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Vidrieros, ceramistas o libreros, hijos de su padre y de su madre, coinciden a grandes rasgos en el mismo diagnóstico: el único emplazamiento rentable en ... Segovia para una feria de muestras es la avenida del Acueducto. Aquí no vale el dicho de Mahoma: la gente no puede ir a buscar los puestos, tiene que encontrarse con ellos. Y es el único punto de paso casi obligado en cualquier itinerario.
Cuando el Ayuntamiento de Segovia se opuso a que estos eventos siguieran celebrándose allí, sus organizadores, con la excepción de la Feria de la Mujer Rural, rechazaron hacerlo en otros emplazamientos. Un ejercicio de rentabilidad y de dignidad que empuja a los artesanos a su desaparición como gremio.
La Feria Nacional de Artesanía se quedó en 43 ediciones. «Era la base para dar a conocer la artesanía y mantener la asociación», subraya el presidente del Gremio Artesanal Segoviano, Jesús de la Cruz. Usaban la subvención municipal para la feria y el remanente de las cuotas de los expositores financiaba actividades como el centro de oficios que abrieron en 2017. «Ahora mismo lo estamos sujetando con los ingresos en caja del año 2023». Más cursos privados, pero la demanda no es suficiente. Sumaron 4.200 euros municipales para este proyecto, un cuarto de lo solicitado, así que el resto de talleres no se hacen. «Es el último bastión para difundir la artesanía, pero para los presupuestos de 2026 tendremos que prescindir de él. Y se debatirá en asamblea la disolución del gremio, no tenemos ahora mismo otra opción».
De la Cruz no contempló un acomodo alternativo. «Son preciosos, pero inviables. Si no es en el cogollo, en la milla de oro, no vamos a llevar nuestra feria a ningún otro sitio. Hemos coexistido con la ciudad y no ha habido ningún problema nunca». Una quincena de socios que asumen las consecuencias. «Sabedores que este es precio por el paso que dimos de no transigir por el Salón. El daño es irremediable». Y asume el olvido, como vaticinó en una de las últimas ediciones. «Dije que el día que no hubiera Feria de Artesanía nadie en Segovia se iba a acordar de ella. Y no iba muy desencaminado. A lo mejor tampoco somos tan importantes». Pero el orgullo de sus oficios sobrevive en otras ciudades con ferias «en espacios dignos».
El mismo panorama que dibujan los ceramistas, que también tenían su feria. «Las instituciones no nos han ayudado en nada», resume el presidente del Colectivo de Ceramistas de Segovia (Cocerse), Emilio Carrasco. La subvención del Ayuntamiento de Segovia era de 3.000 euros. «Fíjate qué cantidad más ridícula con la que hacíamos la feria, nada más». Y la hicieron durante 29 años. «Los recursos económicos son anecdóticos, lo único que necesitamos es el suelo, pero el señor alcalde nos lo ha negado, contradiciéndose a sí mismo, porque el último año, haciendo un gran sacrificio, tuvimos un informe favorable de Policía Local».
Las alternativas para hacerla en 2024 fueron, además del Salón, El Salvador, San Martín –«caben cuatro puestos y no pueden descargar camiones»— o la plaza de toros. «Ni siquiera los habían visitado. No se puede hacer una feria cuesta abajo o en el extrarradio. No hay que sacar las cosas del espacio natural, yo no puedo traer a 25 ceramistas a no vender». El otro pilar del evento era el convenio. «No podemos ir a concurrencia competitiva [el formato municipal para asignar fondos culturales] para ver si un año lo hacemos y otro año, no». Así que los ceramistas, como parte del gremio, comparten destino. «Somos tradición, se hacía cerámica en Segovia hacia 2.000 años. No hemos disuelto la asociación, pero no vemos solución. Vamos a hibernar hasta que este señor desaparezca. Y si no desaparece, desaparecemos nosotros».
La Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Segovia ofrecía durante dos semanas auténticos incunables que no tiene Amazon. Su organizador, Manuel Gómez, estima unos 20.000 ejemplares en catálogo entre las diferentes librerías especializadas de Castilla y León. La provincia ponía en noviembre el cierre a una temporada que empieza en Valladolid en abril —cubre Ponferrada, Ávila, Palencia, León y Zamora— y daba la oportunidad de exponer en casa a tres librerías segovianas. «La gente tiene cierta esperanza de encontrar cosas que a lo mejor lleva un año buscando, títulos que en librerías de nuevo no están, muchas veces tampoco en las bibliotecas. A nosotros que no se haga nos obliga a replantearnos nuestra propia existencia porque los muchos o pocos beneficios que saques te sirven para rematar el año. No te voy a decir que sea la ruina, pero nos afecta bastante».
Gómez se arrepiente de haber dejado pasar 2024 sin solicitar la feria en la avenida del Acueducto, algo que sí hará este año, para septiembre. «Sé que me van a decir que no mientras esté el Gobierno actual, pero hay que pedirla y que nos contacten si quieren remodelaciones». Un escaparate necesario para alguien como él, que tiene su librería-almacén-garaje en la planta de debajo de su vivienda en Valverde del Majano y dejó hace años de hacer venta al público. Matiza que «cada librería es un mundo» cuando hablamos de una feria, desde quien hace 3.000 euros a quien se va con 6.000, en función de sus dimensiones y catálogo. «A pesar de ser una ciudad pequeña, consideramos que es una feria solvente». Y eso que para los expositores de otras provincias supone unos 2.500 euros de gastos en 15 días, entre casetas, alojamiento o comidas. Los ayuntamientos ceden gratis el suelo.
Los libreros tienen que vender, así que toca buscar alternativas en el mapa, lugares como San Sebastián o Pamplona. Y los segovianos han perdido su comodín de jugar en casa. «Yo tengo que buscarme las vueltas para seguir en la calle, pero voy a otros sitios donde los gastos se duplican. Complica la vida de unas maneras que rozan lo absurdo. Si fuera una actividad ruidosa, sucia, polémica, en la que tuviera que intervenir la policía por las noches… Somos libreros, no molestamos a nadie, por más vueltas que le damos, no acabamos de entenderlo».
A Gómez no le convence el argumento de que ocupa una vía de evacuación. «En la parte más estrecha, tenemos cuatro o cinco metros. El último año que estuvimos, subían y bajaban los tráilers que montan las luces de navidad». Argumenta el respeto a comercios, viviendas y terrazas. «Esas sí han crecido y no molestan». Con este diagnóstico, consultaría a sus compañeros la ubicación alternativa de la Plaza Mayor, que acogió la Feria de la Mujer Rural. «Sé que no están por la labor. Los que tienen más años ya han estado allí y la feria era un desastre». Porque no hay tanta gente circulando y v en el mobiliario y en los árboles obstáculos para montar grandes casetas. «¿Cómo vas a arriesgarte a gastar 2.500 euros sin saber siquiera si los vas a cubrir?».
Por otro lado, el parón de la Feria del Libro nuevo precede a la decisión municipal, pues dejó de hacerse en 2020 por la pandemia; tampoco en 2021 porque las medidas de seguridad elevaban mucho el coste. Y no volvió. «Los precios han subido mucho, es muy complicado rentabilizarla», resume el presidente de la Asociación de Libreros de Segovia, Héctor Monterrubio. El gremio no ha valorado aún si reemprenderla este año, algo que decidirá después del Día del Libro (23 de abril). «Es un día muy fuerte para nosotros; luego ya, se estudian los proyectos». Se muestra flexible a la hora de aceptar un acomodo alternativo. «Estamos dispuestos a estudiar opciones, no es que necesitemos sí o sí la avenida del Acueducto, hay otras cosas más importantes como las subvenciones. Somos pocos, para nosotros ir a concurrencia competitiva supone mucho trabajo. Hay gastos muy difíciles de calcular, una caseta no vale lo mismo en junio que en octubre».
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Alberto Echaluce Orozco y Javier Medrano
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