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Héctor Oliva representa los sueños rotos, la metáfora que empieza a suponer para la Gimnástica Segoviana su travesía por Primera RFEF. El juvenil que se ... destapó en la categoría inferior, salvando una papeleta tras otra, un tipo con una madurez por encima de sus 20 años y con un carisma propio de Pepe Reina. Pero la séptima derrota azulgrana en ocho partidos de 2025 lleva su firma, muy a su pesar, por eso pide perdón a la grada cuando todo acaba, un gesto que duele y emociona al mismo tiempo. Si recibir al equipo que marca la salvación siendo penúltimo, a cuatro puntos, no es una final, se le parece mucho. Y no salió bien. La permanencia sigue a la misma distancia, el Lugo, pero la cotización baja.
Segoviana
Oliva, Silva, Sergi Molina, David López, Marcel Céspedes, Manu, De la Mata, Fer Llorente, Berlanga, Javi Borrego y Diego Gómez.
0
-
2
Ourense
Marqueta, Hugo Sanz, Carmona, Prado, Fidalgo, Carbonell, Jerin, Álex Gil, Zalaya, Sánchez y Fullana.
Cambios Segoviana: Farrel por Juan Silva (min. 66), Hugo Díaz por Céspedes (min. 66), Tellechea por Manu (min. 66), Astray por Borrego (min. 80) y Maroto por Tellechea (min. 92).
Cambios Ourense: Raúl Prada por Ángel Sánchez (min. 70), Alberto Gil por Álex Gil (min. 70), Jairo Noriega por Jerín Ramos (min. 75), Di Renzo por Carbonell (min. 75) y Juanma Bravo por Fullana (min. 89)
Goles: 0-1 Carbonell (min. 54) y 0-2 Ángel Sánchez (min. 58)
Árbitro: Imalon Irurtzun Artola (Navarra). Sin amonestaciones.
Otros datos: Jornada 26 del grupo I de Primera RFEF. La Albuera: 2.315 espectadores.
La primera titularidad de Marcel Céspedes como azulgrana llegó por la lesión de Rubén en el calentamiento: cuando alguien de su experiencia se marcha con ayuda y entre lágrimas es para preocuparse. Ya fuera por aprovechar la contingencia o porque estaba dibujado de antemano, el Ourense volcó su ataque por el perfil derecho, buscando las cosquillas al novato con las virtudes de Álex Gil. Pero era un partido de centro del campo, la discusión inevitable entre dos conjuntos amantes de la posesión como vehículo para someter al rival. Y Ramsés Gil sacó a sus tres amasadores de balón de cabecera: Manu, Juan de la Mata y Fer Llorente. No era día para innovar.
Pese a lo tibio del arranque, el Ourense salió con más balón y el campo más inclinado hacia la portería de Oliva. El cuadro gallego pidió penalti en un pequeño atropello de Céspedes en la lucha por el balón, pero su rival vendió demasiado barata la caída. No tardó en responder la Sego, que encontró unos minutos de dominio cuando tenía espacios. El trabajo nada desdeñable de Gómez con los centrales lo aprovechaba Borrego por la izquierda para poner un centro casi de parado que cabeceó De la Mata en el punto de penalti sin la fuerza necesaria. Cuando un equipo no encuentra el gol, cualquier atajo es bueno, así que Llorente probó desde la divisoria del medio campo y casi pilla en un renuncio a Marqueta, que metió la mano a córner. El tráfico crecía en área gallega, momentos para el optimismo, pero el susto llegó en la otra dirección.
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Bastó un gesto de calidad de Álex Gil para lanzar a Jerín por la derecha. La jugada ya estaba en la imprenta, así que solo tuvo que ganar línea de fondo y servir un envío tenso para Carbonell, pero el atacante, un dolor de muelas en el 0-0 de septiembre en Ourense, llegó muy forzado –parte del mérito lo tuvo la cobertura de Molina– y no cogió puerta. De ahí, al susto en su propia portería en un pase hacia atrás sin mirar del central Carmona que casi causa el 0-1: reaccionó como pudo el portero para sacarla sobre la línea y Zalaya llegó al rechace antes que Gómez. Así de precarias eran las tablas.
Era un balancín, con momentos de acoso aéreo del Ourense y réplicas azulgranas. De la Mata se sacó dos recortes de genio sin moverse del sitio. El primero, en una posición comprometida, lanzó una contra que no fue a más; el segundo, en el balcón del área, tumbó a un defensa, pero llegaron las ayudas para bloquear su disparo. Céspedes dejó también detalles, girándose en una baldosa y exhibiendo una aceleración poderosa. Tuvo la última del primer acto el disparar de primeras a media altura un centro al segundo palo del guante de Berlanga por la derecha. El gesto no era sencillo, pero el misil fue directo al portero, que apretó los puños y se quitó el marrón.
Los duelos directos tienden a desequilibrarse cuando uno necesita la victoria más que otro. Era el abismo al que se asomaba con el paso de los minutos la Segoviana, que tuvo una última opción para una tarde feliz en un centro tenso de Silva desde la derecha que cortó atento Zalaya al primer palo. Se lamentó Gómez, como si supiera que aquello no solo significaba que su primer gol de la temporada aún tendría que esperar, sino que el empate se rompería en la otra portería.
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Llegó de la nada, en un envío al espacio para Carbonell, que encontró hueco entre los centrales a cambio de escorarse a la izquierda. Bien sea por iniciativa propia o por falta de diálogo con la defensa, Oliva vio las llamas y salió a apagarlas. El delantero lo gestionó con calma, superándole antes de un tiro cruzado que estuvo a un tris de cortar la estirada de David López. El balón entraría llorando, por más que el segoviano corriera de vuelta a su guarida, un esfuerzo que Molina, que lo vio con aspavientos, sabía imposible. El acierto y los errores defensivos, las dos pesadillas de la Segoviana en 2025, habían hecho acto de presencia de forma simultánea. Quizás otro hubiera dudado, pero no Carbonell.
Decir que el gol fue un jarro de agua fría para La Albuera sería como usar la misma metáfora para un tsunami. Solo Oliva sabe qué pensamientos tejía su cabeza, cómo vivir en el presente cuando el pasado más reciente te atormenta. Y no tuvo tiempo para hacer la digestión. Ángel Sánchez fue a la presión como quien encima a un animal herido. E hizo sangre. En él impactó el despeje del meta, un regalo que el extremo aprovechó para esquivar su estirada desesperada y marcar a placer a puerta vacía.
Ramsés sacó toda la pólvora que le quedaba del banquillo –Farrell, Tellechea y Hugo Díaz–, y quitó a los dos laterales. Todo lo que podía obrar el gol estaba en el campo, pero ni con esas evitó la cuarta derrota seguida en casa. La desesperación de un equipo en caída libre frente a la solvencia de otro en alza. Una pena para el soberbio partido de De la Mata. De sus botas salió un envío aéreo que prolongó Gómez para que Farrell marcara en fuera de juego. Cortaría otro ataque gallego con pinta de 0-3 y, ya en el descuento, con Tellechea relevado por lesión, serviría un centro perfecto para Hugo Díaz, que cabeceó a bocajarro en área chica a las manos del portero, su única salvación. No se lo creía el gallego, agarrado al palo, con su embarcación a la deriva.
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