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Zuriñe, Jesús y Javier, durante el descanso del rebaño en la orilla del pantano de Revenga. D. MATARRANZ
Un oficio que se resiste a desaparecer
El futuro del pastoreo

Un oficio que se resiste a desaparecer

Esta es la crónica de la partida hacia el sur del rebaño del Concejo de la Mesta, integrado por 1.200 ovejas y ejemplo de la importancia de la ganadería extensiva como valor medioambiental

david matarranz

Segovia

Domingo, 21 de agosto 2022, 14:09

Lunes 15 de agosto, día festivo. Es la fecha elegida para que el rebaño que componen más de 1.200 ovejas de la Asociación Trashumancia y Naturaleza retorne a la Comunidad de Madrid, tras pasar el grueso del verano en la falda segoviana del Parque Nacional del Guadarrama. La mañana se despierta fresca y especialmente tranquila. Se nota que media provincia ha estado la noche de fiesta. Javier, el pastor que ha cuidado de ellas desde junio en los pastos del entorno de Valsaín, tampoco ha podido dormir demasiado, pues el ruido de las fiestas de Palazuelos de Eresma se metía en la tienda de campaña instalada junto a sus ovejas en el paraje del Llano Amarillo, en Robledo.

Llega Jesús Garzón, el presidente de la citada asociación y unos de los naturalistas más prestigiosos de España, que hace las labores de apoyo. Recoge el redil y la tienda de campaña, lo que permite a los pastores iniciar la marcha. Hoy se ha sumado a esta pequeña trashumancia, Zuriñe, una joven bióloga que aprende el oficio de pastor con la ilusión de poder tener algún día su propia explotación ganadera y producir quesos artesanos.

Tras pasar delante del Cristo de Robledo, el rebaño enfila la Cañada Soriana Occidental a la altura de la Venta San Isidro. Hay que tener cuidado que las ovejas no se marchen hacia la carretera de La Granja. En días pasados han estado por la zona del embalse del Pontón y el ganado tiene memoria. La amplitud de la cañada, de 90 varas castellanas, lo que supone unos 70 metros, permite que las ovejas marchen cómodas a la vez que se alimentan con los pastos del recorrido. Algunos vecinos del Parque Robledo, cuyas viviendas dan a la cañada salen a presenciar el paso del rebaño.

La falta de agua y pastos frescos son el principal problema se ha encontrado el rebaño este verano en Segovia. La sequía la nota de modo especial la ganadería extensiva que se alimenta de los produce el campo de modo natural. En otros veranos han viajado al fresco de la montaña palentina o leonesa, en una trashumancia de varias semanas atravesando Castilla y León. El paso de los rebaños activa la inmensa red de Cañadas Reales, cuyo origen se remonta a la creación del Real Concejo de la Mesta en 1.273 por el rey Alfonso X «El Sabio», y cuyas cañadas atravesaban toda la península, uniendo las zonas de pasto de invernada con las montañas para el tiempo de verano.

Ahora las cañadas también tienen un uso recreativo. Son los ciclistas y andariegos los que aprovechan sus trazados perfectamente indicados para sus rutas con la bicicleta de montaña o pie. Los pastores les recomiendan que echen pie al suelo para evitar una mala reacción de los perros que acompañan al ganado.

Señalización

Pasado una hora, el rebaño afronta la primera dificultad para los pastores, atravesar la carretera que une Robledo hacia la N-603 hacia Madrid. Las vías pecuarias tienen preferencia, pero esa circunstancia la desconocen muchos conductores. La señalización vertical de la vía tampoco facilita la labor, pues no lo indica, ni invita a reducir la velocidad. No hay mucho tráfico a esa hora, pero un par de coches tienen que parar. Lo hacen sin problema y con la curiosidad de ver un rebaño tan numeroso.

Al rato se divisan las ruinas del Rancho de Santillana, uno de tantos esquileos que jalonan la Cañada Real Soriana Occidental. Nos recuerdan la importancia económica que aportó el ovino para la ciudad de Segovia en la Edad Media y hasta el Siglo XVIII. En los esquileos se obtenía la preciada lana merina, con la que después se elaboraba el prestigioso paño segoviano que se exportaba a toda Europa. En la Casa del Sello, en la calle de San Francisco, se acreditaba con un marchamo la autenticidad del producto. Auténtico marketing del medievo. La ciudad está llena de nombres que recuerdan sus oficios, como son las calles Cardadores, Hilanderas, Estiradores, etc.

Desde el Rancho de Santillana, se divisa la ciudad de Segovia hacia el norte y pasamos por encima la boca de los túneles del tren de alta velocidad que atraviesan la montaña bajo el suelo. La zona se encuentra llena de socavones de los tiempos en los que la falda del Cerro Matabueyes era el objetivo de los cadetes artilleros en sus prácticas de tiro real desde Baterías.

Es el momento de enfilar Cabeza Grande. Antes pasamos por el canal cubierto del Acueducto de Segovia. Llevaba el agua desde el azud cercano en el arroyo de La Acebeda. Está perfectamente indicado con mojones alusivos. A partir de ahí, el camino se empina, y la cañada pierde sus referencias. El tramo está lleno de carrascos, pequeños pinos y matorrales. La amplitud de la cañada se queda en una estrecha vereda, que a las ovejas no parece hacer mucha gracia. Buscan la sombra y atascan el recorrido. Al final con paciencia, Javier y Zuriñe, consiguen que el rebaño avance. Ha costado muchas voces y llamadas al orden. La ayuda de los perros de carea es importante. Atienden las órdenes del pastor y acuden a recoger las ovejas más remolonas por el recorrido.

Jabalíes

En lo alto de la cima, las ovejas solo se intuyen, pues la cantidad de vegetación y árboles impiden ver al rebaño en toda su dimensión. Y de repente el lío… irrumpe en la zona una piara de jabalíes con sus jabatos, provocando el alboroto en el rebaño. Es el momento de los siete mastines. Son el cuerpo de seguridad del rebaño, y entran en acción. Y vaya si entran. Un jabalí sale mal parado de la persecución y queda malherido. Pronto será alimento de zorros, cuervos, lobos, y en cuanto produzca un poco de olor a descomposición, será alimento de los buitres que sobrevuelan la zona. Queda patente que los mastines serán la mejor defensa del rebaño si aparece el lobo.

Ya se ve cerca la Mujer Muerta, o la Bella durmiente, como le gusta decir a Jesús Garzón. Dejamos a la izquierda Revenga y las ovejas avanzan buscando llegar a la cola del embalse de Puente Alta. Están deseando beber para digerir tanto pasto seco, y mantenerse frescas para terminar la ruta.

De repente, nuevo incidente, una liebre se abre paso entre las ovejas, y de nuevo alboroto. En este caso la liebre consigue zafarse, no sin antes regalarnos unas carreras y quiebros ante la persecución de los perros del rebaño.

Ya vemos el agua del embalse de Revenga. Llegamos así a la primera parada del rebaño. Las ovejas lo saben y aceleran la marcha. Corren para llegar a la orilla del pantano para beber. Algunas se meten de cuerpo entero en el agua. Buscan refresco e hidratación. Aprovechan para comer los brotes verdes que crecen en las playas que se forman con la bajada del nivel del agua en el pantano deja al descubierto.

Hasta aquí la mitad del recorrido del primer día de regreso a casa. La marcha se reiniciará tras la comida y siesta de los pastores a la sombra. El rebaño espera hacer noche cerca de Ortigosa del Monte, para al día siguiente alcanzar la zona de Las Paneras en San Rafael.

Biodiversidad

Es la crónica de una mañana en un oficio que se resiste a desaparecer. Cuenta con jóvenes como Zuriñe que quieren tomar el testigo y me indica que hay mucha gente en las escuelas de pastores formándose y aprovechando las nuevas tecnologías de las que hoy disponemos para ponerlas al servicio de un oficio ancestral. Más ahora que muchos reconocen la importancia de la ganadería extensiva para la biodiversidad del medio y el cuidado de los montes. El paso de los rebaños las convierte en bomberas preventivas que eliminan biomasa y pastos, haciendo que si surge un incendio, este sea más controlable.

A su vez, en su tránsito, diseminan millones de semillas y permiten un aprovechamiento de los pastos naturales sin necesidad de alimentarse de piensos, que al final contribuyen a la demanda cereales, en muchos casos llegados desde lejos como ahora comprobamos con la crisis de la invasión de Ucrania.

Una memoria que atraviesa la geografía de Segovia y que está unida a su pasado… y puede estarlo a su futuro si se utiliza como recurso para generar empleo en el ámbito rural y contribuir así al cuidado del medio ambiente.

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