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mónica rico
Cuéllar
Domingo, 27 de octubre 2019, 18:30
'Abril' es una perra labrador de cinco años de edad que desde hace unas semanas trabaja con seis alumnos con necesidades educativas especiales en los colegios Santa Clara y San Gil de Cuéllar. Junto a Marta Sanz, su propietaria, diplomada en Magisterio, especialista en Educación Infantil y especializada en intervenciones asistidas por perros, 'Abril' lleva a cabo un programa de apoyo educativo.
Marta y 'Abril' trabajan en coordinación y colaboración con el resto del profesorado del centro. Sus alumnos en concreto son cuatro niños en el colegio Santa Clara y dos en San Gil. Son niños muy diferentes. Por eso el trabajo con cada uno de ellos también lo es. «Nos adaptamos a las circunstancias de cada niño, al aprendizaje y su desarrollo», explica Sanz, quien señala que, de una forma intensa, trabajan con la logopeda y el fisioterapeuta de los centros.
El trabajo es transversal, pues no se centra en un área. «Trabajamos a nivel emocional, a nivel físico, a nivel educativo, de conocimientos… Porque todo se puede integrar dentro de la actividad», detalla Sanz. Como ejemplo, el trabajo realizado con María, una niña de seis años del colegio Santa Clara. La jovencísima alumna ha dado de comer trozos de manzana con un tenedor a 'Abril'. Así, se trabajan aspectos como la motricidad fina o la visión óculo manual. Realizando el mismo ejercicio con Aitana, otra de las alumnas del centro, ésta ha aprendido también que la manzana es muy sana y un alimento saludable.
El fisioterapeuta que trabaja con los alumnos en los dos centros, Daniel de Frutos, explica que en todo caso los trabajos que se realizan con los niños son funcionales. Así, explica que «no es lo mismo que hagan un puzzle para que así tengan capacidad de razonar y que cuando lleguen a casa no sepan qué hacer con un tenedor. Con el ejercicio de dar de comer a 'Abril' trabajamos la motricidad fina y la gruesa, pero aparte le damos una funcionalidad», consiguiendo también que los pequeños quieran hacer algo por sí mismos.
'Abril' tiene cinco años, pero lleva desde los dos meses trabajando en centros educativos, aunque de forma más oficial desde los nueve. Su formación se realiza siempre en contextos reales «porque es donde tiene que comprender ella cómo se tiene que comportar», explica Marta Sanz. Apunta que tiene otra perrita que seguramente acuda algún día a participar también en el programa, aunque se trata de un animal distinto, con un carácter más cariñoso y más impulsivo.
'Abril' no es una perra guiada, porque en ese caso no tendría espontaneidad. Según Sanz, muchas veces le avisa de cosas que pasan a su alrededor, cómo de gente que está triste y «si yo la tuviera todo el rato guiada la perra no podría expresarse como quiere». No lleva comida colgada ni le da órdenes continuamente, «porque a mí me gusta que sea un perro y que los niños se aprovechen de sus cualidades, de sus capacidades. Lo que queremos es que haya conexión», afirma.
De Frutos también explica que no es lo mismo peinar una muñeca que hacerlo con 'Abril', un ser vivo, que reacciona y con el que interaccionan. «Aquí lo que intentamos es trabajar de esa manera», detallando que no es lo mismo decir a un niño que ande dando vueltas por el gimnasio o por el patio, cuando el pequeño se cansará y se aburrirá, que darle una intencionalidad a ese ejercicio: Si ponemos a 'Abril' a andar con él, a que coja la correa y se lo lleve de paseo o a beber agua, ese ejercicio él lo va a ver de otra manera».
Se trata de un ejercicio que realizan con el pequeño Joel, que habitualmente se ayuda de un andador para recorrer el centro, y ahora, con 'Abril', pasea sin su andador. Hace unos días llegó a dar un gran paseo por el patio porque la perra quería conocerlo. «Es el día que más tiempo ha conseguido andar, por el hecho de darle una funcionalidad y de cuidar de 'Abril'». Eso a nivel físico, pero, a nivel educativo, además Joel ha aprendido a moverse por el centro de una forma mucho más autónoma.
Otra de las ventajas de la terapia son las mejoras en la socialización, ya que en los colegios, además de dar sesiones individuales, se trata de que dos o tres niños coincidan en algún momento del programa para que entre ellos se ayuden. Y lo hacen sin apenas conocerse.
Así, De Frutos explica cómo en el colegio San Gil uno de los alumnos vio como su compañera intentó lanzar la pelota a 'Abril', pero no tuvo fuerza suficiente, por lo que, sin mediar la intervención de los profesionales, él mismo se acercó a la niña, le agarró la mano y le ayudó a tirarla para que llegara más lejos. «Fue muy bonito. Dos niños que no tienen nada que ver, se ayudan el uno al otro a colaborar juntos».
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