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Apenas 200 metros de altitud pueden suponer la diferencia entre una temporada de esquí extraordinaria y otra deficitaria. La estación Puerto de Navacerrada despide estos ... días su año más fructífero en tiempos recientes, con casi cien días de apertura, ocho veces más que el pasado, con un mes de marzo que sirvió de guinda, no solo en cuanto a número de esquiadores, sino a que cayó tanta nieve que abrió la parte más alta, los telesillas de Guarramillas, por encima de los 2.200 metros. Mientras, La Pinilla, entre los 1.500 y los 1.800 metros, ha empeorado los números del anterior, con apenas diez días hábiles de esquí, una disciplina que mantiene casi más por tradición que por ingresos en una instalación que saca sus cuentas con la bici de montaña y las actividades paralelas de ocio. Son las dos caras de la provincia, unidas por una misma sierra, pero en mundos distintos.
Navacerrada ha abierto sus remontes ininterrumpidamente desde el 20 de diciembre, a excepción de los siete días de cierre por condiciones meteorológicas. «Ha sido una campaña memorable, llevábamos unos años fastidiados debido a que no nevaba», subraya su director técnico, José Luis González. Frente a los 20 días de apertura en 2023 y los 12 del año pasado, ya está por encima de los 95 mientras agota esta semana la última nieve. «Nos lo va a decir la afluencia, pero la gente ya ha cambiado el chip al modo terrazas, los días son más largos y la montaña se deja un poco al lado. Esto ha pasado siempre. Aunque haya nieve, el negocio baja mucho». Salvo cambio imprevisto en la meteorología, cerrará antes de Semana Santa, pues el combo de altas temperaturas y lluvia es un destructor perfecto de la nieve. Para las estaciones, cuanto más tarde caiga en el calendario, peor. «Si hubiera sido en marzo… Ha sido, con diferencia, el mejor mes».
Tras alguna nevada ocasional en diciembre y enero, las estaciones se buscaron la vida en las semanas siguientes para aprovechar los periodos de bajas temperaturas, crear nieve y mantener en marcha las pistas. «La cultura que tenemos es que en diciembre esquiamos, aunque sea en una manchita de nieve», subraya González. Navacerrada abrió con las cintas de iniciación y las pistas azules de Telégrafo y Escaparate. La segunda semana de enero se sumó la primera roja, el Bosque, que tiene la complicación de bajar hasta los 1.700, con dos grados más que en la parte alta. «No tenemos cañones suficientes para innivar todo y los tenemos que ir moviendo». Hasta que llegó el invierno en su más pura esencia —nevadas copiosas y frío— desde finales de febrero hasta casi abril y ya no hizo falta crear nieve, sino cuidarla.
Navacerrada tiene una plantilla fija de 24 personas para toda la temporada que amplió con seis puestos más en las semanas que abrió la parte alta, la de Bola del Mundo, en un complejo dividido en dos mini estaciones. Preparar esta zona, que no se abría desde 2021, requirió adecentar las pistas con maquinaria, balizamiento o colchonetas, un esfuerzo de dos o tres días. Tres pistas rojas, pero más amplias que el Bosque, la más difícil por su estrechez. La Pala de Montañeros tiene unos 50 metros de ancho, un mundo; Guarramillas I y II son algo más exigentes. Así pudieron ampliar el aforo y dar respuesta a un volumen ingente que hubiera masificado las pistas de la zona baja.
Mientras diciembre fue un mes de público de iniciación, las nevadas llevaron después a esquiadores con un mayor nivel que otros años emigran a Pirineos o Sierra Nevada en busca de pistas. «Gente muy emblemática, de muchos años, que por el hecho de que esté abierto ya vienen. Si no tienen nieve aquí, se van a otros sitios». Un cliente que va en masa en cuanto hay algo blanco en las montañas: hay que aprovechar el coste de oportunidad, no se sabe cuánto va a aguantar la nieve. «Las tres últimas semanas de marzo ha habido niveles récord». No han llegado a colar el 'no hay billetes' gracias a telesillas como el de Bola, de cuatro plazas capaz de remontar a 2.600 personas por hora, y a la amplitud de las pistas. En el momento más álgido, hubo 1.950 forfaits dentro del complejo. Parking completo a las siete de la mañana —cada vez más gente pernocta allí para asegurarse un hueco—, un colapso que obligaba a cerrar la carretera, también hacia Valdesquí. «Estábamos llenos, ya no te cabe más gente. Tiene que regular la Guardia Civil de Tráfico; imagínate que empieza a nevar, la gente se tiene que ir y las carreteras tienen que estar libres para que los camiones limpien. Si no, sería un desastre».
Un relato totalmente diferente al de Raúl Gómez, uno de los promotores de La Pinilla Mountain Resort, una empresa que cumple su tercer año como concesionaria del Ayuntamiento de Riaza. Apenas 10 días contados —fines de semana de febrero y marzo— y «por compromiso», por los casi 100 forfaits de temporada vendidos. Con «esfuerzos que no tienen sentido» como «poner los cañones demasiado tiempo para generar nieve, con la factura de luz que supone». Un ejercicio nada rentable. «Ha sido peor que el anterior, y el anterior mira que fue malo». Fueron 20 días. Mientras otras estaciones han tenido nieve para exportar, la suya ha recibido poca. «Cinco o seis centímetros, no más. Y eso no es suficiente para esquiar. Hemos tenido que hacer maravillas y hemos abierto en precario». Un esfuerzo por tradición y por limitar pérdidas que ha generado quejas por las dificultades para esquiar.
Porque los cañones necesitan temperaturas frías para conservar el manto blanco. A su altitud —la zona baja está a escasos 1.500 metros— no las ha habido. La misma precipitación es nieve para unos, oro caído del cielo, y lluvia para otros, el peor enemigo. Un «desastre» para La Pinilla, que retrasó la apertura hasta febrero. Cuando cayó en marzo, abrieron la zona alta. «Dos fines de semana contados. Entre semana no hemos abierto porque si se usaban más las pistas nos quedábamos sin nieve. Valdesquí tenía tres metros de nieve y nosotros, en zonas muy buenas, 20 centímetros. Pero si en el acceso no tienes, la pista no te vale». La consecuencia de las temperaturas. «La última nevada se fue en dos días contados porque no se ponen en negativo».
Así que La Pinilla ha recogido a la gente que no encontró hueco en las otras dos estaciones «Hay que reconocerlo». Así las cosas, han abierto la mano a un público de trineos, más recreativo, abaratando el forfait. «Han venido más familias a pasar el día en la nieve que esquiadores». Un sábado bueno, unos mil. Por eso su proyecto va más allá. «No nos podemos mantener de la nieve, estaríamos más que quebrados». El 'bike park' y el 'apreski', un espacio de eventos musicales. Con todo, los eventos de los diez días de apertura han tenido una media de 2.000 personas. «Para ser una fiesta normal, no está mal, pero sin nieve, todo choca».
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