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El derbi de toboganes entre el Atlético Valladolid y el Viveros Herol Nava lo deciden dos Pérez. César, el portero local que resurge tras romperse ... en marzo el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha, le para a Dani, el especialista de siete metros segoviano, el penalti de la victoria a escasos 67 segundos. Ahí claudicó el equipo de Álvaro Senovilla, que suma su segunda derrota en dos partidos de 2025, se queda octavo y pierde comba con un rival que mantiene su imbatibilidad en Huerta del Rey y mira hacia arriba.
Valladolid
Juan Bar, César Pérez, Oliveira (4), Alejandro Pisonero (3), Mohamed Abdelazize (1), Álvaro Martínez Lobato (6), Miguel Martínez Lobato (3), Pedro Martínez, Dimitrioski (1), Nico D'Anttino (6), Miguel Camino (3), Edu Calle (1), Herrero y Toledo (5).
35
-
32
Nava
Luis de Vega, Matheus Buda (1), Borja Méndez (2), Isaías Guardiola, Dani Pérez (5), Robledo, Mario Nevado (6), Ahumada (2), Carró (3), Sasha (5), Adrián Nolasco (4), Óscar Marugán, Gedeón Guardiola, Nico Bonanno (1) y Pablo Herranz (3).
Parciales: 3-4, 7-8, 8-11, 10-13, 13-16, 17-18 (descanso), 20-20, 24-21, 27-25, 30-28, 32-32 y 35-32
Árbitros: Jorge y Jesús Escudero Santiuste. Señalaron cinco exclusiones a los locales y siete a los visitantes.
Como si no hubiera pasado una semana, Buda, que no encajó en los siete últimos minutos ante Anaitasuna, retomó el libro por la misma página y paró los tres primeros tiros pucelanos. Nolasco protagonizó los primeros ataques, el que abrió el marcador y el golpetazo que se llevó de Toledo cuando levantó los brazos para bloquear su tiro. Fue la primera exclusión de unos árbitros de dedo ágil en un duelo al que no le faltaban contactos. Así llegaron los dos primeros penaltis para Dani Pérez, que ejecutó sin presión ante su ex afición: tiró al suelo a Juan Manuel Bar tras un sinfín de amagos para embocar sin oposición y, después, se la quitó de encima ante César Pérez.
Las primera ventajas eran visitantes, pero el Valladolid se mantenía cerca gracias a la calidad de Álvaro Martínez Lobato en seis metros, que dejó primero una rosca exquisita mientras se caía al lado contrario y después una vaselina. Los locales encontraron más facilidades para batir a Buda cuando la defensa navera se hundía: paradójicamente, era más sencillo anotar desde nueve metros que encontrar un hueco ante el armario brasileño más cerca. Pero el ataque pucelano funcionaba a chispazos y el Nava, más sólido sin balón y con un portero más enchufado, abrió el primer parcial con dos goles de mucho nivel. El primero, de Nevado tras quitarse al defensor de encima. El segundo, de Sasha, sorteando un doble blocaje para ponerla en la escuadra. David Pisonero pidió tiempo para frenar la sangría (8-11).
La defensa, con los dos Guardiola en el timón, suponía un peaje constante para los pucelanos, que encontraban en las contras un consuelo. Por eso el Valladolid salió del tiempo muerto acelerado, buscando transiciones, aunque el balón se le escurriera entre las piernas a Toledo o el pase ambicioso de Bar lo cortase Sasha. El ruso entendió que eso no era lo que quería el Nava, así que echó el freno, maduró el ataque y lo culminó con un buen tiro picado. A la siguiente, se giró para quitarse al defensor y marcó sin ángulo tras un escorzo de videojuego mientras se caía en el mano a mano. Ayudaba Buda con las paradas y la defensa, atenta a los rechaces, como el que Marugán cazó junto a la banda.
Aquel gol de Sasha puso al Nava cuatro arriba (10-14), pero la ventaja se evaporó en unos minutos plomizos, con más contactos. Así logró el Valladolid frenar la inspiración de un pintor en plena faena. Se acumularon las exclusiones de Isaías y Marugán, un ataque plácido que enjugó un gol. Otro lo restó el ex navero Nico D'Antino, que vio cómo Luis de Vega le paraba el penalti para cazar después el rechace. Álvaro Martínez triunfó en seis metros, un tiro que tocó en el soporte interior de la portería, para luego forzar en inferioridad defensiva la pérdida de Marugán mientras sacaba el puño y provocaba que su hermano Miguel empatara a 16 y encendiera a la grada: «¡Pucela, Pucela!» Un latigazo picado de Nevado desde nueve metros daría la ventaja a los segovianos al descanso (17-18), pero el partido ya era otro.
La vuelta de vestuarios recuperó ese caos que tanto buscaba el Valladolid. No hizo ascos el Nava, con un Gonzalo Carró enchufado que castigaba en seis metros y aprovechaba la tardanza de Bar a la hora de volver a su portería y marcaba en el saque de centro. Pero los locales cambiaron la inercia con su defensa 5:1 y Miguel Camino de ladrón avanzado. Bastó la exclusión de Nico Bonanno para que la desguarnecida meta segoviana dejara sin red cualquier pérdida. Y el Nava entró en un bucle horroroso que le costó demasiados goles. Primero, el que palmeó D'Antino saltando sobre el área por su el pase a la red de su compañero no entraba. Después, un pase inocente de Nolasco que robó Camino para celebrar la primera ventaja local de la noche (21-20).
Senovilla paró el partido, pero la herida siguió abriéndose con otras dos pérdidas. Incendios que Buda no pudo apagar; el primero lo causó él buscando una contra y el segundo lo vio arder de las manos de Camino, que ponía la guinda a un parcial de 6-0, máxima renta (24-20). Los segovianos se mantuvieron acabaron descifrando esa defensa juguetona con goles cómodos de Sasha o Méndez, pero el Valladolid mantenía ese colchón con acciones clave como una parada de Bar al penalti de Marugán y otra transición lanzada por el portero y que terminaba en un golazo de D'Antino, soltándola por la espalda mientras era empujado y sacaba la exclusión de Pérez.
El mejor argumento navero, su defensa, firmó el penúltimo giro de guión, con la ayuda de un exquisito Pablo Herranz en seis metros y una contra de Ahumada clavada a la D'Antino: asistencia del valiente Buda, exclusión de Dimitrioski y 30-31. Pero Toledo firmó la acción decisiva. Faltaban menos de cinco minutos, el Nava se preparaba para correr, pero el balón lo cazó él para el 33-32. Después, dos transiciones fallidas de Méndez –una fuera, otra la paró Pérez–, y los segovianos no volvieron a marcar.
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