La enfermera cuellarana Mónica Álvaro, en el momento de recibir la primera dosis de la vacuna.M. R.
«Si las otras fueron olas, para mí esto sería un tsunami»
CORONAVIRUS EN LA PROVINCIA ·
La cuellarana Mónica Álvaro, enfermera del servicio de urgencias de un hospital vallisoletano, espera con la misma ilusión la segunda dosis que recibirá el viernes 5 de febrero
mónica rico
Cuéllar
Domingo, 31 de enero 2021, 11:36
Los sanitarios de primera línea de la región han comenzado hace unos días su vacunación contra la covid-19. La cuellarana Mónica Álvaro, enfermera del servicio de urgencias de un hospital vallisoletano, recibió la primera dosis el 15 de enero, un acto que ha recibido con alegría y esperanza, mostrándose «contenta y conforme» y convencida de su importancia ante «tanta desinformación y la existencia de una especie de campaña de desprestigio», algo que no termina de entender». Yo la he recibido con mucha ilusión», insiste.
En su caso, les habían preguntado previamente sobre si querían vacunarse de forma voluntaria. «Yo no me lo pensé. Obviamente te puede dar algo de respeto, pero el miedo es al virus», explica Mónica, quien ha visto de cerca en el hospital lo que provoca la enfermedad.
Tras vacunarse sintió una leve molestia en el brazo. Esa misma noche trabajó y al día siguiente tuvo dolor de cabeza, que se puede relacionar o no con la vacuna. Aún así, «compensa». Ella es una de las sanitarias que ha recibido la vacuna «con mucha ilusión», una dosis que para ella es «una inyección de esperanza» de que con su expansión entre la población pueda ser «el principio del fin».
Relata cómo para muchos, entre los que incluye, el momento de la vacunación era muy deseado y señala tener rabia porque «a veces tenemos el don de la contrariedad», apuntando que tan pronto la sociedad está deseando de que llegue la vacuna, como comienzan a salir «conspiranoicos con el tema, aunque realmente creo que la gente se está vacunando y se va a vacunar, pero se ha sembrado la duda y el miedo», lo que desaprueba.
Con la misma ilusión que recibió el pasado día 15 la vacuna, espera ahora la llegada del próximo viernes 5 de febrero, cuando le inyectarán la segunda dosis. También tiene ganas «de que llegue la semana posterior, en la que ojalá tenga anticuerpos», aunque eso no la eximirá de protegerse «exactamente igual, pero un poco más relajada», puesto que «el miedo está ahí, porque estás en contacto directo», apunta.
Tsunami
Y es que Mónica Álvaro es una de las enfermeras que está en primera línea luchando contra la covid. Lleva trabajando en urgencias los más de diez meses de pandemia, donde sigue peleando, «ahora contra la tercera ola», un momento que está viviendo con mucha preocupación, ya que a su juicio puede llegar a ser «incluso peor que en marzo. Si las otras fueron olas, para mí esto sería un tsunami».
Está viviendo estos momentos con mucha preocupación «porque los cuadros son graves y cada vez son gente más joven. Este 'bicho' tiene una contagiosidad altísima y el número de pacientes que requiere ingreso es muy alto en los últimos días», apunta, señalando que en las Ucis todo está muy complicado y en el servicio de urgencias están habilitando zonas casi cada día, adaptándose a las circunstancias. Y es que el virus «complica todo porque la contagiosidad y eso desplaza a todo lo que no es covid». Si ya de por sí el sistema sanitario está siempre bastante lleno, «esto hace que se desplace, no digo que se deje de atender».
En el servicio de urgencias no les asusta la cantidad de trabajo, pero sí se siente agobiada de pensar que se pueda llegar al colapso absoluto del hospital y que al tener cualquier otra patología urgente, el virus lo complique. Aunque afirma «que los sanitarios al final atenderán a todos los que lo necesiten, de una manera o de otra». Es de la opinión de que esta tercera ola ha llegado porque «nos hemos relajado. Para mí es la crónica de una muerte anunciada», a lo que se suma que el virus «es más listo cada vez, el virus muta». Y apunta que los sanitarios se encuentran muy cansados, hartos de la situación y afectados también en lo afectivo. Y es que no se cansa de repetir que este es un problema de todos, no sólo de los sanitarios, por lo que apela a la colaboración ciudadana. «Si la sanidad está mal, al final la economía va a ir mal, los trabajos van a ir mal... Y cerrar y abrir yo creo que no es la solución»..
Montaña rusa
Mónica Álvaro señala que en estos más de diez meses de pandemia ha vivido como «en una montaña rusa, tienes momentos de todo». En la primera ola estuvo más entera, con miedo y dudas sobre a lo que se enfrentaría. En cambio, en la segunda «estuve más bajera. Decía que esto no podía ser otra vez», mientras que ahora, en la tercera, «la vacuna ha sido una inyección de esperanza».
Le gusta mucho viajar y en la llegada de la primera ola y el confinamiento ella estaba en Egipto, y en el vuelo de vuelta se dedicó a estudiar todos los circuitos y protocolos. De la pandemia no olvidará muchas cuestiones, pero tampoco detalles, como su primer día con un buzo «en el que te oyes respirar, te ayudan tus compañeras a vestirte, y aparecen muchas dudas. No se me olvidará ese primer momento de agobio», aunque rápidamente se sobrepuso.
Ahora se ha habituado y acostumbrado, al EPI y a todo, «porque todo el mundo tenemos una capacidad de adaptación brutal», aunque señala que desde fuera uno no se plantea lo duro y cansado que es trabajar con ese equipo, también psicológicamente «porque implica concentración, sobre todo de no tocarse o no tocar en determinados sitios. A la hora de quitárselo hay que seguir un protocolo riguroso para no infectarte... requiere atención y no bajar la guardia, supone mucho cansancio».
También recuerda su primer paciente covid grave, un joven de 30 años, una edad similar a la que tiene Mónica, sin patologías previas. Posteriormente ha seguido su historia «y ha tenido muchas complicaciones». Y muchos momentos duros, como las despedidas en la puerta de urgencias «por si no se vuelven a ver»; o cuando los primeros compañeros comenzaron a infectarse de «un enemigo desconocido». Ella incluso se preparó un neceser en la taquilla por si enfermaba y si tenía que quedar ingresada y no podía volver a su casa. «Los sanitarios no somos ni héroes ni villanos. Ni ahora somos malísimos ni antes éramos maravillosos. Trabajamos, hacemos lo que podemos».
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