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Esperanza e Inés, hermanas propietarias de la casa, junto a la familia acogida formada por Koba, Natalia, Nikita, Lika y Niko. Antonio Tanarro

Un nuevo hogar para una familia en permanente huida de la guerra

Esperanza e Inés Tovar Martín han puesto a disposición de una familia ucraniana de origen georgiano su casa en Veganzones

Domingo, 20 de marzo 2022, 00:04

Las imágenes del éxodo masivo de ucranianos huyendo de la invasión rusa quedaron grabadas en el corazón de Esperanza Tovar Martín y en su hermana Francisca Inés. No podían quedarse con los brazos cruzados, mirando su televisor, escuchando la radio sin hacer nada. Y una ... idea empezó a madurar en la mente de las dos hermanas, la de acoger a ucranianos que han tenido que abandonar su país.

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Esperanza y Francisca Inés tienen una casa familiar en Veganzones, una casa cómoda, espaciosa «y por ser útiles, nos parecía que reunía las condiciones para poder ser un lugar de encuentro para la gente de Ucrania que lo necesita», explicó Francisca Inés. «Esa fue la idea, la de ayudar, la de ser útiles».

Afirman no querer protagonismos. «Lo único que queremos es que alguien de Ucrania esté más feliz de lo que estaba. Acogerles y darles lo que tenemos». Esa es la frase, «dar lo que tenemos y lo que tenemos se lo vamos a dar porque creemos que esta gente se lo merece todo», añadió.

Y manos a la obra. «Cuando lo miramos, vimos que lo más rápido y lo más inmediato era a través del padre Ángel y Mensajeros de la Paz. Están muy coordinados con un sacerdote de El Espinar, que es el padre Valentín», explicó. «Me dijeron que tenía que esperar pero que en cuanto hubiera algo, que contara con ello. Pensé que serían dos o tres semanas, pero qué va. Me llamaron rápidamente diciendo que ya venían». La emoción podía más que la voz al otro lado del teléfono y su pensamiento se centró en tener la casa en orden. «La ofrecemos indefinidamente. En lo que el conflicto se resuelve», señaló.

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Así que ni corta ni perezosa, el pasado jueves se pusieron manos a la obra. «Hicimos ocho camas porque no sabíamos cuántos iban a venir», dijo. Al final han venido cinco personas, un matrimonio con tres hijos, de diez, doce y quince años «y los padres, muy jóvenes, tienen un hijo en el frente, en la zona de Donbás, que es de donde ellos proceden». La familia, aunque residente en Ucrania, es de origen georgiano. A su llegada a Veganzones reconocían que llevan toda la vida huyendo de la guerra.

Inés confiesa que no ha hablado mucho con ellos y no solo por el idioma. «Llegaron a las cinco de la tarde, y yo tenía que estar en la farmacia a las seis. Regresé a las ocho para estar con ellos, y gracias a mi familia de Veganzones, más la gente del pueblo, el alcalde y los concejales... hemos estado al pie del cañón». De hecho, en el pueblo ya se ha abierto una cuenta para ayudar con los gastos de la familia, que espera terminar de regularizar su situación el próximo jueves.

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Koba (el padre), Natalia (la madre), Nikita (una hermana de la madre) y Lika y Niko (los hijos) llegaron a Veganzones «con poca ropa, unas mochilas y poco más, y cajas con alimentos», dijo Inés. Y añadió que también han llegado con un traductor «porque no hablan español. Hay una persona que sobre todo a los niños les enseña en ucraniano y en español palabras de cosas útiles, de primera necesidad, domésticas, como por ejemplo, una cuchara». Pidieron sobre todo wifi, «que ahora no tengo» para hablar con su hijo, que está en el frente. «Era su preocupación». Cuando consigues hablar con él, explica el padre, no le preguntan por la guerra. «Todos nos están apoyando mucho», declara Koba, quien no cree que puedan volver pronto a Ucrania. «La guerra no terminará pronto», lamenta.

Con la esperanza de poder regresar algún día, ya intentan adaptarse a su nueva vida en Veganzones. Para que su aclimatación sea lo más rápida y cómoda posible, la propia Inés junto a su familia convivirán con ellos durante los fines de semana y en verano «para que se integren y sientan nuestro cariño». Inés asegura que así «me siento mucho más persona, que quieres que te diga... Vamos a procurar los fines de semana arroparles, acompañarles y darles cariño, que es lo que necesitan; cómo no vamos a ayudar... Hay que ser humanos, si dentro de dos días nos puede pasar a nosotros».

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