 6.000 ópticas, el 60% del negocio a nivel nacional. De ellas, 17 son segovianas, tanto en la capital como en el Real Sitio de San Ildefonso, Cantalejo o El Espinar. Hay once facultades españolas con el Grado de Óptica y Optometría; la de Tarrasa creó la Clínica Universitaria de la Visión para que sus alumnos pudieran hacer prácticas y dar un servicio gratuito a las familias con la colaboración de algunas empresas. «Es un ejemplo de lo que se puede hacer. Pero esto no le corresponde al particular hacerlo, aunque se hace a muchos niveles, sino a la Administración».
Carmen Visión, en José Zorrilla, habla de ejemplos puntuales como dar gafas a niños que no podían permitírselas a través de la parroquia vecina del Cristo del Mercado. Más allá de acciones solidarias —ocurre habitualmente con el contingente de niños saharauis—, la respuesta habitual de las ópticas ante casos de carestía económica parte de fraccionar los pagos. «Los casos peores están resueltos porque ahí ya los atiende servicios sociales. Los que más nos preocupan son aquellos que están en el límite. Es decir, disponen de suficiente dinero para los gastos normales, pero van tan justos que cuando aparece un gasto extraordinario les rompe del todo la economía familiar. Y esos no pueden ir a servicios sociales», resume Alsina, que aboga por una financiación de ayudas públicas «que no deben ser universales, sino a quien más lo necesite».
Los resultados son preocupantes. Casi la mitad de los universitarios son miopes y la miopía ha alcanzado «un nivel mucho más alto del que había hace diez años». No solo hay más, sino que sus dioptrías prácticamente se han duplicado.
La principal puerta de entrada a estos diagnósticos son los cribados en los colegios, una herramienta más implantada en otros colectivos como los dentistas. «Es mucho más importante que los niños que están estudiando vean bien. Les damos un portátil, pero no ven la bien la pizarra». Su herramienta modesta es el plan 'Ver para aprender', que apenas analiza al año a 5.000 niños en toda España. Lo aplican 750 ópticas —este año se llama 'Ver en 4K porque va más dirigido a adolescentes— a nivel nacional. En Segovia participa General Óptica. Cada negocio elige a dos centros escolares cercanos para ofrecer diagnósticos, hacer el cribado y dar charlas. «La graduación hay que hacerla en el oftalmólogo o en el óptico, pero se detecta fácilmente si uno de los niños tiene un problema».
Esa es la intención. En el terreno, las cosas son más complicada. Alejandro Cabrero, responsable de General Óptica en Segovia, explica que su negocio ha ofertado sus servicios a los centros sin apenas éxito. «Aquí no hemos podido hacer ninguna actividad con ningún colegio, solamente era si venían los niños a la óptica, Y no ha venido prácticamente nadie». El protocolo de su empresa cuando alguien necesita unas gafas es remitir el caso a la central. «No solo por Visión y Vida, si podemos hacer una ayuda, lo hacemos. Puede haber muchos casos, pero a nosotros nos llegan muy pocos. No tenemos uno desde el año pasado». Por ejemplo, unas gafas que recibió un usuario de Cáritas que estaba en situación de exclusión social. Es más habitual asistir a los refugiados —en diversas ópticas de Segovia—, pero el coste lo paga, por ejemplo, Accem, la ONG encargada de la primera fase de la acogida internacional.
El problema con los niños es que los ópticos conocen las carencias, pero no pueden paliarlas. «No es que no les ayudemos, es que no vienen a las tiendas. Debería haber un control en las escuelas, como lo hubo en su día, cuando yo era pequeño. Te llevaban una vez al año al gimnasio, te hacían mirar cuatro cosas y si tenías problemas mandaban una nota al médico de cabecera para que te llevara al oftalmólogo», recuerda Cabrero, que tilda a los centros escolares como un punto «fundamental» para los diagnósticos.
Aunque la colaboración no es sencilla. «Yo he ido a algún colegio, pero no había mucha voluntad por parte de los directores. Y si no hay, yo tampoco me acerco. Al final, cuando va una empresa privada a un colegio, piensas que va a vender algo. Y yo entiendo su postura. Pero habría que ver el lado altruista». Los centros reciben una comunicación de la óptica a principios de curso para mandar a los niños allí si es necesario para una graduación gratuita. Pero esta carta no tiene respuesta.
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