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José Luis López Antón, con la batuta en la mano, en la segoviana calle de San Juan. Nacho Valverde-Ical

«La música clásica ha sido un reflejo de la sociedad de todos los tiempos»

Recién llegado de México, el joven músico segoviano ha actuado en Portugal y ya le esperan en El Salvador y Argentina

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Segovia

Lunes, 8 de abril 2019, 11:52

Con apenas tres años, José Luis López Antón (Segovia, 1990) presenció su primer concierto de música clásica en la plaza de El Espinar. La formación que ofreció aquella actuación, con el aleteo de las cigüeñas como telón de fondo, fue la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, a la que a sus 28 años López Antón ya ha dirigido en seis ocasiones. Su padre y su abuelo fueron músicos amateur, y plantaron en él la semilla que le ha llevado a convertirse en director de orquesta, titular y artístico de la Sinfónica de Ávila, que ha acompañado desde el podio a bandas de música rock como Celtas Cortos o Mägo de Oz. Su apretada agenda para 2019 incluye actuaciones con la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza (Argentina) en agosto, y con la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador en octubre.

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–¿Cómo llegó al mundo de la música clásica?

–Mi padre y mi abuelo fueron músicos amateur, y supongo que ellos plantaron en mí una semilla para que me atrapara este mundo, algo que en mi caso no sucedió con mucha premeditación. A los seis años empecé mi formación como alumno de lenguaje musical con el primer director de la Escuela de Música de El Espinar, el eminente músico segoviano Josué Martínez. Con nueve años empecé a estudiar saxofón y algo de piano sin grandes pretensiones, y poco a poco de una manera muy natural fui completando pasos hasta el día de hoy.

–Tras esa formación inicial llegó al conservatorio.

–Las escuelas de música tienen la función de acercar la música a todo el perfil del alumnado, y uno de sus segmentos y de sus funciones pedagógicas es potenciar a los alumnos que tengan estas inquietudes y servir de enlace para realizar las pruebas de acceso al conservatorio. En mi caso así fue, me lo planteó mi profesor y fue entonces cuando me lo pensé de una manera más firme.

–¿Qué encuentra en la música clásica que no halle en la música popular?

–La música clásica tiene una tradición de repertorio e histórica de varios siglos, que te permite acercarte a diferentes posturas y estéticas. Este tipo de música, frente al pop o lo que suena habitualmente en las radios, aporta otra complejidad, otra arquitectura. La música clásica ha sido un reflejo de la sociedad de todos los tiempos. Lo que yo siento más cercano y lo que puede remover un poco más mi corazón es escuchar una sinfonía de Brahms o de Chaikovski, porque creo que este tipo de música maneja mejor el pathos de las personas, la conexión con la vía más emocional. De todos modos la radiofórmula la escucho muchas veces en el coche cuando quiero desconectar o en otro tipo de situaciones. Cada música tiene que servir para cada momento y no son excluyentes.

–¿Cómo surgieron las primeras oportunidades profesionales?

–Lo primero que dirigí a nivel profesional fue con la orquesta del Principado de Asturias, en una grabación junto a los Celtas Cortos, con los que ya había coincidido con la banda de El Espinar. Cinco días después realicé mi primer ensayo como director con la OSCyL, que fue el primer concierto para piano de Rajmáninov (no se me olvidará nunca), y a partir de ahí vas construyendo carrera. Esto es una carrera de fondo, en la que un evento o un concierto te llevan a otra cosa porque alguien se fija en tu trabajo.

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–¿Cómo valora su evolución?

–Muy buena y muy positiva. En 2013 comencé como director asistente de la Orquesta Sinfónica de Ávila, de la que soy titular desde 2015 junto con otro compañero y después ya de manera autónoma. Otros proyectos que he realizado como 'freelance' me dieron experiencia, porque al fin y al cabo el director de orquesta aprende a dirigir en el podio, encima de la tarima. No dependes de tu instrumento sino del material humano y musical que tienes delante, cada uno con su trayectoria, sus ideas y su formación, y tú debes aglutinar todas esas almas y pensamientos en un único beneficio que es la versión que tiene que salir de esa actuación. Muchas veces me cuesta creer la vorágine de actividad en que estoy metido este año. He crecido como si hubiera estado diez años dirigiendo un proyecto o dos al año. En ese sentido estoy satisfecho, pero te das cuenta de que esta es una carrera de muy largo recorrido, que hay que ser humilde ante la música y que hay que seguir estudiando o trabajando y acumulando experiencia, porque es algo eterno.

–¿Con qué repertorios se encuentra más cómodo?

–Con todos y con ninguno. Me considero un director que aglutina diferentes estilos y eso creo que es bueno sobre todo en una fase inicial de la carrera. He dirigido desde maestros del barroco como Vivaldi y Corelli, concertos grossos, hasta un estreno absoluto con la Orquesta Sinfónica de Navarra hace dos meses o un concierto para acordeón y orquesta del compositor Jesús Torres, junto con Iñaki Alberdi y el célebre violonchelista Asier Polo. Pasando por los grandes clásicos, con sinfonías de Haydn, Beethoven, Chaikovski, Dvorák y obras del siglo XX.

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–¿Quiénes han sido o son sus referentes?

–Mis dos profesores a nivel nacional son referentes en muchas cosas, tanto Miguel Romea como Andrés Salado me han servido para potenciar mis capacidades como director de orquesta y sobre todo me han sabido colocar en el camino y siempre me han ayudado. Creo que tener un buen maestro es una garantía. A nivel referencial, como grandes ejemplos de dirección de orquesta tengo muchos, sobre todo directores de nuestra tierra, Castilla y León, que pese a ser una comunidad eminentemente rural ha dado grandes maestros de talla internacional como Jesús López Cobos de Toro, Víctor Pablo Pérez o Rafael Frühbeck de Burgos.

–¿La juventud es un plus o un lastre para un director de orquesta?

–Un poco las dos cosas. En el oficio del director de orquesta hay una máxima que decía que en esta profesión pasas en un día de ser una joven promesa con 45 años a ser un director consolidado con 45 años, sin fases intermedias. En ese sentido cuando eres joven tienes la virtud de tener esta energía, estas ganas y este empuje, pero por contra no tienes tanta experiencia, y muchas veces te encuentras con la situación de ir a dirigir una sinfónica con la cual te enfrentas a un repertorio por primera vez mientras los músicos lo han tocado ya veinte veces.

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–¿Cuál puede ser la clave para atraer nuevos públicos hacia la música clásica?

–Yo siempre digo que la música clásica le gusta a todo el mundo, y que quien dice que no es porque no lo sabe o nunca ha ido a un concierto específicamente diseñado para nuevos públicos. Tenemos que trabajar para que la gente que no haya ido nunca a un concierto de música clásica pierda el miedo. Hay que eliminar el cliché de que es una cosa seria, recta, casi mística y ritual. Hay que trabajar para que la primera experiencia que el público neófito tenga de la música clásica sea adaptada y adecuada.

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